C.H. Spurgeon
Entonces ella vino y se postro ante Él, diciendo: “¡Señor ayúdame!” (Mateo 15:25).
Nuestro texto relata un caso de verdadera angustia y nos muestra la oración de una mujer en agonía. Quiero hablar especialmente sobre la oración de esta mujer.
Ahora, por algunos minutos, les invito queridos amigos a que ADMIREN CÓMO ESTA MUJER HIZO SUYO EL CASO DE SU HIJA.
Le recomiendo a aquellos que procuran la conversión de otros que sigan su ejemplo. Noten que ella no oró, “Señor, ayuda a mi hija,” sino, “Señor, ayúdame a mí.” Al principio rogó por su hija explicando las circunstancias de su caso; pero a medida que la intensidad y el fervor de su suplica crecía, parecía ya no haber diferencia entre la madre y la hija. La madre absorbió a la hija; el gran corazón de la suplicante parecía abrigar a aquella por la que suplicaba con tanta agonía: “Señor, ayúdame.” ¿Comprendes la idea?