Noble D. Vater
“Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo; antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de ¡Qué buenísimo pastor es el Señor! Toda su palabra evidencia su gran amor y cuidado tierno para su pueblo escogido…
En nuestro primer estudio consideramos unos datos biográficos de la vida de Jonathan Edwards y, a continuación, nos centramos en cómo Dios le llamó de un modo en que su vida fue dominada por una visión espiritual de la majestad, la gloria, el esplendor y la soberanía de Dios. Llegó a ser un pastor que deseaba que los demás vieran a Dios en Cristo de esta manera, y que lo amaran. Asimismo, vimos la bendición de Dios sobre él al proporcionarle la esposa que tuvo y cómo fueron ejemplo para muchos. Con una esposa así, Edwards pudo pastorear bien no solo por la ayuda que le prestaba (porque ella era una genuina ayuda idónea en todo el amplio sentido de la palabra), sino por el ejemplo que suponía para el pueblo del Señor.
La separación efectiva entre sexo y procreación puede ser una de las marcas más importantes de nuestra era, y también una de las más siniestras. Los evangélicos estadounidenses se están dando cuenta, y esto amenaza con desatar una tormenta.
La mayoría de los protestantes evangélicos acogieron con aplausos y alivio la llegada de las técnicas modernas de control de la natalidad. Dado que carecían de una teología sustancial del matrimonio, el sexo o la familia, los evangélicos dieron la bienvenida a «la píldora» casi del mismo modo en que el mundo celebró el descubrimiento de la penicilina: como un hito en la marcha inevitable del progreso humano y la conquista de la naturaleza.
William Gurnall
La Palabra es el espejo en que vemos reflejado a Cristo, y al verle, nos transformamos a su imagen por el Espíritu Santo. Si el espejo está roto, nuestro concepto de él se distorsiona, mientras que la Palabra en su claridad real nos muestra a Cristo en toda su gloria. De lo que se deduce que Satanás no solo golpea a Dios cuando ataca la verdad, sino que también golpea a los cristianos. Si puede llevarlos al error, debilitará—si no lo destruye—el poder de la piedad en ellos.
El apóstol une el espíritu de poder y el de dominio propio (cf. 2 Ti. 1:7). Se nos exhorta a desear “la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis…” (1 P. 2:2). Al igual que la leche diluida, la Palabra mezclada con el error no es muy nutritiva. Todo error, por inocente que parezca, es un parásito. Así como la hiedra mina la fuerza del árbol en que se enreda, el error socava la fuerza de la verdad. El alma que se alimenta de la verdad contaminada no puede crecer sana.
¿Quién era Jonathan Edwards?
Era un hijo de Adán por naturaleza.; bisnieto de un hombre inglés (William Edwards) y llevado a los Estados Unidos por su madre y su padrastro británico que, junto con otros santos, buscaban poder adorar a Dios conforme a Su Palabra. Estas personas vivieron en Hartford, Connecticut. Su pastor era Thomas Hooker, un conocido puritano de Nueva Inglaterra. El abuelo de Jonathan (Richard Edwards) nació en Hartford y llegó a ser un próspero hombre de negocios; y, lo que es más, era temeroso de Dios, a pesar de (o, quizás debido a) tener una esposa que sufría de una enfermedad mental. El padre de Jonathan, Timothy Edwards, tenía a su padre en alta estima, pero llegó un momento en que tuvo que testificar contra la infidelidad de su propia madre. Su padre estudió en Harvard, se graduó con buenas notas y, posteriormente, se instaló en el pueblo de East Windsor, Connecticut, donde fue pastor. Timothy se casó con Esther Stoddard, hija de Solomon Stoddard, pastor de Northhampton, Massachusetts, muy conocido en aquel tiempo. Los Stoddard eran de clase social alta, pero sobre todo eran personas que seguían al Señor conforme a la luz que tenían, confiando solo en Él para su justificación y su esperanza de vida eterna.
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