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¿Qué más da que un aborto acabe con una vida?Una franqueza poco usual en la cultura de la muerte

Albert Mohler

¿Es el bebé no nacido “una vida que vale la pena sacrificar”? La sola pregunta resulta horripilante, pero el argumento es más que real. En un reciente artículo, Mary Elizabeth Williams de Salon.com admitió lo que el movimiento pro-vida ha venido sosteniendo durante todo el tiempo: que desde el momento de la concepción, el niño no nacido es innegablemente una vida humana. A pesar de todo, Williams argumenta que esta vida humana no nacida debe concluir si una mujer desea el aborto. El niño es una vida, pero, según su grotesca opinión, “una vida que vale la pena sacrificar”.

Una vida de piedad vital es la condición previa indispensable de toda eficacia ministerial

Albert N. Martin

Al considerar la cantidad de tiempo que atribuimos a las distintas facetas de la obra ministerial presupongo la primacía de la predicación entre los deberes públicos del ministerio. Como veremos, se trata de deberes privados y públicos a la vez, que están relacionados con el oficio de un anciano apartado para trabajar en la palabra y en la doctrina. Sin embargo, entre sus ministerios y responsabilidades públicas como orientar al afligido, supervisar, visitar a los enfermos, evangelizar, ninguno es tan vital como el tiempo establecido para la predicación y la enseñanza públicas. Esto es así por una simple razón: estos dos ministerios son, en la sabiduría y el propósito de Dios, los medios primordiales que Él ordenó para reunir a sus elegidos y edificar a su pueblo. De todos es conocida la convicción que Pablo tiene sobre esto: «… agradó a Dios, mediante la necedad de la predicación…» (1 Corintios 1:21). Aquí se utiliza la palabra griega kerugma, lo que se predica, lo que se comunica en calidad de heraldo en nombre del Rey. Dios ha ordenado que sea este medio el que traiga su gracia salvífica a los hombres.

La mujer prudente viene del Señor

George Lawson

Casa y riqueza son herencia de los padres, pero la mujer prudente viene del SEÑOR (Proverbios 19:14).

Las casas y las tierras son don de Dios, pero Él nos las da por medio de nuestros padres o progenitores, que las adquirieron con esfuerzo. La Providencia resplandece más notablemente al otorgar buenas esposas a los hombres, porque estas no pueden venir por herencia; y nadie puede saber de antemano qué esposa le va a tocar en suerte a un determinado hombre.

En la esposa, la prudencia no solo incluye su habilidad en el gobierno de los asuntos domésticos, sino también el buen sentido que la convierte en una compañera agradable y la mueve a comportarse de tal forma que haga feliz a su marido en la relación. Si a estas cualidades se añade la piedad, la mujer resulta una bendición mucho más grande que cualquiera de las posesiones que los padres puedan legarnos.

La primacía de la predicación entre los deberes públicos del ministerio

Albert N. Martin

Al considerar la cantidad de tiempo que atribuimos a las distintas facetas de la obra ministerial presupongo la primacía de la predicación entre los deberes públicos del ministerio.

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Paul Christianson

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