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action or later. Please see Debugging in WordPress for more information. (This message was added in version 6.7.0.) in /home4/ibrnjorg/public_html/heraldodegracia/wp-includes/functions.php on line 6121Juan Calvino<\/em><\/p>\n Libro 1, Cap\u00edtulo 16<\/strong> 1. Dios Creador y Gobernador perpetuo del mundo<\/p>\n Ser\u00eda vano y de ning\u00fan provecho hacer a Dios Creador por un poco de tiempo, como si de una vez para siempre hubiera terminado su obra. Y es necesario que nos diferenciemos de los paganos y de los que no tienen religi\u00f3n alguna, principalmente en considerar la potencia de Dios no menos presente en el curso perpetuo y en el estado del mundo, que en su primer origen y principio. Pues, aunque el entendimiento de los imp\u00edos se ve forzado a elevarse a su Creador solamente por el hecho de contemplar el cielo y la tierra, sin embargo la fe tiene una manera particular de ver, en virtud de la cual atribuye a Dios la gloria de ser creador de todo. Es lo que quiere decir el texto ya citado del Ap\u00f3stol, que s\u00f3lo por la fe entendemos que ha sido constituido el. universo por la palabra de Dios (Heb. 11,3), porque si no penetramos hasta su providencia, no podremos entender qu\u00e9 quiere decir que Dios es Creador, por m\u00e1s que nos parezca comprenderlo con la inteligencia y lo confesemos de palabra. El pensamiento natural, despu\u00e9s de considerar en la creaci\u00f3n la potencia de Dios, se para all\u00ed; y cuando m\u00e1s penetra, no pasa de considerar y advertir la sabidur\u00eda, potencia y bondad del Creador, que se muestran a la vista en la obra del mundo, aunque no queramos verlo; despu\u00e9s concibe una especie de operaci\u00f3n general en Dios para conservarlo y mantenerlo todo en pie, y de la cual depende la fuerza del movimiento; finalmente, piensa que la fuerza que Dios les dio al principio en su creaci\u00f3n primera basta para conservar todas las cosas en su ser.<\/p>\n Pero la fe ha de penetrar mucho m\u00e1s adelante: debe reconocer por gobernador y moderador perpetuo al que confes\u00f3 como creador de todas las cosas; y esto, no solamente porque \u00c9l mueve la m\u00e1quina del mundo y cada una de sus partes con un movimiento universal, sino tambi\u00e9n porque tiene cuidado, mantiene y conserva con una providencia particular todo cuanto cre\u00f3, hasta el m\u00e1s peque\u00f1o pajarito del mundo. Por esta causa David, despu\u00e9s de haber narrado en resumen c\u00f3mo cre\u00f3 Dios el mundo, comienza luego a exponer el perpetuo orden de la providencia de Dios: “Por la palabra de Jehov\u00e1”, dice \u201cfueron hechos los cielos, y todo el ej\u00e9rcito de ellos por el aliento de su boca” (Sal. 33,6); y luego a\u00f1ade: “Desde los cielos mir\u00f3 Jehov\u00e1; vio a todos los hijos de los hombres” (Sal. 33,13), y todo lo que sigue referente a esto. Porque, aunque no todos razonen con la propiedad que ser\u00eda de desear, sin embargo, como ser\u00eda incre\u00edble que Dios se preocupase de lo que hacen los hombres si no fuese creador del mundo, y nadie de veras cree que Dios haya creado el mundo sin estar convencido de que se preocupa de sus obras, no sin raz\u00f3n David, con muy buen orden pasa de lo uno a lo otro. Incluso los fil\u00f3sofos ense\u00f1an en general que todas las partes del mundo tienen su fuerza de una secreta inspiraci\u00f3n de Dios, y nuestro entendimiento lo comprende as\u00ed; sin embargo ninguno de ellos subi\u00f3 tan alto como David, el cual hace subir consigo a todos los fieles, diciendo: “Todas las cosas esperan en ti, para que les des su comida a su tiempo. Les das, recogen; abres tu mano, se sacian de bien. Escondes tu rostro, se turban; les quitas el h\u00e1lito, dejan de ser y vuelven al polvo. Env\u00edas tu Esp\u00edritu, son creados, y renuevas la faz de la tierra” (Sal. 104,27-30). Asimismo, aunque los fil\u00f3sofos est\u00e9n de acuerdo con lo que dice san Pablo, que “en \u00e9l vivimos, y nos movemos, y somos” (Hch. 17,28), con todo est\u00e1n muy lejos de sentirse tocados en lo vivo del sentimiento de su gracia, cual la predica san Pablo; y la causa es, que ellos no gustan de aquel cuidado particular que Dios tiene de nosotros, con lo cual manifiesta el paterno favor con que nos trata.<\/p>\n 2. Nada es efecto del azar; todo est\u00e1 sometido a la providencia de Dios<\/strong><\/p>\n Para mejor hacer ver esta diferencia, es necesario saber que la providencia de Dios, cual nos la pinta la Escritura, se opone a la fortuna y atodos los casos fortuitos. Y como quiera que esta opini\u00f3n de que todas lascosas acontecen al azar, ha sido com\u00fanmente recibida en todo tiempo, e incluso hoy en d\u00eda casi todos la profesan, lo que deber\u00eda estar bien claro dela divina providencia, no solamente se ve oscurecido por esta falsa opini\u00f3n, sino casi por completo sepultado. Si alguno cae en manos de ladrones o se encuentra con bestias feroces, si por una tormenta se pierde en el mar, si la casa o alg\u00fan \u00e1rbol se cae y lo coge debajo; o si otro, errante por el desierto encuentra remedio para su necesidad, si llega a puerto tra\u00eddo por las mismas olas escapando milagrosamente a la muerte por un dedo; todos estos sucesos, tanto los pr\u00f3speros como los adversos, la raz\u00f3n carnal los atribuye a la fortuna. Pero cualquiera que haya aprendido por boca de Cristo que todos los cabellos de nuestra cabeza est\u00e1n contados (Mt. 10,30), buscar\u00e1 la causa mucho m\u00e1s lejos y admitir\u00e1 como cierto que todo cuanto acontece est\u00e1 dispuesto as\u00ed por secreto designio de Dios.<\/p>\n En cuanto a las cosas inanimadas debemos tener por seguro que, aunque Dios ha se\u00f1alado a cada una de ellas su propiedad, no obstante ninguna puede producir efecto alguno, m\u00e1s que en cuanto son dirigidas por la mano de Dios. No son, pues, sino instrumentos, por los cuales Dios hace fluir de continuo tanta eficacia cuanta tiene a bien, y conforme a su voluntad las cambia para que hagan lo que a \u00c9l le place.<\/p>\n El Sol no es sino un medio al servicio de la providencia. <\/em>No hay entre todas las criaturas virtud m\u00e1s noble y admirable que la del Sol. Porque, adem\u00e1s de alumbrar con su claridad a todo el mundo, \u00bfcu\u00e1l no es su poder al sustentar y hacer crecer con su calor a todos los animales, al infundir con sus rayos fertilidad a la tierra, calentando las semillas en ella arrojadas, y luego hacerla reverdecer con hermos\u00edsimas hierbas, las cuales hace \u00e9l crecer, d\u00e1ndoles cada d\u00eda nueva sustancia hasta que lleguen a echar tallos; y que las sustente con un perpetuo vapor hasta que echen flor, y de la flor salga el fruto, al cual el mismo Sol hace madurar; y que los \u00e1rboles, y asimismo las cepas, calentadas por \u00e9l, primero produzcan las yemas y echen las hojas, y luego la flor, de la que brota su fruto? Pero el Se\u00f1or, para atribuirse y reservarse a s\u00ed toda la gloria de estas cosas, quiso que hubiese luz y que la tierra estuviese llena de toda clase de hierbas y de frutos, antes de crear el Sol (Gn. 1, 3. 11). Por esto, el hombre fiel no har\u00e1 al Sol causa ni principal ni necesaria de las cosas que tuvieron ser antes de que el mismo Sol fuese creado, sino que lo tendr\u00e1 \u00fanicamente como instrumento del cual Dios se sirve, porque as\u00ed lo quiere; pudiendo muy bien, sin usar de este medio, obrar por s\u00ed solo sin dificultad alguna. Asimismo, cuando leemos que el Sol, por la oraci\u00f3n de Josu\u00e9 estuvo parado en un mismo grado por espacio de dos d\u00edas (Jos. 10, 13), y que en favor del rey Ezequ\u00edas su sombra volvi\u00f3 atr\u00e1s diez grados (2 Re. 20, 11), con estos pocos milagros mostr\u00f3 Dios que el Sol no sale y se pone cada d\u00eda por un movimiento ciego de la naturaleza, sino que \u00c9l gobierna su curso, para renovarnos la memoria del favor paternal que nos tiene y que demostr\u00f3 en la creaci\u00f3n del mundo.<\/p>\n No hay cosa m\u00e1s natural que despu\u00e9s del invierno venga la primavera, y despu\u00e9s de la primavera el verano, y a \u00e9ste siga el oto\u00f1o; sin embargo en esta sucesi\u00f3n se ve tanta diversidad, que f\u00e1cilmente se cae en la cuenta de que cada a\u00f1o, cada mes y cada d\u00eda es gobernado con una nueva y especial providencia de Dios.<\/p>\n 3. Dios no es s\u00f3lo causa primera; tambi\u00e9n lo gobierna y dirige todo<\/strong><\/p>\n De hecho, el Se\u00f1or se atribuye a s\u00ed mismo la omnipotencia, y quiere que reconozcamos que se encuentra en \u00c9l, no cual se la imaginan los sofistas, vana, ociosa y casi adormilada, sino despierta, eficaz, activa y siempre en acci\u00f3n; ni tampoco a modo de principio general y confuso del movimiento de las criaturas – como cuando despu\u00e9s de hacer un canal y de preparar el camino por donde ha de pasar el agua, se la deja luego correr por s\u00ed misma -, sino que ella gobierna y tiene en cuenta todos los movimientos particulares. Pues es llamado Todopoderoso, no porque puede hacer todas las cosas, y sin embargo, est\u00e1 en reposo, o porque mediante un instinto general contin\u00fae el orden que dispuso en la naturaleza, sino porque gobernando con su providencia el cielo y la tierra, de tal manera lo rige todo que nada acontece sino como \u00c9l lo ha determinado en su consejo (Sal. 115,3). Porque cuando se dice en el salmo que hace todo cuanto quiere, se da a entender una cierta y deliberada voluntad. Pues ser\u00eda muy infundado querer interpretar las palabras del profeta seg\u00fan la doctrina de los fil\u00f3sofos, que Dios es el primer agente, porque es principio y causa de todo movimiento. En lugar de esto es un consuelo para los fieles en sus adversidades saber que nada padecen que no sea por orden y mandato de Dios, porque est\u00e1n bajo su mano. Y si el gobierno de Dios se extiende de esta manera a todas sus obras, ser\u00e1 pueril cavilaci\u00f3n encerrarlo y limitarlo a influir en el curso de la naturaleza. Evidentemente, cuantos limitan la providencia de Dios en tan estrechos l\u00edmites, como si dejase que las criaturas sigan el curso ordinario de su naturaleza, roban a Dios su gloria, y se privan de una doctrina muy \u00fatil, pues no habr\u00eda nada m\u00e1s desventurado que el hombre, si estuviese sujeto a todos los movimientos del cielo, el aire, la tierra y el agua. A\u00f1\u00e1dase a esto que as\u00ed se menoscaba indignamente la singular bondad que Dios tiene para cada uno. Exclama David que los ni\u00f1os que a\u00fan est\u00e1n pendientes de los pechos de sus madres son harto elocuentes para predicar la gloria de Dios (Sal. 8,2), porque apenas salen del seno de la madre encuentran su alimento dispuesto por la providencia divina. Esto es verdad en general; pero es necesario contemplar y comprender lo que la misma experiencia nos ense\u00f1a: que unas madres tienen los pechos llenos, y otras los tienen secos, seg\u00fan que a Dios le agrade alimentar a uno m\u00e1s abundamente y al otro con mayor escasez.<\/p>\n Los que atribuyen a Dios el justo loor de ser todopoderoso, sacan con ello doble provecho; primero, que \u00c9l tiene hartas riquezas para hacer bien, puesto que el cielo y ja tierra son suyos, y que todas las criaturas tienen sus ojos puestos en El para somet\u00e9rsele y hacer lo que les mande; segundo, que pueden permanecer seguros bajo su amparo, pues todo cuanto podr\u00eda hacernos da\u00f1o de cualquier parte que viniera, est\u00e1 sometido a su voluntad, ya que . Satan\u00e1s con toda su furia y con todas sus fuerzas se ve reprimido por su mandato, como el caballo por el freno, y todo cuanto podr\u00eda impedir nuestro bien y salvaci\u00f3n depende de su arbitrio y voluntad. Y no hay que pensar en otro medio para corregir y apaciguar el excesivo y supersticioso temor que f\u00e1cilmente se apodera de nosotros cuando tenemos el peligro a la vista. Digo que somos supersticiosamente temerosos, si cada vez que las criaturas nos amenazan o nos atemorizan, temblamos como si ellas tuviesen por s\u00ed mismas fuerza y poder para hacer mal, o nos pudiesen causar alg\u00fan da\u00f1o inopinadamente, o Dios no bastase para ayudarnos y defendernos de ellas. Como por ejemplo, el profeta prohibe a los hijos de Dios que teman las estrellas y las se\u00f1ales del cielo, como lo suelen hacer los infieles (Jer. 10, 2). Cierto que no condena todo g\u00e9nero de temor; pero como los incr\u00e9dulos trasladan el gobierno del mundo de Dios a las estrellas, se imaginan que su bienestar o su miseria depende de ellas, y no de la voluntad de Dios. As\u00ed, en lugar de temer a Dios, a quien \u00fanicamente deber\u00edan temer, temen a las estrellas y los cometas. Por tanto, el que no quiera caer en esta infidelidad tenga siempre en la memoria que la potencia, la acci\u00f3n y el movimiento de las criaturas no es algo que se mueve a su placer, sino que Dios gobierna de tal manera todas las cosas consu secreto consejo, que nada acontece en el mundo que \u00c9l no lo haya determinado y querido a prop\u00f3sito.<\/p>\n 4. La providencia de Dios no es presciencia; es algo actual<\/strong><\/p>\n Por tanto, t\u00e9ngase en primer lugar por seguro que cuando se habla de providencia de Dios, esta palabra no significa que Dios est\u00e1 ocioso y considera desde el cielo lo que sucede en el mundo, sino que es m\u00e1s bien como el piloto de una nave que gobierna el tim\u00f3n para ordenar cuanto se ha de hacer. Por eso la providencia se extiende tanto a las manos como a los ojos; es decir, que no solamente ve, sino que tambi\u00e9n ordena lo que quiere que se haga. Pues, cuando Abraham dec\u00eda a su hijo: Dios proveer\u00e1 (Gn.22,8), no quer\u00eda decir solamente que Dios sab\u00eda lo que hab\u00eda de acontecer, sino tambi\u00e9n pon\u00eda en sus manos el cuidado de la perplejidad en que se hallaba, pues oficio suyo es hallar soluci\u00f3n para las cosas confusas. De donde se sigue que la providencia de Dios es actual, seg\u00fan se suele decir; y los que admiten una mera presciencia sin efecto alguno, no hacen m\u00e1s que divagar en necios devaneos. No hablo aqu\u00ed de los epic\u00fareos – de cuya peste siempre ha estado el mundo lleno -, los cuales se figuran a Dios ocioso y, seg\u00fan suele decirse, mano sobre mano. Ni menciono tampoco a otros no menos descaminados que \u00e9stos, que antiguamente se imaginaron que Dios dominaba de tal manera lo que est\u00e1 por encima del aire, que dejaba completamente al azar cuanto est\u00e1 debajo. Pues las criaturas, aun las mismas que no tienen boca para hablar, gritan lo suficiente contra tan manifiesto desvar\u00edo. Mi intento al presente es refutar la opini\u00f3n de la mayor\u00eda, la cual atribuye a Dios no s\u00e9 qu\u00e9 movimiento ciego, dudoso y confuso, y entretanto le quitan lo principal; a saber, que con su sabidur\u00eda incomprensible encamina y dispone todas las cosas al fin al que las ha ordenado. Por lo tanto esta opini\u00f3n hace a Dios gobernador del mundo solamente de palabra, mas no en realidad, pues le quita el cargo de ordenar lo que se ha de hacer. Pues, pregunto, \u00bfqu\u00e9 otra cosa es gobernar, sino presidir de tal manera que las cosas sobre las que se preside sean regidas por un consejo determinado y un orden cierto?<\/p>\n No repruebo del todo lo que se dice de la providencia general, con tal de que se me conceda que Dios rige el mundo, no solamente porque mantiene en su ser el curso de la naturaleza tal como lo orden\u00f3 al principio, sino porque tiene cuidado particular de cada una de las cosas que cre\u00f3. Es cierto que cada especie de cosas se mueve por un secreto instinto de la naturaleza, como si obedeciese al mandamiento eterno de Dios, y que, seg\u00fan lo dispuso Dios al principio, siguen su curso por s\u00ed mismas como si se tratara de una inclinaci\u00f3n voluntaria. Y a esto se puede aplicar lo que dice Cristo, que \u00c9l y su Padre est\u00e1n siempre desde el principio trabajando (Jn. 5,17). Y lo que ense\u00f1a san Pablo, que \u201cen \u00e9l vivimos, nos movemos y somos” (Hch. 17,28). Y tambi\u00e9n lo que se dice en la ep\u00edstola a los Hebreos, cuando queriendo probar la divinidad de Jesucristo se afirma que todas las cosas son sustentadas con la palabra de su potencia (Heb. 1, 3). Pero algunos obran perversamente al querer con toda clase de pretextos encubrir y oscurecer la providencia particular de Dios; la cual se ve confirmada con tan claros y tan manifiestos testimonios de la Escritura, que resulta extra\u00f1o que haya podido existir quien la negase o pusiese en duda. De hecho, los mismos que utilizan el pretexto que he dicho se ven forzados a corregirse, admitiendo que muchas cosas se hacen con un cuidado particular; pero se enga\u00f1an al restringirlo a algunas cosas determinadas. Por lo cual es necesario que probemos que Dios de tal manera se cuida de regir y disponer cuanto sucede en el mundo, y que todo ello procede de lo que \u00c9l ha determinado en su consejo, que nada ocurre al acaso o por azar.<\/p>\n 5. La providencia de Dios se ejerce incluso en la naturaleza<\/strong><\/p>\n Si concedemos que el principio de todo movimiento est\u00e1 en Dios y que, sin embargo, todas las cosas se mueven, o por su voluntad, o al azar, hacia donde su natural inclinaci\u00f3n las impulsa, las revoluciones del d\u00eda y de la noche, del invierno y del verano ser\u00e1n obra de Dios, en cuanto que, atribuyendo a cada cosa su oficio, les puso leyes determinadas. Esto ser\u00eda verdad, si los d\u00edas que suceden a las noches, y los meses que se siguen unos a otros, e igualmente los a\u00f1os, guardasen siempre una misma medida y tenor. Mas cuando unas veces intensos calores junto con una gran sequ\u00eda queman todos los frutos de la tierra, y otras las lluvias extempor\u00e1neas echan a perder los sembrados, y el granizo y las tormentas destruyen en un momento cuanto encuentran a su paso, entonces no ser\u00eda obra de Dios, sino que las nieblas, el buen tiempo, el fr\u00edo y el calor se regir\u00edan por las constelaciones, o por otras causas naturales. Pero de esta manera no habr\u00eda lugar, ni para el favor paternal que Dios usa con nosotros, ni para sus juicios. Si aquellos a los que yo impugno dicen que Dios se muestra muy liberal con los hombres, porque infunde al cielo y a la tierra una virtud regular para que nos provean de alimentos, eso no es sino una fantas\u00eda inconsistente y profana; ser\u00eda tanto como negar que la fertilidad de un a\u00f1o es una singular bendici\u00f3n de Dios, y la esterilidad y el hambre son su maldici\u00f3n y castigo.<\/p>\n Como resultar\u00eda muy prolijo exponer todas las razones con que se puede refutar este error, b\u00e1stenos la autoridad del mismo Dios. En la Ley y en los Profetas afirma muchas veces que siempre que riega la tierra con el roc\u00edo o con la lluvia, demuestra con ello su buena voluntad; y, al contrario, que es se\u00f1al cert\u00edsima de particular castigo, cuando por mandato suyo el cielo se endurece como si fuese hierro, y los trigos se da\u00f1an y consumen por las lluvias y otras causas, y los campos son asolados por el granizo y las tormentas. Si admitimos esto, es igualmente cierto que no cae gota de agua en la tierra sin disposici\u00f3n suya particular. Es verdad que David engrandece la providencia general de Dios porque da mantenimiento “a los hijos de los cuervos que claman” (Sal. 147,9); pero cuando amenaza con el hambre a todos los animales, \u00bfno deja ver claramente que \u00c9l mantiene a todos los animales, unas veces con m\u00e1s abundancia, y otras con menos, seg\u00fan lo tiene a bien?<\/p>\n Es una puerilidad, como ya he dicho, restringir esto a algunas cosas particulares, pues sin excepci\u00f3n alguna dice Cristo que no hay pajarito alguno, por \u00ednfimo que sea su precio, que caiga a tierra sin la voluntad del Padre (Mt. 10,29). Ciertamente que si el volar de las aves es regido por el consejo infalible de Dios, es necesario confesar con el Profeta, que de tal manera habita en el cielo, que tiene a bien rebajarse a mirar todo cuanto se hace en el cielo y en la tierra (Sal. 113,5-6).<\/p>\n 6. Dios lo dirige todo en la vida de sus criaturas<\/strong><\/p>\n Mas como sabemos que el mundo ha sido creado para el hombre, debemos siempre, cuando hablamos de la providencia con que Dios lo gobierna, considerar este fin. Exclama el profeta Jerem\u00edas: “Conozco, oli Jehov\u00e1, que el hombre no es se\u00f1or de su camino, ni del hombre que camina es el ordenar sus pasos” (Jer. 10, 23). Y Salom\u00f3n: “De Jehov\u00e1 son los pasos del hombre; \u00bfc\u00f3mo, pues, entender\u00e1 el hombre su camino?\u201d (Prov. 20,24).<\/p>\n Aquellos con quienes disputo dir\u00e1n que Dios mueve al hombre seg\u00fan la inclinaci\u00f3n de su naturaleza, pero que \u00e9l la dirige a donde le place. Pero si esto fuese verdad, estar\u00eda en la mano del hombre disponer sus caminos. Puede que lo nieguen diciendo que el hombre nada puede sin la potencia de Dios. Pero tanto Jerem\u00edas como Salom\u00f3n, atribuyen a Dios, no solamente la potencia, sino tambi\u00e9n la elecci\u00f3n y determinaci\u00f3n de lo que se debe hacer, por lo cual jam\u00e1s podr\u00e1n librarse de que la Escritura les sea contraria. Salom\u00f3n en otro lugar refuta elegantemente la temeridad de los hombres que, sin consideraci\u00f3n alguna de Dios, como si no fuesen guiados por su mano, se proponen el fin que se les antoja: “Del hombre”, dice, “son las disposiciones del coraz\u00f3n; pero de Jehov\u00e1 es la respuesta de la lengua” (Prov.. 16, 1). Como si dijese: es rid\u00edcula necedad que los infelices de los hombres quieran hacer sin Dios cosa alguna, cuando no podr\u00edan decir una sola palabra si Dios no quisiese. M\u00e1s a\u00fan: la Escritura, para probar mejor que nada acaece en el mundo a no ser por disposici\u00f3n divina, muestra que las cosas que parecen m\u00e1s fortuitas tambi\u00e9n est\u00e1n sometidas a \u00c9l. Pues, \u00bfhay algo que m\u00e1s se pueda atribuir al azar o a la casualidad que el que una rama caiga de un \u00e1rbol y mate a un transe\u00fante? Sin embargo, de muy otra manera habla el Se\u00f1or, al afirmar que \u00c9l “lo puso en sus manos” (de quien lo matase) (6.21,13). Asimismo, \u00bfqui\u00e9n no dir\u00e1 que la suerte depende del azar? Sin embargo, el Se\u00f1or no consiente que se hable as\u00ed, pues se atribuye a s\u00ed mismo el gobierno de ella. No1dice simplemente que por su potencia los dados se echan en el regazo y se sacan, sino que – lo que m\u00e1s se podr\u00eda atribuir a la fortuna – afirma que as\u00ed lo ordena \u00c9l mismo. Est\u00e1 con ello de acuerdo lo que dice Salom\u00f3n: El pobre y el rico se encuentran, pero Dios es el que alumbra los ojos de ambos (Prov. 22,2). Porque aunque los ricos viven en el mundo mezclados con los pobres, al se\u00f1alar Dios a cada uno su condici\u00f3n y estado da a entender que no obra a ciegas, pues \u00c9l hace ver a los dem\u00e1s. Por ello exhorta a los pobres a la paciencia, pues los que no est\u00e1n contentos con su estado y modo de vida procuran desechar la carga que Dios les ha puesto. De la misma manera otro profeta reprende a las personas mundanas, que atribuyen a la industria de los hombres o a la fortuna el que unos vivan en la miseria y otros alcancen honras y dignidades: \u201cPorque ni de Oriente ni de Occidente, ni del desierto viene el enaltecimiento. Mas Dios es el juez. A \u00e9ste humilla, y a aqu\u00e9l enaltece” (Sal. 75, 6-7). De lo cual concluye el profeta que al secreto consejo de Dios se debe el que unos sean ensalzados y los otros permanezcan abatidos.<\/p>\n 7. Dios dirige el tim\u00f3n del mundo para conducir los acontecimientos particulares<\/strong><\/p>\n Adem\u00e1s de esto afirmo que los acontecimientos particulares son por lo general testimonios de la providencia que Dios tiene de cada cosa en particular: “Y vino un viento de Jehov\u00e1, y trajo codornices del mar” (Nin. 11,31). Cuando quiso que Jon\u00e1s fuese arrojado al mar “hizo levantar un gran viento en el mar” (Jon. 1,4).<\/p>\n Dir\u00e1n los que piensan que Dios no se preocupa del gobierno del mundo, que esto sucedi\u00f3 aparte de lo que de ordinario acontece. Pero yo concluyo de ah\u00ed que jam\u00e1s se levanta viento alguno sin especial mandato de Dios; porque de otra manera no podr\u00eda ser verdad lo que dice David: “\u00c9l hace a los vientos sus mensajeros, y a las flamas de fuego sus ministros (Sal. 104,4); pone las nubes por su carroza, anda sobre las alas del viento” (Ibid. 104,3), si no mostrase en ello una particular presencia de su poder. E igualmente se nos dice en otro lugar que cuantas veces el mar se embravece por la impetuosidad de los vientos, aquella perturbaci\u00f3n es testimonio de una particular presencia de Dios: \u201cPorque habl\u00f3, e hizo levantar un viento tempestuoso, que encrespa sus ondas. Suben a los cielos”. Despu\u00e9s: “Cambia la tempestad en sosiego, y se apaciguan sus ondas…. y as\u00ed los gu\u00eda al puerto que deseaban” (Sal. 107,25.29). Y en otro lugar dice que “os her\u00ed con viento solano” (Am. 4,9). Y seg\u00fan esto, aunque los hombres naturalmente tienen la facultad de engendrar, sin embargo Dios quiere que se le atribuya a \u00c9l y que se tenga por particular beneficio suyo que unos nunca tengan hijos, y otros por el contrario, los tengan. Porque el fruto del vientre, don suyo es (Sal. 127,3). Y por esto dec\u00eda Jacob a su mujer Raquel: “\u00bfSoy yo acaso Dios, que te impidi\u00f3 el fruto de tu vientre?\u201d (Gn. 30,2).<\/p>\n En fin, para concluir, no hay cosa m\u00e1s ordinaria en la naturaleza que el que el pan nos sirva de sustento; sin embargo, el Esp\u00edritu Santo declara que no solamente las cosechas son beneficio particular de Dios, sino que los hombres no viven s\u00f3lo del pan (Dt. 8,3), porque no es la hartura lo que los sustenta, sino la oculta bendici\u00f3n de Dios; y, por el contrario, amenaza con hacer que el pan no tenga virtud para sustentar (1s. 3, l). Y de otra manera no podr\u00edamos de veras pedir a Dios nuestro pan cotidiano, si Dios no nos diese el alimento con su mano de Padre. Por esto el Profeta, para convencer a los fieles de que Dios al darles el alimento cumple con el deber de un padre de familia, advierte que \u00c9! mantiene a todo ser vivo (Sal. 136,25).<\/p>\n En conclusi\u00f3n, cuando por un lado o\u00edmos decir: “Los ojos de Jehov\u00e1 est\u00e1n sobre los justos, y atentos sus o\u00eddos al clamor de ellos” (Sal. 34,15), y por el otro: “La ira de Jehov\u00e1 contra los que hacen mal, para cortar de la tierra la memoria de ellos” (Ibid. v. 16), entendamos que todas las criaturas est\u00e1n prestas y preparadas para hacer lo que les mandare. De donde debemos concluir que no solamente hay una providencia general de Dios para continuar el orden natural en las criaturas, sino que son dirigidas por su admirable consejo a sus propios fines.<\/p>\n 8. Esta doctrina no tiene nada de com\u00fan con el \u201cfatum\u201d de los estoicos<\/strong><\/p>\n Los que quieren hacer esta doctrina odiosa, afirman con calumnia quees la doctrina de los estoicos; a saber, que todo sucede por necesidad; lo cual tambi\u00e9n se lo echaron en cara a san Agust\u00edn. En cuanto a nos otros, aunque discutirnos a disgusto por palabras, sin embargo no admitimos el vocablo “hado”, que usaban los estoicos; en parte, porque pertenece a aquel g\u00e9nero de vocablos de cuya profana novedad manda el Ap\u00f3stol que huyamos (1 Tim. 6,20); y tambi\u00e9n porque nuestros adversarios procuran con lo odioso de este nombre menoscabar la verdad de Dios.<\/p>\n En cuanto a esta opini\u00f3n, ellos nos la imputan falsa y maliciosamente. Porque nosotros no concebimos una necesidad presente en la naturaleza por la perpetua conjunci\u00f3n de las causas, como lo supon\u00edan los estoicos, sino que ponemos a Dios como se\u00f1or y gobernador de todo, quien conforme a su sabidur\u00eda desde la misma eternidad determin\u00f3 lo que hab\u00eda de hacer, y ahora con su potencia pone por obra lo que determin\u00f3. De lo cual afirmamos que no solamente el cielo, la tierra y las criaturas inanimadas son gobernadas por su potencia, sino tambi\u00e9n los consejos y la voluntad de los hombres, de tal manera que van derechamente a parar al fin que \u00c9l les hab\u00eda se\u00f1alado. \u00bfPues, qu\u00e9?, dir\u00e1 alguno; \u00bfno acontece nada al acaso y a la ventur\u00e1? Respondo que con mucho acierto dijo Basilio Magno que “fortuna” y “acaso” son palabras propias de gentiles, cuyo significado no debe penetrar en el entendimiento de los fieles. Pues si todo suceso pr\u00f3spero es bendici\u00f3n de Dios, y toda calamidad y adversidad es maldici\u00f3n suya, no queda lugar alguno a la fortuna y al acaso en todo cuanto acontece a los hombres.<\/p>\n El testimonio de san Agust\u00edn. <\/em>Debe tambi\u00e9n excitarnos lo que dice san Agust\u00edn. “Me desagrada,” dice, “en los libros que escrib\u00ed contra los acad\u00e9micos, haber nombrado tantas veces a la fortuna, aunque no me refer\u00eda con ese nombra a diosa alguna, sino al casual acontecer exterior de las cosas, fuesen buenas o malas. Lo mismo que en el lenguaje vulgar suele decirse: es posible, acaso, quiz\u00e1s; lo cual ninguna religi\u00f3n lo prohibe decir, aunque todo debe atribuirse a la divina providencia. E incluso advert\u00ed: Es posible que lo que com\u00fanmente se llama fortuna sea tambi\u00e9n regido por una secreta ordenaci\u00f3n; y solamente atribuimos al acaso aquello cuya raz\u00f3n y causa permanece oculta. Es verdad que dije esto; sin embargo, me pesa haber usado el vocablo \u201cfortuna\u201d, pues veo que los hombres tienen una mal\u00edsima costumbre; en vez de decir: Dios lo ha querido as\u00ed, dicen: as\u00ed lo ha querido la fortuna”‘.<\/p>\n En resumen: en muchos lugares ense\u00f1a que si se atribuye algo a la fortuna, el mundo es regido sin concierto alguno. Y aunque en cierto lugar dice que todas las cosas se hacen en parte por el libre albedr\u00edo del hombre, y en parte por la providencia de Dios, sin embargo m\u00e1s abajo ense\u00f1a bien claramente que los hombres est\u00e1n sujetos a esta providencia y son por ella regidos, porque enuncia este principio: Que no hay cosa m\u00e1s absurda que decir que se puede hacer algo sin que Dios lo haya determinado, pues en ese caso se har\u00eda sin concierto. Por esta raz\u00f3n excluye todo cuanto se podr\u00eda cambiar por la voluntad de los hombres; y poco despu\u00e9s a\u00fan m\u00e1s claramente, al decir que no se debe buscar la causa de la voluntad de Dios.<\/p>\n Ahora bien, lo que entiende con la palabra \u201cpermisi\u00f3n”, que usa muchas veces, lo expone muy bien en cierto lugar3, donde prueba que la voluntad de Dios es la causa primera y due\u00f1a de todas las cosas, porque nada se hace sino por su mandato o permisi\u00f3n. Ciertamente no se imagina a Dios como quien desde una atalaya est\u00e1 ociosamente mirando lo que pasa y permitiendo una cosa u otra, ya que \u00e9l le atribuye una voluntad actual, como suele decirse, la cual no podr\u00eda ser tenida por causa, si \u00c9l no determinase lo que quiere.<\/p>\n 9. Aunque dirigidos por Dios, los acontecimientos nos resultan fortuitos<\/strong><\/p>\n Mas, como la rudeza de nuestro entendimiento est\u00e1 muy lejos de poder penetrar en cosa tan alta como es la providencia de Dios, ser\u00e1 menester hacer una distinci\u00f3n para ayudarla. Digo, pues, que aunque todas las cosas son regidas por consejo y determinaci\u00f3n cierta de Dios, sin embargo nos resultan fortuitas. No que yo piense que la fortuna tiene dominio alguno sobre el mundo y sobre los hombres para revolverlo todo de arriba abajo temerariamente – pues tal desvar\u00edo no debe penetrar en el entendimiento de un cristiano -, sino que, como el orden, la raz\u00f3n, el fin y la necesidad de las cosas que acontecen en su mayor parte permanecen ocultas en el consejo de Dios y no las puede comprender el entendimiento humano, estas cosas nos parecen fortuitas, aunque ciertamente proceden de la voluntad de Dios; pues ellas as\u00ed aparecen, sea que se las considere en su naturaleza, o que se las estime seg\u00fan nuestro juicio y entender. Para poner un ejemplo, supongamos que un mercader, entrando en un bosque con buena escolta, se extrav\u00eda y cae en manos de salteadores y le cortan el cuello. Su muerte no solamente hubiera sido prevista por Dios, sino tambi\u00e9n determinada por su voluntad. Pues no se dice solamente que Dios ha visto de antemano cu\u00e1nto ha de durar la vida de cada cual, sino tambi\u00e9n que “ha puesto l\u00edmites de los cuales no pasar\u00e1” (Job 14,5). Sin embargo, en cuanto la capacidad de nuestro entendimiento puede comprenderlo, todo cuanto aparece en la muerte de] ejemplo parece fortuito. \u00bfQu\u00e9 ha de pensar en tal caso un cristiano? Evidentemente, que todo cuanto aconteci\u00f3 en esta muerte era casual por su naturaleza; sin embargo, no dudar\u00e1 por ello de que la providencia de Dios ha presidido para guiar la fortuna a su fin.<\/p>\n Lo mismo se ha de pensar de las cosas futuras. Como las cosas futuras nos son inciertas, las tenemos en suspenso, como si pudieran inclinarse a un lado o a otro. Sin embargo, es del todo cierto y evidente que no puede acontecer cosa alguna que el Se\u00f1or no haya antes previsto. En este sentido en el libro del Eclesiast\u00e9s se repite muchas veces el nombre de “acontecimiento”, porque los hombres no penetran en principio hasta la causa \u00faltima, que permanece muy oculta para ellos. No obstante, lo que la Escritura nos ense\u00f1a de la providencia secreta de Dios nunca se ha borrado de tal manera del coraz\u00f3n de los hombres que no hayan resplandecido en las mismas tinieblas algunas chispas. As\u00ed los adivinos de los filisteos, aunque vacilaban dudosos, incapaces de responder decididamente a lo que les preguntaban, atribuyen, sin embargo, el infausto acontecimiento en parte a Dios y en parte a la fortuna; dicen: “Y observar\u00e9is; si sube por el camino de su tierra a Bet-semes, \u00e9l nos ha hecho este mal tan grande; y si no, sabremos que no es su mano la que nos ha herido, sino que esto ocurri\u00f3 por accidente” (I Sm. 6,9). Es ciertamente un desprop\u00f3sito recurrir a la fortuna, cuando su arte de adivinar fracasa; sin embargo vemos c\u00f3mo se ven obligados a no osar imputar simplemente a la fortuna la desgracia que les hab\u00eda acontecido.<\/p>\n Por lo dem\u00e1s, c\u00f3mo doblega y tuerce Dios hacia donde quiere con el freno de su providencia todos los acontecimientos, se ver\u00e1 claro con este notable ejemplo. En el momento mismo en que David fue sorprendido y cercado por las gentes de Sa\u00fal en el desierto de Ma\u00f3n, los filisteos entran por tierra de Israel, de modo que Sa\u00fal se ve obligado a retirarse para defender su tierra (I Sm.23,26-27). Si Dios, queriendo librar a su siervo David, obstaculiz\u00f3 de esta manera a Sa\u00fal, aunque los filisteos tomaron de repente las armas sin que nadie lo esperase, ciertamente no debemos decir que sucedi\u00f3 al acaso y por azar; sino lo que nos parece un azar, la fe debe reconocerlo como un secreto proceder de Dios, Es verdad que no siempre se ve una raz\u00f3n semejante, pero hay que tener por cierto que todas las transformaciones que tienen lugar en el mundo provienen de un oculto movimiento de la mano de Dios.<\/p>\n Necesidad absoluta y necesidad contingente.<\/em> Por lo dem\u00e1s, es de tal manera necesario que suceda lo que Dios ha determinado, que, sin embargo, lo que sucede no es necesario precisamente por su naturaleza misma.<\/p>\n De esto tenemos un ejemplo sencillo. Como Jesucristo se revisti\u00f3 de un cuerpo semejante al nuestro, nadie que tenga sentido com\u00fan negar\u00e1 que sus huesos eran de tal naturaleza que se pod\u00edan romper; y sin embargo, no fue posible romperlos. Por locual vemos que no sin raz\u00f3n se han inventado en las escuelas las distinciones de necesidad en cierto sentido y bajo cierto respecto, y de necesidad simple o absoluta; y asimismo de necesidad de lo que se sigue y de la consecuencia; pues, aunque Dios hizo los huesos de su Hijo quebradizos naturalmente, sin embargo los eximi\u00f3 de que fueran rotos. Y as\u00ed, lo que seg\u00fan la naturaleza pudo acontecer, lo restringi\u00f3 con la necesidad de su voluntad.<\/p>\n _______________________________________________________________________________ DETERMINACI\u00d3N DEL FIN DE ESTA DOCTRINA PARA QUE PODAMOS APROVECHARNOS BIEN DE ELLA<\/strong><\/p>\n 1. Sentido y alcance de la providencia<\/strong><\/p>\n Mas como el esp\u00edritu de los hombres se siente inclinado a sutilezas vanas, con gran dificultad se puede conseguir que todos aquellos que no comprenden el verdadero uso de esta doctrina no se enreden en la mara\u00f1a de grandes dificultades. Por tanto ser\u00e1 conveniente explicar aqu\u00ed brevemente con qu\u00e9 fin nos ense\u00f1a la Escritura que todo cuanto se hace est\u00e1 ordenado por Dios.<\/p>\n Primeramente es necesario notar que la providencia de Dios ha de considerarse tanto respecto al pasado como al porvenir; luego, que de tal manera gobierna todas las cosas, que unas veces obra mediante intermediarios, otras sin ellos, y a veces contra todos los medios. Finalmente, que su intento es mostrar que Dios tiene cuidado del linaje humano, y principalmente c\u00f3mo vela atentamente por su Iglesia, a la que mira m\u00e1s de cerca.<\/p>\n La providencia divina es la sabidur\u00eda misma.<\/em> Hay que a\u00f1adir tambi\u00e9n, que aunque el favor paternal de Dios, o su bondad, o el rigor de sus juicios, reluzcan muchas veces en todo el curso de su providencia, sin embargo las causas de las cosas que acontecen son ocultas, de modo que poco a poco llegamos a pensar que los asuntos de los hombres son movidos por el ciego \u00edmpetu de la fortuna; o nuestra carne nos impulsa a murmurar contra Dios, como si Dios se complaciese en arrojar a los hombres de ac\u00e1 para all\u00e1, cual si fuesen pelotas. Es verdad que si mantenemos el entendimiento tranquilo y sosegado para poder aprender, el resultado final manifestar\u00e1 que Dios tiene grand\u00edsima raz\u00f3n en su determinaci\u00f3n de hacer lo que hace, sea para instruir a los suyos, en la paciencia, o para corregir sus malas aficiones, o para dominar su lascivia, o para obligarlos a renunciar a s\u00ed mismos, o para despertarlos de su pereza; o, por el contrario, para abatir a los soberbios, o para confundir la astucia de los imp\u00edos y destruir sus maquinaciones. En todo caso, hemos de tener por seguro que, aunque no entendamos ni sepamos las causas, no obstante est\u00e1n escondidas en Dios, y por lo tanto debemos exclamar con David: “Has aumentado, oh Jehov\u00e1 Dios m\u00edo, tus maravillas; y tus pensamientos para con nosotros no es posible contarlos ante \u00da” (Sal. 40,5). Porque, aunque en nuestras adversidades debamos acordarnos de nuestros pecados para que la misma pena nos mueva a hacer penitencia, sin embargo sabemos que Cristo atribuye a su Padre, cuando castiga a los hombres, una autoridad mucho mayor que la facultad de castigar a cada cual conforme a como lo ha merecido. Pues hablando del ciego de nacimiento dice: “No es que pec\u00f3 \u00e9ste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en \u00e9l” (Jn.9,3). Aqu\u00ed murmura nuestro carnal sentir, al ver que un ni\u00f1o, aun antes de haber nacido, ya en el seno materno es castigado tan rigurosamente como si Dios no se condujera humanamente con los que castiga as\u00ed sin ellos merecerlo. Pero Jesucristo afirma que la gloria de su Padre brilla en tales espect\u00e1culos, con tal que tengamos los ojos limpios.<\/p>\n La voluntad de Dios es la causa just\u00edsima de todo cuanto hace.<\/em> Mas hemos de tener la modestia de no querer forzar a Dios a darnos cuenta y raz\u00f3n, sino adorar de tal manera sus juicios ocultos, que su voluntad sea para nosotros causa just\u00edsima de todo cuanto hace. Cuando el cielo est\u00e1 cubierto de espes\u00edsimas nubes y se levanta alguna gran tempestad, como no vemos m\u00e1s que oscuridad y suenan truenos en nuestros o\u00eddos y todos nuestros sentidos est\u00e1n at\u00f3nitos de espanto, nos parece que todo est\u00e1 confuso y revuelto; y, sin embargo, siempre hay en el cielo la misma quietud y serenidad. De la misma manera debemos pensar, cuando los asuntos del mundo, por estar revueltos, nos impiden juzgar que estando Dios en la claridad de su justicia y sabidur\u00eda, con gran orden y concierto dirige admirablemente y encamina a sus propios fines estos revueltos movimientos. Y, en verdad, el desenfreno de much\u00edsimos es en este punto monstruoso, pues con gran licencia y atrevimiento osan criticar las obras de Dios, pedirle cuenta de cuanto hace, penetrar y escudri\u00f1ar sus secretos consejos, e incluso precipitarse a dar su parecer sobre lo que no saben, como si se tratara de juzgar los actos de un hombre mortal. Pues, \u00bfhay algo m\u00e1s fuera de raz\u00f3n que conducirse con modestia con nuestros semejantes prefiriendo suspender el juicio a ser tachados de temerarios, y mientras tanto mofarse audazmente de los juicios secretos de Dios, los cuales debemos admirar y reverenciar grandemente?<\/p>\n 2. La raz\u00f3n de lo que no comprendemos ha de ser atribuida a \u00a1ajusta y oculta sabidur\u00eda de Dios<\/strong><\/p>\n Por tanto, nadie podr\u00e1 debidamente y con provecho considerar la providencia de Dios, si no considera que se trata de su creador y del que ha hecho el mundo, y se somete a \u00c9l con la humildad que conviene. De aqu\u00ed viene que actualmente tantos con sus venenosas mordeduras intenten destruir esta doctrina o al menos griten contra ella, pues no quieren que Dios haga m\u00e1s que lo que su juicio les dicta como razonable.<\/p>\n Nos imputan asimismo todas las villan\u00edas que pueden porque, no content\u00e1ndonos con los mandamientos de la Ley en los que est\u00e1 comprendida la voluntad de Dios, decimos adem\u00e1s que el mundo est\u00e1 gobernado por los ocultos designios de Dios. Como si lo que ense\u00f1arnos fuese invenci\u00f3n nuestra, y no repitiese claramente el Esp\u00edritu Santo a cada paso esta doctrina y de diversas maneras. Mas como un cierto pudor les impide atreverse a lanzar sus blasfemias contra el cielo, para mostrar m\u00e1s libremente su ira fingen que contienden contra nosotros.<\/p>\n Mas, si no quieren confesar que todo cuanto acontece en el mundo es gobernado por el incomprensible consejo de Dios, que me respondan con qu\u00e9 fin dice la Escritura que sus juicios son un abismo profundo (Sal. 36,6). Pues si Mois\u00e9s declara que la voluntad de Dios no debe buscarse m\u00e1s all\u00e1 de las nubes ni en los abismos, porque se nos expone familiarmente en la Ley (Dt. 30,11-14), s\u00edguese que hay otra voluntad oculta, la cual es comparada a un abismo profundo, de la cual habla tambi\u00e9n san Pablo, diciendo: ” \u00a1Oh profundidad de las riquezas de la sabidur\u00eda y de la ciencia de Dios! \u00a1Cu\u00e1n insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! Porque, \u00bfqui\u00e9n entendi\u00f3 la mente del Se\u00f1or? \u00bf0 qui\u00e9n fue su consejero?” (Rom. 11, 33-34). Es verdad que en la Ley y en el Evangelio se contienen misterios que sobrepasan en gran manera nuestra capacidad; pero como Dios alumbra a los suyos con el esp\u00edritu de inteligencia para que puedan comprender los misterios que ha querido revelar en su santa Palabra, no hay ya ning\u00fan abismo, sino camino por el cual poder marchar con seguridad, antorcha para guiar nuestros pasos, luz de vida y escuela de verdad cierta y evidente. Pero la admirable manera de gobernar el mundo con gran raz\u00f3n se llama abismo, porque en cuanto que no la entendemos, la debemos adorar con gran reverencia. Mois\u00e9s atinadamente expuso en pocas palabras ambas cosas: \u201cLas cosas secretas”, dice, “pertenecen a Jehov\u00e1 nuestro Dios; mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos” (Dt. 29,29). Vemos, pues, c\u00f3mo nos manda, no solamente ejercitarnos en meditar la Ley de Dios, sino tambi\u00e9n en levantar nuestro entendimiento para adorar su oculta providencia. Esta alteza se nos predica muy bien igualmente en el libro de Job, para humillar nuestro entendimiento. Porque, despu\u00e9s de haber el autor disputado tan admirablemente como le era posible de las obras de Dios, recorriendo de arriba abajo esta m\u00e1quina del mundo, dice al fin: “He aqu\u00ed, estas cosas son s\u00f3lo los bordes de sus caminos; y \u00a1cu\u00e1n leve es el susurro que hemos o\u00eddo de \u00e9l\u201d(Job 26,14). Por esta causa distingue en otro lugar entre la sabidur\u00eda que reside en Dios y la manera de saber que se\u00f1al\u00f3 a los hombres. Porque, despu\u00e9s de haber tratado de los secretos de la naturaleza, dice que la sabidur\u00eda es conocida solamente por Dios, y que ninguno de cuantos viven la alcanzan; mas poco despu\u00e9s a\u00f1ade que se publica para que la busquen, por cuanto se ha dicho al hombre: “He aqu\u00ed que el temor del Se\u00f1or es la sabidur\u00eda” (Job 28,8). A esto se refer\u00eda san Agust\u00edn cuando dijo: “Como no sabemos todo cuanto Dios hace de nosotros con un orden maravilloso, obramos seg\u00fan su ley cuando somos guiados por una buena voluntad; en cuanto a lo dem\u00e1s, somos guiados por la providencia de Dios, la cual es una ley inmutable”.<\/p>\n Si, pues, Dios se atribuye a s\u00ed mismo una autoridad y un derecho de regir el mundo para nosotros incomprensible, la regla de, la verdadera sobriedad y modestia consistir\u00e1 en someternos a \u00c9l, de tal forma que su voluntad sea para nosotros la \u00fanica norma de justicia y causa just\u00edsima de cuanto acontece. No me refiero a aquella voluntad absoluta de la que charlan los sofistas, separando abominablemente su justicia de su potencia, como si pudiese hacer alguna cosa contra toda justicia y equidad; sino que hablo de la providencia con que gobierna todo lo creado, de la cual no procede ninguna cosa que no sea buena y justa, aunque no sepamos la causa.<\/p>\n 3. La providencia no destruye la responsabilidad del hombre<\/strong><\/p>\n Todos los que se condujeren con esta modestia, no hablar\u00e1n mal contra Dios por las adversidades padecidas en el pasado, ni le echar\u00e1n la culpa de sus pecados, como el rey Agamen\u00f3n dice en Homero: “Yo no soy la causa, sino J\u00fapiter y la diosa de la necesidad.\u201d Ni, desesperados, como si se viesen forzados por el hado o la necesidad inevitable, se arrojar\u00e1n a un despe\u00f1adero, como dice el joven que presenta Plauto: “La condici\u00f3n y suerte de las cosas es inconstante; el hado conforme a su antojo mueve a los hombres; dar\u00e9, pues, con mi nave en una roca, para en ella perder mi hacienda con mi vida”. Ni tampoco encubrir\u00e1n sus abominaciones con el nombre de Dios, como aquel otro joven, llamado Lic\u00f3nides, a quien presenta el mismo poeta: “Dios”, dice, \u201cfue el impulsor; yo creo que los dioses lo quisieron, porque si ellos no lo quisieran, s\u00e9 que no hubiera ocurrido”. Sino que m\u00e1s bien preguntar\u00e1n a la Escritura y aprender\u00e1n de ella qu\u00e9 es lo que agrada a Dios, para que teniendo *al Esp\u00edritu como gu\u00eda, tiendan a ello. Y as\u00ed preparados para seguir a Dios por donde quisiere llevarlos, mostrar\u00e1n con las obras que no hay cosa m\u00e1s \u00fatil y provechosa que esta doctrina que los imp\u00edos injustamente persiguen porque algunos hacen mal uso de ella.<\/p>\n Muy neciamente se alborotan los hombres mundanos revolviendo el cielo y la tierra, como suele decirse, con sus trivialidades. Si Dios, dicen, ha se\u00f1alado la hora y el momento en que cada uno de nosotros ha de morir, de ning\u00fan modo lo podremos evitar; en vano, pues, nos esforzaremos en mirar por nosotros. Y as\u00ed, algunos no se atreven a ponerse en camino cuando oyen decir que hay peligro de ser asaltados por los ladrones; otros env\u00edan a llamar al m\u00e9dico y toman medicinas para conservar la vida; otros se abstienen de alimentos fuertes, porque son enfermizos; otros temen habitar en casas que amenazan ruina; y, en general, todos buscan los medios posibles y ponen toda su diligencia en alcanzar lo que desean. Todos estos remedios, dicen, que se buscan para enmendar la voluntad de Dios, son vanos; o de lo contrario, las cosas no acaecen por su voluntad y disposici\u00f3n. Porque es incompatible decir que la vida y la muerte, la salud y la enfermedad, la paz y la guerra, y otras cosas semejantes vienen de la mano de Dios, y que los hombres con su industria las evitan o consiguen, seg\u00fan que las aborrezcan o deseen. Asimismo dicen que las oraciones de los fieles no solamente ser\u00edan superfluas, sino incluso perversas, por pedir con ellas a Dios que provea y ponga orden en lo que su majestad ha determinado desde toda la eternidad. En fin, suprimen todo consejo y deliberaci\u00f3n respecto al futuro, como repulsivo a la providencia de Dios, la cual sin pedirnos consejo ha determinado de una vez lo que quiere que se haga. Adem\u00e1s, de tal manera imputan a la providencia de Dios cuanto acontece, que no tienen en cuenta al hombre que se sabe de cierto ha cometido tal cosa. Si alg\u00fan malvado mata a un hombre de bien, dicen que ejecut\u00f3 los designios de Dios. Si alguno roba o fornica, dicen que es ministro de la providencia de Dios, pues puso por obra lo que \u00c9l hab\u00eda deliberado y determinado. Si el hijo deja morir a su padre, no procur\u00e1ndole los remedios que necesitaba, dicen que n pudo resistir a Dios, el cual as\u00ed lo hab\u00eda determinado de toda la eternidad De esta manera a toda clase de vicio lo llaman virtud, porque los vicio sirven para lo que Dios ha ordenado.<\/p>\n 4. El hombre debe cuidar de la preservaci\u00f3n de su vida<\/strong><\/p>\n En cuanto a las cosas futuras, Salom\u00f3n pone f\u00e1cilmente de acuerdo con la providencia divina las deliberaciones de los hombres. Porque, as como se burla de la locura de aquellos que sin Dios se atreven a emprender todo cuanto se les antoja, como si Dios no lo rigiese todo con su mano, tambi\u00e9n en otro lugar dice as\u00ed: “El coraz\u00f3n del hombre piensa su camino; mas Jehov\u00e1 endereza sus pasos” (Prov. 16,9); con lo cual da a entender que el decreto eterno de Dios no nos impide que miremos por nosotros mismos con el favor de su buena voluntad, y que ordenemos todos nuestros asuntos. La raz\u00f3n de esto es evidente: porque \u00c9l, que ha limitado nuestra vida, nos ha dado los medios para conservarla; nos ha avisado de los peligros, para que no nos hallasen desapercibidos, d\u00e1ndonos los remedios necesarios contra ellos. Ahora, pues, vemos lo que debemos hacer: si el Se\u00f1or nos ha confiado la guarda de nuestra vida, que la conservemos; si nos da los remedios, que usemos de ellos; si nos muestra los peligros, que no nos metamos temerariamente en ellos; si nos ofrece los remedios, que no los menospreciemos. Mas, dir\u00e1 alguno, ning\u00fan peligro nos perjudicar\u00e1, si no se ordena que nos perjudique, pues esto de ninguna manera se puede evitar. Pero, al contrario, \u00bfqu\u00e9 pasar\u00e1 si los peligros no son inevitables, pues el Se\u00f1or nos muestra los remedios para libramos de ellos? Mira qu\u00e9 correlaci\u00f3n hay entre tu argumento y el orden de la providencia de Dios. T\u00fa deduces que no se debe huir del peligro porque, no siendo’ inevitable, hemos de escapar de \u00e9l aun sin preocuparnos por ello; pero el Se\u00f1or, por el contrario, te manda que te guardes, porque no quiere que el peligro te resulte inevitable. Estos desatinados no consideran lo que tienen ante los ojos: que el Se\u00f1or ha inspirado a los hombres la industria de aconsejarse y defenderse, y as! servir a la providencia divina conservando su vida; como, al contrario, con negligencia y menosprecio se procuran las desventuras con las que \u00c9l los quiere afligir. Porque, \u00bfde d\u00f3nde viene que un hombre prudente, poniendo orden en sus negocios se vea libre del mal en que estaba para caer, y que el necio, por no usar de consejo, temerariamente perezca, sino de que la locura y la prudencia son instrumentos de lo que Dio’ s ha determinado respecto a una y otra parte?<\/p>\n \u00c9sta es la causa por la que Dios ha querido que no conozcamos el futuro, para que al ser dudoso, nos previni\u00e9ramos y no dej\u00e1semos de usar los remedios que nos da contra los peligros, hasta que, o los venzamos, o seamos de ellos vencidos. Por esto dije que la providencia de Dios no se nos descubre y manifiesta de ordinario, sino acompa\u00f1ada y encubierta con los medios con que Dios en cierto modo la reviste.<\/p>\n 5. El hombre debe obedecer a la voluntad revelada de Dios<\/strong><\/p>\n En cuanto a las cosas pasadas y que ya han acontecido, necia perversamente consideran la clara y manifiesta providencia de Dios. Si de ella, dicen, depende cuanto acontece en el mundo, entonces ni los hurtos, ni los adulterios, ni los homicidios se cometen sin que intervenga la voluntad de Dios. \u00bfPor qu\u00e9 causa, dicen, es castigado el ladr\u00f3n, que ha robado a quien Dios quiso castigar con la pobreza? \u00bfPor qu\u00e9 se ha de castigar al homicida que ha matado a quien Dios quiso privar de la vida? Si todos \u00e9stos sirven a la voluntad de Dios, \u00bfpor qu\u00e9 son castigados?<\/p>\n Yo respondo que no sirven a la voluntad de Dios. Pues no podemos decir que quien obra con mala intenci\u00f3n sirve a Dios, porque solamente obedece a sus propios malos deseos. Quien obedece a Dios es el que sabiendo cu\u00e1l es su voluntad, procura poner por obra lo que le manda. \u00bfY d\u00f3nde nos lo ense\u00f1a, sino mediante su Palabra? Por lo tanto, en nuestros asuntos debemos poner los ojos en la voluntad de Dios, que \u00c9l nos ha revelado en su Palabra. Dios solamente pide de nosotros lo que nos ha mandado. Si cometemos algo contra lo que nos est\u00e1 mandado, eso no es obediencia, sino contumacia y transgresi\u00f3n. Mas replican que no lo har\u00edamos si \u00c9l no quisiese. Confieso que es as\u00ed’ Pero pregunto: \u00bfcometemos el mal con el prop\u00f3sito de agradarle? No; \u00c9l no nos manda tal cosa; no obstante, nosotros vamos tras el mal, sin preocuparnos de lo que \u00c9l quiere, sino arrebatados de tal manera por la furia de nuestro apetito, que deliberadamente nos esforzamos por llevarle la contraria. De esta manera, al obrar mal servimos a su justa ordenaci\u00f3n, porque \u00c9l conforme a su infinita sabidur\u00eda sabe usar malos instrumentos para obrar bien.<\/p>\n Dios se sirve de los pecados como de instrumentos.<\/em> Mas consideremos cu\u00e1n inadecuada y necia es la argumentaci\u00f3n de \u00e9stos. Quieren que los que cometen el pecado no sean castigados, porque no lo cometen sin que Dios lo ordene as\u00ed. Pues yo digo a\u00fan m\u00e1s: que los ladrones, homicidas y dem\u00e1s malhechores son instrumentos de la providencia de Dios, de los cuales se sirve el Se\u00f1or para ejecutar los designios que en s\u00ed mismo determin\u00f3; pero niego que por ello puedan tener excusa alguna. Porque, \u00bfc\u00f3mo podr\u00e1n mezclar a Dios en su propia maldad o encubrir su pecado con la justicia divina? Ninguna de estas cosas les es posible, y su propia conciencia les convence de ello de tal manera que no pueden considerarse limpios. Pues echar a Dios la culpa no lo pueden, porque en s\u00ed mismos hallan todo el mal, y en \u00c9l solamente una manera buena y leg\u00edtima de servirse de su malicia. Sin embargo, dir\u00e1 alguno, \u00c9l obra por medio de ellos. \u00bfDe d\u00f3nde, pregunto yo, le viene el hedor al cuerpo muerto despu\u00e9s de que los rayos del sol lo han corrompido y abierto? Todos ven que ello se debe a los rayos del sol; sin embargo, nadie dir\u00e1 por esto que los rayos hieden. Pues de la misma manera, si la materia del mal y la culpa reside en el hombre malo, \u00bfpor qu\u00e9 hemos de pensar que se le pega a Dios suciedad alguna, porque \u00c9l conforme a su voluntad se sirve de un hombre malo? Por lo tanto, desechemos esta petulancia y desverg\u00fcenza, que desde lejos puede clamar contra la justicia de Dios, pero no la puede tocar.<\/p>\n 6. Los creyentes saben que Dios ejerce su providencia para su salvaci\u00f3n<\/strong><\/p>\n Sin embargo, la piadosa y santa meditaci\u00f3n de la providencia de Dios que nos dicta la piedad deshar\u00e1 f\u00e1cilmente estas calumnias, o por mejor decir, los desvar\u00edos de estos esp\u00edritus fren\u00e9ticos, de tal manera que saquemos de ello dulce y sazonado fruto. Por ello, el alma del cristiano, teniendo por cosa cert\u00edsima que nada acontece al acaso ni a la ventura, sino que todo sucede por la providencia y ordenaci\u00f3n de Dios, pondr\u00e1 siempre en \u00c9l sus ojos, como causa principal de todas las cosas, sin dejar, empero, por ello de estimar y otorgar su debido lugar a las causas inferiores. Asimismo no dudar\u00e1 de que la providencia de Dios est\u00e1 velando particularmente para guardarlo, y que no permitir\u00e1 que le acontezca nada que no sea para su bien y su salvaci\u00f3n. Y como tiene que tratar en primer lugar con hombres, y luego con las dem\u00e1s criaturas, se asegurar\u00e1 de que la providencia de Dios reina en todo. Por lo que toca a los hombres, sean buenos o malos, reconocer\u00e1 que sus consejos, prop\u00f3sitos, intentos, facultades y empresas est\u00e1n bajo la mano de Dios de tal suerte, que en su voluntad est\u00e1 doblegarlos o reprimirlos cuando quisiere.<\/p>\n Hay muchas promesas evidentes, que atestiguan que la providencia de Dios vela en particular por la salvaci\u00f3n y el bien de los fieles. As\u00ed cuando se dice: “Echa sobre Jehov\u00e1 tu carga, y \u00e9l te sustentar\u00e1; no dejar\u00e1 para siempre ca\u00eddo al justo” (Sal.55,22; 1 Pe.5,7). Y: “El que habita al abrigo del Alt\u00edsimo morar\u00e1 bajo la sombra del Omnipotente” (Sal. 9 1, 1). Y: \u201cEl que os toca, toca a la ni\u00f1a de su ojo” (Zac. 2,8). Y: \u201cTe pondr\u00e9… por muro fortificado de bronce, y pelear\u00e1n contra ti, pero no te vencer\u00e1n, porque yo estoy contigo…” (Jer. 15,20). Y: “Aunque la madre se olvide de sus hijos, yo, empero, no me olvidar\u00e9 de ti” (ls.49,15).<\/p>\n M\u00e1s a\u00fan; \u00e9ste es el fin principal a que miran las historias que se cuentan en la Biblia, a saber: mostrar que Dios con tanta diligencia guarda a los suyos, que ni siquiera tropezar\u00e1n con una piedra. Y as\u00ed como justamente he reprobado antes la opini\u00f3n de los que imaginan una providencia universal de Dios que no se baja a cuidar de cada cosa en particular, de la misma manera es preciso ahora que reconozcamos ante todo que \u00c9l tiene particular cuidado de nosotros. Por esto Cristo, despu\u00e9s de haber afirmado que ni siquiera un pajarito, por d\u00e9bil que sea, cae a tierra sin la voluntad del Padre (Mt. 10,29), luego a\u00f1ade que, teniendo nosotros mucha mayor importancia que los p\u00e1jaros, hemos de pensar que Dios se cuida mucho m\u00e1s de nosotros; y que su cuidado es tal, que todos los cabellos de nuestra cabeza est\u00e1n contados, de suerte que ni uno de ellos caer\u00e1 sin su licencia (Mt. 10, 30-3 l). \u00bfQu\u00e9 m\u00e1s podemos desear, pues ni un solo cabello puede caer de nuestra cabeza sin su voluntad? Y no hablo solamente del g\u00e9nero humano; pero por cuanto Dios ha escogido a la Iglesia por morada suya, no hay duda alguna que desea mostrar con ejemplos especiales la solicitud paterna\u00a1 con que la gobierna.<\/p>\n 7. Dios dirige los pensamientos y el coraz\u00f3n de los hombres para provecho de su Iglesia y de los suyos<\/strong><\/p>\n Por ello, el siervo de Dios, confirmado con tales promesas y ejemplos, considerar\u00e1 los testimonios en que se nos dice que todos los hombres est\u00e1n bajo la mano de Dios, bien porque sea preciso reconciliarlos, bien para reprimir su malicia y que no cause da\u00f1o alguno. Porque el Se\u00f1or es quien nos da gracia, no solamente ante aquellos que nos aman, sino incluso a los ojos de los egipcios (6.3,21). Y \u00c9l es quien sabe abatir de diversos modos el furor de nuestros enemigos. Porque unas veces les quita el entendimiento, a fin de que no puedan tomar ning\u00fan buen consejo; como hizo cuando, para enga\u00f1ar al rey Acab, le envi\u00f3 a Satan\u00e1s, que profetiz\u00f3 la mentira por boca de todos los falsos profetas (1 Re. 22,22). As\u00ed tambi\u00e9n hizo con Roboam, ceg\u00e1ndole con el consejo de los j\u00f3venes, de tal forma que por su locura fue despojado de su reino (1 Re. 12,10.15). Otras veces, d\u00e1ndoles entendimiento para ver y entender lo que les conviene, de tal manera los amedranta y desanima, que no se atreven en modo alguno a hacer lo que han pensado. En fin, otras veces, despu\u00e9s de haberles permitido intentar y comenzar a poner por obra lo que su capricho y furor les suger\u00eda, les corta a tiempo el vuelo de sus \u00edmpetus y no les permite llevar adelante lo que pretend\u00edan. De esta manera deshizo a tiempo el consejo de Ahitof\u00e9l, que hubiera sido fatal para David (2 Sm. 17,7.14). As\u00ed se cuida de guiar y dirigir todas las criaturas para bien y salvaci\u00f3n de los suyos, incluso al mismo Diablo, el cual vemos que no se atrevi\u00f3 a intentar cosa alguna contra Job sin que Dios se lo permitiese y mandase (Job 1, 12).<\/p>\n Podemos estar reconocidos a la bondad de Dios.<\/strong> Cuando consigamos este conocimiento, necesariamente se seguir\u00e1 el agradecimiento de coraz\u00f3n en la prosperidad, y la paciencia en la adversidad, y adem\u00e1s, una singular seguridad para el porvenir. Por tanto, todo cuanto nos aconteciere conforme a lo que deseamos, lo atribuiremos a Dios, sea que recibamos el beneficio y la merced por medio de los hombres, o de las criaturas inanimadas. Pues hemos de pensar en nuestro coraz\u00f3n: sin duda alguna el Se\u00f1or es quien ha inclinado la voluntad de \u00e9stos a que me amen, y ha hecho que fueran instrumentos de su benignidad hacia m\u00ed. Cuando obtuvi\u00e9remos buena cosecha y abundancia de los otros frutos de la tierra, consideraremos que el Se\u00f1or es quien manda que el cielo llueva sobre la tierra para que ella d\u00e9 fruto. Y en cualquier otra clase de prosperidad tendremos por seguro que s\u00f3lo la bendici\u00f3n de Dios es la que hace prosperar y multiplicar todas las cosas. Estas exhortaciones no permitir\u00e1n que seamos ingratos con \u00c9l.<\/p>\n 8. Podemos ser pacientes y estar tranquilos en la adversidad sin resquemor y sin esp\u00edritu de venganza hacia nuestros enemigos<\/strong><\/p>\n Por el contrario, si alguna adversidad nos aconteciere, al momento levantaremos nuestro coraz\u00f3n a Dios, \u00fanico capaz de hacernos tener paciencia y tranquilidad. Si Jos\u00e9 se hubiera detenido a considerar la deslealtad de sus hermanos, nunca hubiera conservado en su coraz\u00f3n sentimientos fraternos hacia ellos. Mas como levant\u00f3 su coraz\u00f3n a Dios, olvid\u00e1ndose de la injuria se inclin\u00f3 a la mansedumbre y clemencia, de suerte que \u00e9l mismo consuela a sus hermanos y les dice: “No me enviasteis ac\u00e1 vosotros, sino Dios me envi\u00f3 delante de vosotros … para daros la vida. Vosotros pensasteis mal contra m\u00ed, mas Dios lo encamin\u00f3 a bien” (Gn.45,8; 50,20). Si Job se hubiera fijado en los caldeos, por los cuales era perseguido, se hubiera sentido movido a vengarse de ellos, mas como en ello reconoce la acci\u00f3n de Dios, se consuela con aquella admirable sentencia: “Jehov\u00e1 dio, y Jehov\u00e1 quit\u00f3; sea el nombre de Jehov\u00e1 bendito” (Job 1,21). De la misma manera, si David se hubiera parado a considerar la malicia de Simei, que le injuriaba y tiraba piedras, hubiera exhortado a los suyos a la venganza; mas como comprend\u00eda que Simei no hac\u00eda aquello sin que Dios le moviese a ello, los aplaca en vez de provocarlos, diciendo: “Dejadle que me maldiga, pues Jehov\u00e1 se lo ha dicho” (2 Sm. 16, 11). Con este mismo freno reprime en otra parte su excesivo dolor: “Enmudec\u00ed, no abr\u00ed mi boca, porque t\u00fa lo hiciste” (Sal. 39,9).<\/p>\n Si ning\u00fan remedio hay m\u00e1s eficaz contra la ira y la impaciencia, ciertamente no habr\u00e1 sacado poco provecho el que haya aprendido a meditar en la providencia de Dios en este punto, de tal suerte que pueda siempre acordarse de aquella sentencia: El Se\u00f1or lo ha querido, por tanto es necesario tener paciencia y sufrirlo; no solamente porque no es posible resistir, sino porque no quiere nada que no sea justo y conveniente.<\/p>\n En resumen, cuando seamos injuriados injustamente por los hombres, no tengamos en cuenta su malicia – lo cual no conseguir\u00eda m\u00e1s que exasperar nuestro dolor y provocarnos a mayor venganza -, sino acord\u00e9monos de poner nuestros ojos en Dios, y aprendamos a tener por cierto que todo cuanto nuestros enemigos intentan contra nosotros ha sido permitido y aun ordenado por justa disposici\u00f3n de Dios.<\/p>\n San Pablo, queriendo reprimir en nosotros la tendencia a devolver mal por mal, nos avisa prudentemente de que no luchamos contra carne ni sangre, sino contra un enemigo espiritual, que es el Diablo (Ef. 6,12), a fin de que nos preparemos para la lucha. Pero esta admonici\u00f3n de que Dios es quien arma tanto al Diablo como a todos los dem\u00e1s imp\u00edos, y que preside como juez que ha de dar el premio al victorioso para ejercitar nuestra paciencia, es, util\u00edsima para aplacar el \u00edmpetu de nuestra ira.<\/p>\n Mas si las adversidades y miserias que padecemos nos vienen por otro medio distinto de los hombres, acord\u00e9monos de lo que ense\u00f1a la Ley: que toda prosperidad proviene de la bendici\u00f3n de Dios, y que todas las adversidades son otras tantas maldiciones suyas (Dt.28). Y ll\u00e9nenos de terror aquella horrible amenaza: “Si anduviereis conmigo en oposici\u00f3n, yo tambi\u00e9n proceder\u00e9 en contra de vosotros” (Lv.26,23-24). Palabras con las que se pone de relieve nuestra necedad; porque nosotros seg\u00fan nuestro sentir carnal tenemos por cosa fortuita y sucedida al acaso todo cuanto acontece, sea bueno o malo, y no nos conmovemos con los beneficios que Dios nos hace, para servirle, ni tampoco nos sentimos incitados a arrepentirnos con sus castigos. Por esta misma raz\u00f3n Jerem\u00edas y Am\u00f3s reprend\u00edan tan \u00e1speramente a los jud\u00edos, pues \u00e9stos pensaban que ni el mal ni el bien proven\u00edan de la mano de Dios (Lam. 3,38; Am. 3,6). Viene a prop\u00f3sito lo que dice lsa\u00edas: “Yo Jehov\u00e1, y ninguno m\u00e1s que yo, que formo la luz y creo las tinieblas, que hago la paz y creo la adversidad. Yo Jehov\u00e1 soy el que hago todo esto” (Is.45,6-7).<\/p>\n 9. De la importancia y responsabilidad de las causas inferiores en el pasado y en el futuro<\/strong><\/p>\n Sin embargo, el hombre que teme a Dios no dejar\u00e1 de tener en cuenta las causas inferiores. Porque aunque consideremos como ministros de la liberalidad de Dios a aquellos de quien recibimos alg\u00fan beneficio o merced, no por eso hemos de tenerlos en menos, como si ellos no hubiesen merecido con su humanidad que se lo agradezcamos; por el contrario, reconoceremos que les somos deudores y les estamos obligados, y nos esforzaremos en hacer otro tanto por ellos conforme a la posibilidad y oportunidad que se nos ofreciere. En conclusi\u00f3n, glorificaremos y ensalzaremos a Dios por los beneficios que de \u00c9l recibimos, y lo reconoceremos como autor principal de ellos; pero tambi\u00e9n honraremos a los hombres como ministros y dispensadores de los beneficios de Dios, y nos daremos cuenta de que ha querido que nos sintamos agradecidos a ellos, pues se ha mostrado bienhechor nuestro por medio de ellos.<\/p>\n Si por negligencia o inadvertencia nuestra sufrimos alg\u00fan da\u00f1o, tengamos por cierto que Dios as\u00ed lo ha querido; sin embargo, no dejemos de echarnos la culpa a nosotros mismos. Si alg\u00fan pariente o amigo nuestro, de quien hab\u00edamos de cuidar, muere por nuestra negligencia, aunque no ignoremos que hab\u00eda llegado al t\u00e9rmino de su vida del cual no pod\u00eda pasar, sin embargo, no podemos por eso excusarnos de nuestro pecado; sino que por no haber cumplido con nuestro deber hemos de sentir su muerte como si se debiera a nuestra culpa y negligencia. Y mucho menos nos excusaremos, pretextando la providencia de Dios, cuando cometi\u00e9remos un homicidio o latrocinio por enga\u00f1o o malicia deliberada; sino que en el mismo acto consideraremos como distintas la justicia de Dios y la maldad del hombre, como de hecho ambas se muestran con toda evidencia.<\/p>\n En cuanto a lo porvenir, tendremos en cuenta de modo particular las causas inferiores de las que hemos hablado. Tendremos como una bendici\u00f3n de Dios, que nos d\u00e9 los medios humanos para nuestra conservaci\u00f3n. Por ello no dejaremos de deliberar y pedir consejo, ni seremos perezosos en suplicar el favor de aquellos que pueden ayudarnos; m\u00e1s bien pensaremos que cuanto las criaturas pueden ayudarnos, es Dios mismo quien lo pone en nuestras manos, y usaremos de ellas como de leg\u00edtimos instrumentos de la providencia de Dios. Y como no sabemos de qu\u00e9 manera han de terminar los asuntos que tenemos entre manos – excepto el saber que Dios mira en todo por nuestro bien – nos esforzaremos por conseguir lo que nos parece \u00fatil y provechoso, en la medida en que nuestro entendimiento lo comprende. Sin embargo, no hemos de tomar consejo seg\u00fan nuestro propio juicio, sino que hemos de ponernos en las manos de Dios y dejarnos guiar por su sabidur\u00eda para que ella nos encamine por el camino recto.<\/p>\n Pero tampoco hemos de poner nuestra confianza en la ayuda y los medios terrenos de tal manera, que cuando los poseamos nos sintamos del todo tranquilos, y cuando nos falten, desfallezcamos, como si ya no hubiese remedio alguno. Pues siempre hemos de tener nuestro pensamiento puesto en la providencia divina, y no hemos de permitir que nos aparte de ella la consideraci\u00f3n de las cosas presentes. De esta manera Joab, aunque sab\u00eda que el suceso de la batalla que iba a dar depend\u00eda de la voluntad de Dios y estaba en su mano, con todo no se durmi\u00f3, sino que diligentemente puso por obra lo que conven\u00eda a su cargo y era obligaci\u00f3n suya, dejando a Dios lo dem\u00e1s y el resultado que tuviere a bien dar. “Esforc\u00e9monos”, dice, “por nuestro pueblo, y por las ciudades de nuestro Dios; y haga Jehov\u00e1 lo que bien le pareciere” (2 Sin. 10,12).<\/p>\n Este pensamiento nos despojar\u00e1 de nuestra temeridad y falsa confianza, y nos impulsar\u00e1 a invocar a Dios de continuo; asimismo regocijar\u00e1 nuestro esp\u00edritu con la esperanza, para que no dudemos en menospreciar varonil y constantemente los peligros que por todas partes nos rodean.<\/p>\n 10. Nuestra vida es fr\u00e1gil y presa de mil peligros<\/strong><\/p>\n En esto se ve la inestimable felicidad de los fieles. Innumerables so las miserias que por todas partes tienen cercada esta vida presente, cada una de ellas nos amenaza con un g\u00e9nero de muerte. Sin ir m\u00e1s lejos, siendo nuestro cuerpo un recept\u00e1culo de mil especies de enfermedades, e incluso llevando \u00e9l mismo en s\u00ed las causas de las mismas, doquiera que vaya el hombre no podr\u00e1 prescindir de su compa\u00f1\u00eda, y llevar\u00e1 en cierta manera su vida mezclada con la muerte. Pues, \u00bfqu\u00e9 otra cosa podemos decir, si no podemos enfriarnos ni sudar sin peligro? Asimismo a cualquier parte que nos volvamos, todo cuanto nos rodea, no sola mente es sospechoso, sino que casi abiertamente nos est\u00e1 amenazando y no parece sino que est\u00e1 intentando darnos muerte. Entremos en un barco; entre nosotros y la muerte no hay, por decirlo as\u00ed, m\u00e1s que un paso. Subamos a un caballo; basta que tropiece, para poner en peligro nuestra vida. Si vamos por la calle, cuantas son las tejas de los tejados otros tantos son los peligros que nos amenazan. Si tenemos en la mano una espada o la tiene otro que est\u00e1 a nuestro lado, basta cualquier descuido para herirnos. Todas las fieras que vemos, est\u00e1n armadas contra nosotros. Y si nos encerramos en un jard\u00edn bien cercado donde no hay m\u00e1s que hermosura y placer, es posible que all\u00ed haya escondida una serpiente. Las casas en que habitamos, por estar expuestas a quemarse, durante el d\u00eda nos amenazan con la pobreza, y por la noche con caer sobre nosotros. Nuestras posesiones, sometidas al granizo, las heladas, la sequ\u00eda y las tormentas de toda clase, nos anuncian esterilidad y, por consiguiente, hambre. Y omito los venenos, las asechanzas, los latrocinios y las violencias, de las cuales algunas, aun estando en casa, andan tras nosotros, y otras nos siguen a dondequiera que vamos. Entre tales angustias, \u00bfno ha de sentirse el hombre miserable?; pues aun en vida, apenas vive, porque anda como si llevase de continuo un cuchillo a la garganta.<\/p>\n Quiz\u00e1s alguno me diga que estas cosas acontecen de vez en cuando y muy raramente, y no a todos, y que cuando acontecen no vienen todas juntas. Confieso que es verdad; mas como el ejemplo de los dem\u00e1s nos amonesta que tambi\u00e9n nos pueden acontecer a nosotros y que nuestra vida no est\u00e1 m\u00e1s exenta ni tiene m\u00e1s privilegios que la de los dem\u00e1s, no podemos permanecer despreocupados, como si nunca nos hubiesen de acontecer. \u00bfQu\u00e9 miseria mayor se podr\u00eda imaginar que estar siempre con tal congoja? Y \u00bfno ser\u00eda gran afrenta a la gloria de Dios decir que el hombre, la m\u00e1s excelente criatura de cuantas hay, est\u00e1 expuesto a cualquier golpe de la ciega y temeraria fortuna? Pero mi intenci\u00f3n aqu\u00ed es hablar de la miseria en que el hombre estar\u00eda, si viviese a la ventura, sujeto a la fortuna.<\/p>\n 11. La fe en la providencia nos libra de todo temor<\/strong><\/p>\n Por el contrario, tan pronto como la luz de la providencia de Dios se refleja en el alma fiel, no solamente se ve \u00e9sta libre y exenta de aquel temor que antes la atormentaba, sino incluso de todo cuidado. Porque si con raz\u00f3n tem\u00edamos a la fortuna, igualmente debemos sentir seguridad y valor al ponernos en las manos de Dios. Nuestro consuelo, pues, es comprender que el Padre celestial tiene todas las cosas sometidas a su poder de tal manera que las dirige como quiere y que las gobierna con su sabidur\u00eda de tal forma, que nada de cuanto existe sucede sino como \u00c9l lo ordena. E igualmente, comprender que Dios nos ha acogido bajo su amparo, que nos ha encomendado a los \u00e1ngeles, para que cuiden de nosotros; y, por ello, que ni el agua, ni el fuego, ni la espada nos podr\u00e1n da\u00f1ar m\u00e1s que lo que el Se\u00f1or, que gobierna todas las cosas, tuviere a bien. Porque as\u00ed est\u00e1 escrito en el salmo: “\u00c9l te librar\u00e1 del lazo del cazador, de la peste destructora. Con sus plumas te cubrir\u00e1, y debajo de sus alas estar\u00e1s seguro; escudo y adarga es su verdad. No temer\u00e1s el terror nocturno, ni saeta que vuele de d\u00eda”, etc. (Sal.91,3-6). De aqu\u00ed nace en los santos la confianza con que se glorian: \u201cJehov\u00e1 est\u00e1 conmigo; no temer\u00e9 lo que me pueda hacer el hombre\u201d (Sal. 118,6). “Jehov\u00e1 es la fortaleza de mi vida; \u00bfde qui\u00e9n he de atemorizarme? Aunque un ej\u00e9rcito acampe contra mi, no temer\u00e1 mi coraz\u00f3n” (Sal. 27,13); y otros lugares. \u00bfDe d\u00f3nde les viene a los fieles tal seguridad, que nunca se les podr\u00e1 quitar, sino de que cuando parece que el mundo temerariamente es trastornado de arriba abajo, ellos est\u00e1n ciertos de que Dios es quien hace todas las cosas y obra en todas partes, y conf\u00edan en que todo lo que \u00c9l hiciere les ser\u00e1 provechoso? Si cuando se ven asaltados o perseguidos por el Diablo o por hombres perversos, no cobrasen \u00e1nimo acord\u00e1ndose de la providencia de Dios y meditando en ella, no tendr\u00edan m\u00e1s remedio que desesperarse. Mas cuando recuerdan que el Diablo y todos los hombres malvados, de tal manera son retenidos por la mano de Dios como por un freno, que no pueden concebir mal alguno contra ellos, ni, si lo conciben, intentarlo; ni por mucho que lo intenten, ni siquiera pueden menear un dedo para poner por obra lo que han intentado, sino en cuanto \u00c9l se lo permitiere, m\u00e1s a\u00fan, en cuanto \u00c9l se lo ha mandado; y que no solamente los tiene apresados en sus cadenas, sino que se ven obligados a servirle como \u00c9l quiere; en todo esto encuentran suficientemente el modo de consolarse. Porque como al Se\u00f1or pertenece armar su furor, ordenarlo y dirigirlo a lo que a \u00c9l le pluguiere, as\u00ed tambi\u00e9n a \u00c9l s\u00f3lo corresponde ponerles l\u00edmites y t\u00e9rmino, para que no se desmanden atrevidamente conforme a sus malos apetitos y deseos. Persuadido de esto san Pablo, despu\u00e9s de haber dicho en cierto lugar que Satan\u00e1s hab\u00eda obstaculizado su camino, en otro lo atribuye al poder y permisi\u00f3n de Dios (I Tes. 2,18; 1 Cor. 16,7).<\/p>\n Si solamente dijera que Satan\u00e1s lo hab\u00eda impedido, hubiera parecido que le atribu\u00eda demasiada autoridad, como si estuviese en su mano obrar contra los designios de Dios; mas al poner a Dios por juez, confesando que todos los caminos dependen de su voluntad, demuestra a la vez que Satan\u00e1s no puede cosa alguna por m\u00e1s que lo intente si Dios no le da licencia. Por esta misma raz\u00f3n David, a causa de las revueltas que com\u00fanmente agitan la vida de los hombres, busca su refugio en esta doctrina: “En tus manos est\u00e1n mis tiempos” (Sal. 31,15). Pod\u00eda haber dicho el curso o el tiempo de su vida, en singular; pero con la palabra “tiempos” quiso declarar que por m\u00e1s inconstante que sea la condici\u00f3n y el estado del hombre, sin embargo todos sus cambios son gobernados por Dios. Por esta causa Rez\u00edn y el rey de Israel, habiendo juntado sus fuerzas para destruir a Jud\u00e1, aunque parec\u00edan antorchas encendidas para destruir y consumir la tierra, son llamados por Isa\u00edas \u201ctizones humeantes”, incapaces de otra cosa que de despedir humo (Is. 7,1-9). As\u00ed tambi\u00e9n el fara\u00f3n, por sus riquezas, y por la fuerza y multitud de sus huestes de guerra, temido de todo el mundo, es comparado a una ballena, y sus huestes a los peces. Pero Dios dice que pescar\u00e1 con su anzuelo y llevar\u00e1 a donde quisiere al capit\u00e1n y a su ej\u00e9rcito (Ez. 29,4). En fin, para no detenerme m\u00e1s en esta materia, f\u00e1cilmente veremos, si ponemos atenci\u00f3n, que la mayor de las miserias es ignorar la providencia de Dios; y que, al contrario, la suma felicidad es conocerla.<\/p>\n 12. Del sentido de los lugares de la Escritura que hablan del “arrepentimiento\u201d de Dios<\/strong><\/p>\n Ser\u00eda suficiente lo que hemos dicho de la providencia de Dios, para la instrucci\u00f3n y consuelo de los fieles, pues jam\u00e1s se podr\u00eda satisfacer la curiosidad de ciertos hombres vanos a quienes ninguna cosa basta, ni tampoco nosotros debemos desear satisfacerles, si no fuera por ciertos lugares de la Escritura, los cuales parecen querer decir que el consejo de Dios no es firme e inmutable, contra lo que hasta aqu\u00ed hemos dicho, sino que cambia conforme a la disposici\u00f3n de las cosas inferiores.<\/p>\n Primeramente, algunas veces se hace menci\u00f3n del arrepentimiento de Dios, como cuando se dice que se arrepinti\u00f3 de haber creado al hombre (Gn. 6,6); de haber elevado a rey a Sa\u00fal (I Sm. 15, 1 l); y que se arrepentir\u00e1 del mal que hab\u00eda decidido enviar sobre su pueblo, tan pronto como viere en \u00e9l alguna enmienda (Jer. 18,8).<\/p>\n Asimismo leemos que algunas veces aboli\u00f3 y anul\u00f3 lo que hab\u00eda determinado y ordenado. Por Jon\u00e1s hab\u00eda anunciado a los ninivitas que pasados cuarenta d\u00edas ser\u00eda destruida N\u00ednive (Jon. 3,4); pero luego por su penitencia cambi\u00f3 la sentencia. Por medio de Isa\u00edas anunci\u00f3 la muerte a Ezequ\u00edas, la cual, sin embargo, fue diferida en virtud de las l\u00e1grimas y oraciones del mismo Ezequ\u00edas (1s. 38,1-5; 2 Re. 20,1-5).<\/p>\n De estos pasajes argumentan muchos que Dios no ha determinado con un decreto eterno lo que hab\u00eda de hacer con los hombres, sino que, conforme a los m\u00e9ritos de cada cual y a lo que parece recto y justo, determina y ordena una u otra cosa para cada a\u00f1o, cada d\u00eda y cada hora.<\/p>\n Dios no puede arrepentirse.<\/em> En cuanto al nombre de “arrepentimiento”, debemos tener por inconcuso que el arrepentimiento no puede ser propio de Dios, no m\u00e1s que la ignorancia, el error, o la impotencia. Porque si nadie por su voluntad y a sabiendas se pone en la necesidad de arrepentirse, no podemos atribuir a Dios el arrepentimiento, a no ser que digamos que ignoraba lo que hab\u00eda de venir, que no lo pudo evitar, o que se precipit\u00f3 en su consejo y ha dado inconsideradamente una sentencia de la cual luego ha de arrepentirse. Mas esto est\u00e1 tan lejos de ser propio del Esp\u00edritu Santo, que en la simple menci\u00f3n de \u201carrepentimiento” niega que Dios pueda arrepentirse, puesto que no es un hombre. Y hemos de notar que en el mismo cap\u00edtulo, de tal manera se juntan estas dos cosas, que la comparaci\u00f3n entre ambas quita del todo la contradicci\u00f3n que parece existir.<\/p>\n Lo que dice la Escritura, que Dios se arrepiente de haber hecho rey a Sa\u00fal, es una manera figurada de hablar, que no ha de entenderse al pie de la letra. Y por esto un poco m\u00e1s abajo se dice: “La gloria de Israel no mentir\u00e1 ni se arrepentir\u00e1, porque no es hombre para que se arrepienta\u201d (I Sm. 15,29). Con estas palabras claramente y sin figura se confirma la inmutabilidad de Dios. As\u00ed que est\u00e1 claro que lo que Dios ha ordenado en cuanto al gobierno de las cosas humanas es eterno, y no hay cosa, por poderosa que sea, que le pueda hacer cambiar de parecer. Y para que nadie tuviese sospecha de la constancia de Dios, sus mismos enemigos se ven forzados a atestiguar que es constante e inmutable. Porque Balaam, lo quisiera o no, no pudo por menos que decir que Dios no es como los hombres, para que mienta, ni como hijo de hombre, para cambiar de parecer; y que es imposible que no haga cuanto dijere, y que no cumpla todo cuanto hubiere hablado (Nm. 23,19).<\/p>\n 13. Dios nos habla de s\u00ed mismo de manera humana<\/strong><\/p>\n \u00bfQu\u00e9 quiere decir, por lo tanto, este nombre de arrepentimiento? Evidentemente, lo mismo que todas las otras maneras de hablar que nos pintan a Dios como si fuese hombre. Porque como nuestra flaqueza no puede llegar a su altura, la descripci\u00f3n que de \u00c9l se nos da ha de estar acomodada a nuestra capacidad, para que la entendamos. Pues precisamente \u00e9sta es la manera de acomodarse a nosotros, representarse, no tal cual es en s\u00ed, sino como nosotros le sentimos. Aunque est\u00e1 exento de toda perturbaci\u00f3n, sin embargo, declara que se enoja con los pecadores. Por lo tanto, lo mismo que cuando o\u00edmos decir que Dios se enoja no hemos de imaginarnos cambio alguno en \u00c9l, sino que hemos de pensar que esta manera de hablar se toma de nuestro modo de sentir, porque \u00c9l muestra el aspecto de una persona airada, cuando ejecuta el rigor de su justicia; de la misma manera con este vocablo “arrepentimiento” no hemos de entender m\u00e1s que una mutaci\u00f3n de sus obras, porque los hombres al cambiar sus obras suelen atestiguar que les desagradan. Y as\u00ed, porque cualquier cambio entre los hombres es corregir lo que les desagradaba, y la correcci\u00f3n viene del arrepentirse, por esta causa con el nombre de arrepentimiento o penitencia se significa la mudanza que Dios hace en sus obras, sin que por ello se cambie su consejo, ni su voluntad y afecto se inmuten; sino que lo que desde toda la eternidad hab\u00eda previsto, aprobado y determinado, lo lleva adelante constantemente y sin cambiar nada de como lo hab\u00eda ordenado, por m\u00e1s que a los hombres les parezca que hay una s\u00fabita mutaci\u00f3n. Por lo tanto, cuando la Sagrada Escritura cuenta que el castigo que Jon\u00e1s anunci\u00f3 a los ninivitas les fue perdonado, y que a Ezequ\u00edas se 1 prolong\u00f3 la vida, despu\u00e9s de haberle anunciado la muerte, con esto no se quiere dar a entender que Dios abrog\u00f3 sus decretos. Los que as\u00ed k piensan se enga\u00f1an con las amenazas, las cuales, aunque se proponer simplemente y sin condici\u00f3n alguna, sin embargo, como se ve por el fin y el resultado, contienen una condici\u00f3n t\u00e1cita. Porque, \u00bfcon qu\u00e9 fin envi\u00f3 Dios a Jon\u00e1s a los ninivitas para que les anunciase la destrucci\u00f3n de la ciudad? \u00bfCon qu\u00e9 fin anuncia por el profeta Isa\u00edas la muerte a Ezequ\u00edas? Muy bien hubiera podido destruir a los mismos sin hac\u00e9rselo saber. Por tanto, su intento no fue sino hacerles saber de antemano su muerte, para que de lejos la viesen venir. Y es que \u00c9l no quiso que pereciesen, sino que se arrepintiesen para no perecer. As\u00ed pues, el que Jon\u00e1s profetice que N\u00ednive hab\u00eda de ser destruida pasados cuarenta d\u00edas, era solamente para que no fuese destruida. El que a Ezequ\u00edas se le quite la esperanza de vivir m\u00e1s tiempo se hace para que logre m\u00e1s larga vida. \u00bfQui\u00e9n no ve entonces que el Se\u00f1or ha querido con estas amenzas provocar a arrepentimiento a aquellos que amenazaba, para que evitasen el castigo que por sus pecados hab\u00edan merecido?<\/p>\n Si esto es as\u00ed, la misma naturaleza de las cosas nos lleva a sobreentender en la simple enunciaci\u00f3n una condici\u00f3n t\u00e1cita. Lo cual se confirma con otros ejemplos semejantes. Cuando el Se\u00f1or reprendi\u00f3 al rey Abimelec por haber quitado la mujer a Abraham, habla de esta manera: \u201cHe aqu\u00ed, muerto eres a causa de la mujer que has tomado, la cual es casada con marido” (Gn.20,3). Pero despu\u00e9s que Abimelec se excus\u00f3, Dios le responde. as\u00ed: “Devuelve la mujer a su marido; porque es profeta y orar\u00e1 por ti, y vivir\u00e1s. Y si no la devolvieres, sabe de cierto que morir\u00e1s t\u00fa, y todos los tuyos” (Gn.20,7). Aqu\u00ed vemos c\u00f3mo en la primera sentencia se muestra mucho m\u00e1s riguroso, para mejor inducirlo a restituir lo que hab\u00eda tomado, pero despu\u00e9s deja ver m\u00e1s claramente su voluntad.<\/p>\n Pues los dem\u00e1s lugares se han de entender de la misma manera; y no hay raz\u00f3n para deducir de ellos que se haya derogado cosa alguna que anteriormente se hubiera determinado, o que haya cambiado Dios lo que hab\u00eda publicado. Pues m\u00e1s bien, contrariamente, el Se\u00f1or abre camino a su consejo y ordenaci\u00f3n eterna, cuando anunciando la pena, exhorta a penitencia a aqu\u00e9llos que quiere perdonar. \u00a1Tan lejos est\u00e1 de cambiar de voluntad, ni siquiera de palabra! Simplemente no manifiesta su intenci\u00f3n palabra por palabra; y sin embargo, es bien f\u00e1cil de comprender. Porque necesariamente ha d\u00e9 ser verdad lo que dice Isa\u00edas: “Jehov\u00e1 de los ej\u00e9rcitos lo ha determinado, \u00bfy qui\u00e9n lo impedir\u00e1? Y su mano extendida, \u00bfqui\u00e9n la har\u00e1 retroceder?\u201d (Is. 14,27).<\/p>\n _______________________________________________________________________________<\/p>\n Libro 1, Cap\u00edtulo 18<\/strong><\/p>\n DIOS SE SIRVE DE LOS IMP\u00cdOS Y DOBLEGA SU VOLUNTAD PARA QUE EJECUTEN SUS DESIGNIOS QUEDANDO SIN EMBARGO \u00c9L LIMPIO DE TODA MANCHA<\/strong><\/p>\n 1. Distinci\u00f3n entre hacer y permitir<\/strong><\/p>\n Otra cuesti\u00f3n mucho m\u00e1s dif\u00edcil que \u00e9sta surge de otros textos de la Escritura, en los cuales se dice que Dios doblega, fuerza y atrae a donde quiere al mismo Satan\u00e1s y a todos los r\u00e9probos. Porque el pensamiento carnal no puede comprender c\u00f3mo es posible que obrando Dios por medio de ellos no se le pegue algo de su inmundicia; m\u00e1s a\u00fan, c\u00f3mo en una obra en la que \u00c9l y ellos toman parte juntamente, puede \u00c9l quedar limpio de toda culpa, y a la vez castigar con justicia a los que le han servido en aquella obra. Y \u00e9sta es la raz\u00f3n de haber establecido la distinci\u00f3n entre hacer y permitir, pues a muchos parec\u00eda un nudo indisoluble el que Satan\u00e1s y los dem\u00e1s imp\u00edos est\u00e9n bajo la mano y la autoridad de Dios de tal manera que \u00c9l encamina la malicia de ellos al fin que se propone, y que se sirva de sus pecados y abominaciones para llevar a cabo Sus designios.<\/p>\n Con todo, se podr\u00eda excusar la modestia de los que se escandalizan ante la apariencia del absurdo, si no fuese porque intentan vanamente mantener la justicia de Dios con falsas excusas y so color de mentira contra toda sospecha. Les parece que es del todo absurdo que el hombre, por voluntad y mandato de Dios sea cegado, para ser luego castigado por su ceguera. Por ello, usan del subterfugio de decir que ello sucede, no porque Dios lo quiera, sino solamente porque lo permite. Pero es Dios mismo quien al declarar abiertamente que \u00c9l es quien lo hace, rechaza y condena tal subterfugio.<\/p>\n Que los hombres no hacen cosa alguna sin que t\u00e1citamente les d\u00e9 Dios licencia, y que nada pueden deliberar, sino lo que \u00c9l de antemano ha determinado en s\u00ed mismo, y lo que ha ordenado en su secreto consejo, se prueba con infinitos y evidentes testimonios. Es cosa cert\u00edsima que lo que hemos citado del salmo: que Dios hace todo cuanto quiere (Sal. 115,3), se extiende a todo cuanto hacen los hombres. Si Dios es, como dice el Salmista, el que ordena la paz y la guerra, y esto sin excepci\u00f3n alguna, \u00bfqui\u00e9n se atrever\u00e1 a decir que los hombres pelean los unos contra los otros temeraria y confusamente sin que Dios sepa cosa alguna, o si lo sabe, permaneciendo mano sobre mano, seg\u00fan suele decirse? Pero esto se ver\u00e1 m\u00e1s claro con ejemplos particulares.<\/p>\n Por el capitulo primero del libro de Job sabemos c\u00f3mo Satan\u00e1s se presenta delante de Dios para o\u00edr lo que \u00c9l le mandare, lo mismo que el resto de los \u00e1ngeles que voluntariamente le sirven; pero \u00e9l hace esto con un fin y prop\u00f3sito muy distinto de los dem\u00e1s. Mas, sea como fuere, esto demuestra que no puede intentar cosa alguna sin contar con la voluntad de Dios. Y aunque despu\u00e9s parece que obtiene una expresa licencia para atormentar a aquel santo var\u00f3n, sin embargo, como quiera que es verdad aquella sentencia: “Jehov\u00e1 dio, y Jehov\u00e1 quit\u00f3; sea el nombre de Jehov\u00e1 bendito” (Job 1, 2 l), deducimos que Dios fue el autor de aquella prueba, cuyos ministros fueron Satan\u00e1s y aquellos perversos ladrones. Satan\u00e1s se esfuerza por incitar a Job a revolverse contra Dios por desesperaci\u00f3n; los sabios imp\u00eda y cruelmente echan mano a los bienes ajenos rob\u00e1ndolos. Mas Job reconoce que Dios es quien le ha despojado de todos sus bienes y hacienda, y que se ha convertido en pobre porque as\u00ed Dios lo ha querido. Y por eso, a pesar de cuanto los hombre y el mismo Satan\u00e1s maquinan, Dios sigue conservando el tim\u00f3n para conducir sus esfuerzos a la ejecuci\u00f3n de sus juicios.<\/p>\n Quiere Dios que el imp\u00edo Acab sea enga\u00f1ado; el Diablo ofrece sus servicios para hacerlo, y es enviado con orden expresa de ser esp\u00edritu mentiroso en boca de todos los profetas (1 Re.21,20-22). Si el designio de Dios es la obcecaci\u00f3n y locura de Acab, la ficci\u00f3n de permisi\u00f3n se desvanece. Porque ser\u00eda cosa rid\u00edcula que el juez solamente permitiese, y no determinara lo que deseaba que se hiciese, y mandara a sus oficiales la ejecuci\u00f3n de la sentencia.<\/p>\n La intenci\u00f3n de los jud\u00edos era matar a Jesucristo. Pilato y la gente de la guarnici\u00f3n obedecen al furor del pueblo; sin embargo, los disc\u00edpulos, en la solemne oraci\u00f3n que Lucas cita, afirman que los imp\u00edos no han hecho sino lo que la mano y el consejo de Dios hab\u00edan determinado, como ya san Pedro lo hab\u00eda demostrado, que Jesucristo hab\u00eda sido entregado a la muerte por el deliberado consejo y la presciencia de Dios (Hch. 4,28; 2,23); como si dijese: Dios – al cual ninguna cosa est\u00e1 encubierta -, a sabiendas y voluntariamente hab\u00eda determinado lo que los jud\u00edos ejecutaron. Como \u00e9l mismo confirma en otro lugar, diciendo: “Dios ha cumplido as\u00ed lo que hab\u00eda antes anunciado por boca de todos los profetas, que su Cristo hab\u00eda de padecer” (Hch. 3,18).<\/p>\n Absal\u00f3n, mancillando el lecho de su padre con el incesto, comete una maldad abominable; sin embargo, Dios afirma que esto ha sido obra suya, porque \u00e9stas son las palabras con que Dios amenaz\u00f3 a David: “T\u00fa hiciste esto en secreto, mas yo lo har\u00e9 delante de todo Israel y a pleno sol” (2 Sm. 12,12).<\/p>\n Jerem\u00edas afirma tambi\u00e9n que toda la crueldad que emplean los caldeos con la tierra de Jud\u00e1 es obra de Dios (Jer. 50,25). Por esta raz\u00f3n Nabucodonosor es llamado siervo de Dios, aunque era gran tirano.<\/p>\n En much\u00edsimos otros lugares de la Escritura afirma Dios que \u00c9l con su silbo, con el sonido de la trompeta, con su mandato y autoridad re\u00fane a los imp\u00edos y los acoge bajo su bandera para que sean sus soldados. Llama al rey de Asiria vara de su furor y hacha que \u00c9l menea con su mano. Llama a la destrucci\u00f3n de la ciudad santa de Jerusalem y a la ruina de su templo, obra suya (ls. 10, 5; 5,26; 19,25). David, sin murmurar contra Dios, sino reconoci\u00e9ndolo por justo juez, afirma que las maldiciones con que Semei le maldec\u00eda le eran dichas porque Dios as\u00ed lo hab\u00eda mandado: “Dejadle que maldiga, pues Jeliov\u00e1 se lo ha dicho” (2 Sm. 16, 1 l). Muchas veces dice la Escritura que todo cuanto acontece procede de Dios; como el cisma de las diez tribus, la muerte de los dos hijos de El\u00ed, y otras muchas semejantes (1 Re. 11, 3 1; 1 Sm. 2,34).<\/p>\n Los que tienen alguna familiaridad con la Escritura saben que solamente he citado algunos de los infinitos testimonios que hay; y lo he hecho as\u00ed en gracia a la brevedad. Sin embargo, por lo que he citado se ver\u00e1 clara y manifiestamente que los que ponen una simple permisi\u00f3n en lugar de la providencia de Dios, como si Dios permaneciese mano sobre mano contemplando lo que fortuitamente acontece, desatinan y desvar\u00edan sobremanera; pues si ello fuese as\u00ed, los juicios de Dios depender\u00edan de la voluntad de los hombres.<\/p>\n 2. Dios tiene dominio supremo sobre el coraz\u00f3n y el pensamiento de todos<\/strong><\/p>\n Tocante a las inspiraciones secretas de Dios, lo que Salom\u00f3n afirma delcoraz\u00f3n del rey, que Dios lo tiene en su mano y lo mueve y dirige hacia donde quiere (Prov. 2 1, 1), sin duda alguna hay que aplicarlo a todo el g\u00e9nero humano, y vale tanto como si dijera: todo cuanto concebimos ennuestro entendimiento, Dios, con una secreta inspiraci\u00f3n, lo encamina a su fin. Y ciertamente, si Dios no obrara interiormente en el coraz\u00f3n de loshombres, no ser\u00eda verdad lo que dice la Escritura: que \u00c9l priva de la lengua a los que hablan bien, y de la prudencia a los ancianos (Ez. 7,26); que priva de entendimiento a los pr\u00edncipes de la tierra, para que se extrav\u00eden. A esto se refiere lo que tantas veces se lee en la Escritura, que los hombres se sienten aterrados cuando su coraz\u00f3n es presa del terror de Dios (Lv. 26,36). As\u00ed David sali\u00f3 del campo de Sa\u00fal sin que nadie lo sintiese, porque el sue\u00f1o que Dios envi\u00f3 sobre ellos los hab\u00eda adormecido a todos (1 Sin. 26,12). Pero no se puede pedir nada m\u00e1s claro que lo que el mismo Dios repite tantas veces, cuando dice que ciega el entendimiento de los hombres, los hace desvanecer, los embriaga con el esp\u00edritu de necedad, los hace enloquecer y endurece sus corazones. Estos pasajes muchos los interpretan de la permisi\u00f3n, como si Dios, al desamparar a los r\u00e9probos, permitiese que Satan\u00e1s los ciegue. Mas como el Esp\u00edritu Santo claramente atestigua que tal ceguera y dureza viene del justo juicio de Dios, su soluci\u00f3n resulta infundada.<\/p>\n Dice la Escritura que Dios endureci\u00f3 el coraz\u00f3n de Fara\u00f3n, y que lo robusteci\u00f3 para que permaneciese en su obstinaci\u00f3n. Algunos creen poder salvar esta manera de expresarse con una sutileza infundada, a saber: que cuando en otros lugares se dice que el mismo Fara\u00f3n endureci\u00f3 su coraz\u00f3n, se pone su voluntad como causa de su endurecimiento. \u00a1Como si no se acoplaran perfectamente entre s\u00ed estas dos cosas, aunque bajo diversos aspectos, que, cuando el hombre es movido por Dios, no por eso deja de ser movido a la vez por su propia voluntad! Pero yo rechazo lo que ellos objetan; porque si endurecer significa solamente una mera permisi\u00f3n, el movimiento de rebeld\u00eda no ser\u00eda propiamente de Fara\u00f3n. Mas, \u00a1cu\u00e1n fr\u00eda y necia ser\u00eda la glosa de que Fara\u00f3n solamente consinti\u00f3 en ser endurecido! Adem\u00e1s la Escritura corta por lo sano tales subterfugios al decir: Yo endurecer\u00e9 el coraz\u00f3n de Fara\u00f3n. Otro tanto dice Mois\u00e9s de los habitantes de la tierra de Cana\u00e1n, que tomaron las armas para pelear porque Dios hab\u00eda reanimado sus corazones (\u00c9x. 4,2 1 ; Jos. 11, 20). Esto mismo repite otro profeta: \u201cCambi\u00f3 el coraz\u00f3n de ellos para que aborreciesen a su pueblo” (Sal. 105,25). Asimismo por Isa\u00edas dice Dios que enviar\u00e1 a los asirios contra el pueblo que le hab\u00eda sido desleal, y que les mandar\u00e1 que hagan despojos, roben y saqueen (1s. 10,6); no que quiera que los imp\u00edos voluntariamente le obedezcan, sino que porque ha de doblegarlos para que ejecuten sus juicios, como si en su coraz\u00f3n llevasen esculpidas las \u00f3rdenes de Dios; por donde se ve que se han visto forzados como Dios lo hab\u00eda determinado.<\/p>\n Convengo en que Dios para usar y servirse de los imp\u00edos echa mano muchas veces de Satan\u00e1s; mas de tal manera que el mismo Satan\u00e1s, movido por Dios, obra en nombre suyo y en cuanto Dios se lo concede. El esp\u00edritu malo perturba a Sa\u00fal; pero la Escritura dice que este esp\u00edritu proced\u00eda de Dios, para que sepamos que el frenes\u00ed de Sa\u00fal era castigo just\u00edsimo que le impon\u00eda (1 Sm. 16,14). Tambi\u00e9n de Satan\u00e1s se dice que ciega el entendimiento de los infieles; \u00bfpero c\u00f3mo puede \u00e9l hacer esto, sino porque el mismo Dios – como dice san Pablo – env\u00eda la eficacia del error, a fin de que los que reh\u00fasan obedecer a la verdad crean en la mentira? (2 Cor. 4,4). Seg\u00fan la primera raz\u00f3n se dice: Si alg\u00fan profeta habla falsamente en mi nombre, yo, dice el Se\u00f1or, le he enga\u00f1ado (Ez. 14,9). Conforme a la segunda, que “los entreg\u00f3 a una mente reprobada, para hacer las cosas que no convienen” (Rom. 1, 28); porque \u00c9l es el principal autor de su justo castigo, y Satan\u00e1s no es m\u00e1s que su ministro. Mas, como en el Libro Segundo, cuando tratemos del albedr\u00edo del hombre, hablaremos de esto otra vez, me parece que de momento he dicho todo lo que el presente tratado requer\u00eda.<\/p>\n Resumiendo, pues: cuando decimos que la voluntad de Dios es la causa de todas las cosas, se establece su providencia para presidir todos los consejos de los hombres, de suerte que, no solamente muestra su eficacia en los elegidos, que son conducidos por el Esp\u00edritu Santo, sino que tambi\u00e9n fuerza a los r\u00e9probos a hacer lo que desea.<\/p>\n 3. Debemos aceptar el testimonio de la Escritura<\/strong><\/p>\n Siendo as\u00ed, pues, que hasta ahora no he hecho m\u00e1s que citar los testimonios perfectamente claros y evidentes de la Escritura, consideren bien los que replican y murmuran contra ellos, qu\u00e9 clase de censura usan. Pues si, simulando ser incapaces de comprender misterios tan altos, apetecen ser alabados como hombres modestos, \u00bfqu\u00e9 se puede imaginar de m\u00e1s arrogante y soberbio que oponer a la autoridad de Dios estas pobres palabras: Yo opino de otra manera; o: No quiero que se toque esta materia? Pero si prefieren mostrarse claramente como enemigos, \u00bfde qu\u00e9 les puede aprovechar escupir contra el cielo? Este ejemplo de desverg\u00fcenza no es cosa nueva, pues siempre ha habido hombres imp\u00edos y mundanos que, como perros rabiosos, han ladrado contra esta doctrina; pero por experiencia se dar\u00e1n cuenta de que es verdad lo que el Esp\u00edritu Santo pronunci\u00f3 por boca de David: que Dios vencer\u00e1 cuando fuere juzgado (Sal. 51,4). Con estas palabras David indirectamente pone de relieve la temeridad de los hombres en la excesiva licencia que se toman, pues no solamente disputan con Dios desde el cenagal de su indigencia, sino que tambi\u00e9n se arrogan la autoridad de condenarlo. Sin embargo, en pocas palabras \u00e9l advierte que las blasfemias que lanzan contra el cielo no llegan a Dios, el cual disipa la niebla de estas calumnias para que brille su justicia; por eso tambi\u00e9n nuestra fe – fund\u00e1ndose en la sacrosanta Palabra de Dios – que sobrepuja a todo el mundo (1 Jn.5,4), no hace caso alguno de estas tinieblas.<\/p>\n No hay dos voluntades contrarias en Dios. <\/em>Pues, en cuanto a lo primero que objetan, que si no acontece m\u00e1s que lo que Dios quiere, habr\u00eda dos voluntades contrarias en \u00c9l, pues determinar\u00eda en su secreto consejo cosas que manifiestamente ha prohibido en su Ley, la soluci\u00f3n es f\u00e1cil. Mas antes de responder quiero prevenir de nuevo a los lectores que esta calumnia que ellos formulan no va contra m\u00ed, sino contra el Esp\u00edritu Santo, quien sin duda alguna dict\u00f3 esta confesi\u00f3n al santo Job: Se ha hecho como Dios lo ha querido (Job 1,21); y al ser despojado por los ladrones, en el da\u00f1o que le causaron reconoce el castigo de Dios. \u00bfQu\u00e9 dice la Escritura en otro lugar? Los hijos de El\u00ed no obedecieron a su padre, porque Dios quiso matarlos (1 Sm.2,25). Otro profeta exclama que Dios, cuya morada es el cielo, hace todo lo que quiere (Sal. 115,3). Y yo he demostrado suficientemente que Dios es llamado autor de todas las cosas que estos cr\u00edticos dicen que acontecen solamente por Su ociosa permisi\u00f3n. Dios atestigua que 1 crea la luz y las tinieblas, que hace el bien y el mal, y que ning\u00fan mal acontece que no provenga de \u00c9l (Am. 3,6). D\u00edganme, pues, si Dios ejecuta sus juicios por su voluntad o no. Y al rev\u00e9s, Mois\u00e9s dice que el que muere por el golpe casual de un hacha, sin que el que la ten\u00eda en la mano tuviese tal intenci\u00f3n, este tal es entregado a la muerte por la mano de Dios (Dt. 19,5). Y toda la Iglesia dice que Herodes y Pilato conspiraron para hacer lo que la mano y el consejo de Dios hab\u00edan determinado. Y, en verdad, si Jesucristo no hubiese sido crucificado por voluntad de Dios, \u00bfqu\u00e9 ser\u00eda de nuestra redenci\u00f3n?<\/p>\n La voluntad de Dios supera nuestra comprensi\u00f3n.<\/em> Ni tampoco se puede decir que la voluntad de Dios se contradiga, o se cambie, o finja querer lo que no quiere, sino sencillamente, siendo una y simple en Dios, se nos muestra a nosotros m\u00faltiple y de diferentes maneras, porque debido a la corta capacidad de nuestro entendimiento no comprendemos c\u00f3mo \u00c9l bajo diversos aspectos quiera y no quiera que una misma cosa tenga lugar.<\/p>\n San Pablo, despu\u00e9s de haber dicho que la vocaci\u00f3n de los gentiles es un secreto misterio, afirma poco despu\u00e9s que en ella se ha manifestado la multiforme sabidur\u00eda de Dios (Ef. 3, 10). \u00bfAcaso porque debido a la torpeza de nuestro entendimiento parezca variable y multiforme, por eso hemos de pensar que hay alguna variedad o mutaci\u00f3n en el mismo Dios, como si cambiara de parecer o se contradijese a s\u00ed mismo? M\u00e1s bien, cuando no entendamos c\u00f3mo Dios puede querer que se haga lo que \u00c9l prohibe, acord\u00e9monos de nuestra flaqueza y consideremos a la vez que la luz en que \u00c9l habita, no sin causa es llamada inaccesible, por estar rodeada de oscuridad (1 Tim. 6,16).<\/p>\n Por tanto, todos los hombres piadosos y modestos han de aceptar la sentencia de san Agust\u00edn: que algunas veces con buena voluntad el hombre quiere lo que Dios no quiere; como cuando un hijo desea que viva su padre, mientras Dios quiere que muera’. Y al contrario, puede que un hombre quiera con mala voluntad lo que Dios quiere con buena intenci\u00f3n; como si un mal hijo quisiera que su padre muriese, y Dios quisiera tambi\u00e9n lo mismo. Evidentemente el primer hijo quiere lo que Dios no quiere; en cambio el otro quiere lo mismo que Dios. Sin embargo, el amor y la reverencia que profesa a su padre el que desea su vida, est\u00e1 m\u00e1s conforme con la voluntad de Dios, aunque parece que la contradice, que la impiedad de] que quiere lo mismo que Dios quiere. Tanta es, pues, la importancia de considerar qu\u00e9 es lo que est\u00e1 conforme con la voluntad de Dios, y qu\u00e9 con la voluntad del hombre; y cu\u00e1l es el fin que cada una pretende, para aceptarla o condenarla. Porque lo que Dios quiere con toda justicia, lo ejecuta por la mala voluntad de los hombres. Poco antes el mismo san Agust\u00edn hab\u00eda dicho que los \u00e1ngeles ap\u00f3statas y los r\u00e9probos, con su rebeld\u00eda hab\u00edan hecho, por lo que a ellos se refiere, lo que Dios no quer\u00eda; pero por lo que toca a la omnipotencia de Dios, de ninguna manera lo pudieron hacer, porque al obrar contra la voluntad de Dios, no han podido impedir que Dios hiciera por ellos Su voluntad. Por lo cual exclama: \u00a1Grandes son las obras de Dios, exquisitas en todas sus voluntades! (Sal. 111, 2); pues de un modo maravilloso e inexplicable, aun lo mismo que se hace contra su voluntad no se hace fuera de su voluntad; porque no se har\u00eda si \u00c9l no lo permitiese; y, ciertamente, \u00c9l no lo permite a la fuerza o contra su voluntad, sino queri\u00e9ndolo as\u00ed; ni \u00c9l, siendo bueno, podr\u00eda permitir cosa alguna que fuese mala, si \u00c9l, que es todopoderoso, no pudiese sacar bien del mal.<\/p>\n 4. En un mismo acto contemplamos la iniquidad del hombre y la justicia de Dios<\/strong><\/p>\n Con esto queda resuelta la otra objeci\u00f3n, o por mejor decir, ella por s\u00ed misma se resuelve. La objeci\u00f3n es: si Dios no solamente usa y se sirve de los imp\u00edos, sino que tambi\u00e9n dirige sus consejos y afectos, \u00c9l ser\u00eda el autor de todos sus pecados; y, por lo tanto, los hombres son injustamente condenados, si ejecutan lo que Dios ha determinado, puesto que ellos obedecen a la voluntad de Dios. Pero ellos confunden perversamente el mandamiento de Dios con su oculta voluntad, cuando est\u00e1 claro por tant\u00edsimos testimonios, que hay grand\u00edsima diferencia entre ambos. Pues, aunque Dios, cuando Absal\u00f3n viol\u00f3 las mujeres de su padre, quiso vengar con esta afrenta el adulterio que David habla cometido (2 Sin. 16,22), sin embargo, no podemos decir que se le mand\u00f3 a aquel hijo degenerado cometer adulterio, sino s\u00f3lo respecto a David, que lo hab\u00eda bien merecido, como \u00e9l mismo lo confes\u00f3 a prop\u00f3sito de las injurias de Simei (2 Sin. 16, 10). Porque al decir que Dios le hab\u00eda mandado que le maldijese no alaba su obediencia, como si aquel perro rabioso hubiese obedecido al mandato de Dios, sino que reconociendo en su lengua venenosa el azote de Dios, sufre con paciencia el castigo. Debemos, pues, tener por cierto que cuando Dios ejecuta por medio de los imp\u00edos lo que en su secreto juicio ha determinado, ellos no son excusables, como si obedecieran al mandato de Dios, el cual, por lo que hace a ellos, con su apetito perverso lo violan.<\/p>\n Respecto a c\u00f3mo lo que los hombres hacen perversamente procede de Dios y va encaminado por su oculta providencia, hay un ejemplo notable en la elecci\u00f3n del rey Jeroboam, en la cual la temeridad y locura del pueblo es acremente condenada por haber trasgredido la disposici\u00f3n que Dios hab\u00eda establecido y por haberse apartado deslealmente de la casa de David. (1 Re. 12,20); y, sin embargo, sabemos que Dios lo hab\u00eda hecho ungir con este prop\u00f3sito. Y parece que hay cierta contradicci\u00f3n con las palabras de Oseas, pues en un lugar dice que Jeroboam fue erigido rey sin que Dios lo supiese ni quisiese; y en otro lugar, dice que \u201cDios le ha constituido rey en su furor” (Os. 8,4; 13,11). \u00bfC\u00f3mo concordar estas dos cosas: que Jeroboam no fue constituido rey por Dios, y que el mismo Dios le constituy\u00f3 rey? La soluci\u00f3n es que el pueblo no se pudo apartar de la casa de David sin sacudir el yugo que Dios le hab\u00eda impuesto; y sin embargo, Dios no qued\u00f3 privado de libertad para castigar de esa manera la ingratitud de Salom\u00f3n. Vemos, pues, c\u00f3mo, Dios sin querer la deslealtad, ha querido justamente por otro fin una revuelta. Por ello Jeroboam se ve empujado al reino sin esperarlo, por la unci\u00f3n del profeta. Por esta raz\u00f3n dice la historia sagrada que Dios suscit\u00f3 un enemigo que despojase al hijo de Salom\u00f3n de una parte de su reino (1 Re. 11, 23). Considere muy bien el lector estas dos cosas, a saber: que habiendo deseado Dios que todo su pueblo fuese gobernado por la mano de un solo rey, al dividirse en dos partes, esto se hizo contra su voluntad; y, sin embargo, el principio de tal disidencia procedi\u00f3 tambi\u00e9n de la misma voluntad de Dios. Pues que el profeta, tanto de palabra como por la unci\u00f3n sagrada, incitase a Jeroboam a reinar sin que \u00e9l tuviese tal intenci\u00f3n, evidentemente no sucedi\u00f3 sin que Dios lo supiese, ni tampoco contra su voluntad, ya que \u00e9l mismo habla mandado que as\u00ed se hiciese; y, sin embargo, el pueblo es justamente condenado por rebelde, pues se apart\u00f3 de la casa de David contra la voluntad de Dios. Por esta raz\u00f3n la misma historia dice que Roboam menospreci\u00f3 orgullosamente la petici\u00f3n del pueblo, que ped\u00eda ser aliviado de sus cargas (1 Re. 12,1% y que todo esto fue hecho por Dios, para confirmar la palabra que hab\u00eda pronunciado por su siervo Ah\u00edas. De esta manera la uni\u00f3n que Dios hab\u00eda establecido fue deshecha contra su voluntad, y sin embargo, \u00c9l mismo quiso que las diez tribus se apartasen del hijo de Salom\u00f3n.<\/p>\n A\u00f1adamos otro ejemplo semejante. Cuando por consentimiento del pueblo, e incluso con su ayuda, los hijos del rey Acab fueron degollados y su linaje exterminado (2 Re. 10, 7). a prop\u00f3sito de esto con toda verdad dice Jeh\u00fa que no ha ca\u00eddo en tierra nada de las palabras de Dios, sino que se hab\u00eda cumplido todo lo que hab\u00eda dicho por medio de su siervo Ellas. Y sin embargo, muy justamente reprende a los habitantes de Samaria, porque hab\u00edan contribuido en ello. \u00bfSois, por ventura, justos?, dice. Si yo he conjurado contra mi se\u00f1or, \u00bfqui\u00e9n ha dado muerte a todos \u00e9stos? Aquellos a los que pareciere esto muy duro, consideren un poco si es tolerable su desd\u00e9n y mala condici\u00f3n, pues ellos desechan lo que es evidente por claros testimonios de la Escritura, porque supera su capacidad, y llevan a mal que se hable y se publique aquello que Dios, si no supiese que es necesario conocerlo, nunca habr\u00eda mandado que lo ense\u00f1asen sus profetas y ap\u00f3stoles. Pues nuestro saber no debe consistir m\u00e1s que en recibir con mansedumbre y docilidad, y sin excepci\u00f3n alguna, todo cuanto se contiene en la Sagrada Escritura. Pero los que se toman mayor libertad para calumniar, est\u00e1 de sobra claro que, como ellos sin reparo ni pudor alguno hablan contra Dios, no merecen m\u00e1s amplia refutaci\u00f3n.<\/p>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":" Juan Calvino Libro 1, Cap\u00edtulo 16 DIOS, DESPUES DE CREAR CON SU POTENCIA EL MUNDO Y CUANTO HAY EN \u00c9L, LO GOBIERNA Y MANTIENE TODO CON SU PROVIDENCIA 1. 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\nDIOS, DESPUES DE CREAR CON SU POTENCIA EL MUNDO Y CUANTO HAY EN \u00c9L, LO GOBIERNA Y MANTIENE TODO CON SU PROVIDENCIA<\/strong><\/p>\n
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\nNo s\u00f3lo es universal la providencia, sino tambi\u00e9n particular.<\/em> No es tan grave el error de los que atribuyen a Dios el gobierno, pero general y confuso, pues admiten que Dios impulsa y mueve con un movimiento general la m\u00e1quina del mundo con todas sus partes, aunque sin tener en cuenta a cada una de ellas en particular. Sin embargo, tampoco es admisible tal error. Porque ellos dicen que con esta providencia, que llaman universal, no se impide a ninguna criatura que vaya de un sitio a otro, ni que el hombre haga lo que quiera seg\u00fan su albedr\u00edo. Con esto hacen una divisi\u00f3n entre Dios y los hombres. Dicen que Dios inspira con su virtud al hombre un movimiento natural mediante el cual puede aplicarse a lo que su naturaleza le inclina; y que el hombre, con esta facultad gobierna seg\u00fan su determinaci\u00f3n y voluntad cuanto hace. En suma, quieren que el mundo, los asuntos de los hombres, y los mismos hombres, sean gobernados por la potencia de Dios, pero no por su disposici\u00f3n y determinaci\u00f3n.<\/p>\n
\n
\nLibro 1, Cap\u00edtulo 17<\/strong><\/p>\n
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\n14. Las amenazas de Dios son condicionales<\/strong><\/p>\n
\nMe parece, si no me enga\u00f1o, que he demostrado con suficiente claridad c\u00f3mo en un mismo acto aparece la maldad de los hombres y brilla la justicia de Dios; y las personas sencillas se sentir\u00e1n siempre satisfechas con la respuesta de san Agust\u00edn: “Siendo as\u00ed”, dice, \u201cque el Padre celestial ha entregado a la muerte a su Hijo, y que Cristo se ha entregado a s\u00ed mismo, y Judas ha vendido a su maestro, \u00bfc\u00f3mo es que en este acto de entrega Dios es justo y el hombre culpable, sino porque siendo uno mismo el hecho, fue distinta la causa por la que se hizo?\u201d. Y si alguno se siente perplejo por lo que acabamos de decir, que no hay consentimiento alguno por parte de Dios con los imp\u00edos, cuando por justo juicio de Dios son impulsados a hacer lo que no deben, acord\u00e9monos de lo que en otro lugar dice el mismo san Agust\u00edn: “\u00bfQui\u00e9n no temblar\u00e1 con estos juicios, cuando Dios obra aun en los corazones de los malos todo cuanto quiere, dando empero a cada uno seg\u00fan sus obras?”. Ciertamente en la traici\u00f3n de Judas no hay m\u00e1s raz\u00f3n para imputar a Dios la culpa de haber querido entregar a la muerte a su Hijo y de haberlo realizado efectivamente, que para atribuir a Judas la gloria de nuestra redenci\u00f3n por haber sido ministro e instrumento de ella. Por lo cual el mismo doctor dice muy bien en otro lugar, que en este examen
\nDios no busca qu\u00e9 es lo que los hombres han podido hacer o qu\u00e9 es lo que han hecho, sino lo que han querido; de tal manera que la voluntad es lo que se tiene en cuenta.<\/p>\n