R.C. Sproul
Un controvertido libro publicado recientemente sobre este tema llevaba por título: When Bad Things Happen to Good People [Cuando a la gente buena le suceden cosas malas]. Una objeción común a la religión es: ¿Cómo se puede creer en Dios a la luz de todo el sufrimiento que vemos y experimentamos en este mundo?
John Stuart Mill elevó esta clásica objeción en contra de la fe cristiana: “Si Dios es omnipotente y permite todo este sufrimiento, entonces no es benevolente, no es bondadoso, no es amoroso. Y si es amoroso para con todo el mundo y permite todo este sufrimiento, desde luego no es omnipotente. Dado que existe el mal y también el sufrimiento, no podremos llegar jamás a la conclusión de que Dios sea omnipotente y, a la vez, benevolente”. Con todo lo brillante que pueda ser John Stuart Mill, no tengo más remedio que poner objeciones a este punto y comprobar qué es lo que dicen las Escrituras acerca de estas cosas.
R. C. Sproul
En 1993, mi esposa y yo nos vimos involucrados en un accidente ferroviario. El choque del Sunset Limited en una ensenada de Mobile Bay mató a más pasajeros que cualquier accidente de ferrocarril de la historia. Sobrevivimos a este espeluznante accidente, pero no sin un trauma constante. El accidente dejó a mi esposa con una constante ansiedad que no le permitía dormir en un tren por la noche. Yo me quedé con una lesión de espalda que me costó quince años de tratamiento y terapia para poder vencerla.
Sin embargo, con aquellas cicatrices del trauma, ambos aprendimos una profunda lección sobre la providencia de Dios. En este caso, la providencia de Dios para nosotros fue claramente de benigna benevolencia. También nos ilustró un inolvidable sentido de las tiernas misericordias de Dios. Por más que estemos convencidos de que la providencia de Dios es una expresión de su absoluta soberanía sobre todas las cosas, pensaría que la lógica conclusión de una convicción semejante sería el final de toda ansiedad.
Alan Dunn
Una vez considerados los compromisos de Cristo y del Espíritu Santo en la Cena del Señor, primera parte, consideremos ahora a otros dos “actores” que comparten la comunión de la Santa Cena.
Consideremos el acto que llevamos a cabo en memoria de Él. “Recordar” significa mucho más que acordarse simplemente de un acontecimiento pasado. Significa más que repetir mentalmente una doctrina ortodoxa con respecto a Jesús y a su muerte expiatoria. Ciertamente implica todo esto, pero “recordar” es mucho más que esto. Es el tipo de recordatorio que se hacía junto con la Pascua. En memoria; traemos el acontecimiento pasado al presente y nos identificamos con ese suceso de manera que este llega a caracterizarnos y vivimos como si experimentásemos aquello que se está rememorando. ¿Y cómo “recordamos”? Hacemos esto: celebramos la Cena del Señor.
Alan Dunn
Cenas de Acción de Gracias, recepciones de boda. Nuestra cultura celebra comidas especiales cuyos menús y ocasiones tienen una importancia mayor que la de una comida normal. Lo mismo ocurre en la cultura del Reino de Cristo: hay una comida importante. Esa comida se llama “La Cena del Señor”. Nuestro Señor nos ordena: “Haced esto en memoria de mí” (Lc. 22:19). En la Mesa del Señor hay un “hacer”. No somos pasivos, sino activos, cuando hacemos esto. ¿Quiénes son los actores en la Mesa del Señor? ¿Qué acción tiene lugar allí? ¿Qué ocurre como resultado de los actos que tienen lugar en la Mesa del Señor? Considerad conmigo “lo que ocurre en la Mesa del Señor”.
Noble Vater
Solamente esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó (Josué 1:7).
En el primer capítulo del libro de Josué leemos las instrucciones que el Señor dio a ese hombre escogido para conquistar y repartir la tierra prometida. El Señor usa en tres ocasiones la locución “esforzarse y ser valiente”. La primera vez dice: “Nadie te podrá hacer frente […] estaré contigo […]. Esfuérzate y sé valiente porque tú repartirás a este pueblo por heredad la tierra…” (1:5, 6). Es decir, mirando a las inevitables guerras, Josué tenía que esforzarse. Luego dijo también: “Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas” (1:9), es decir, en las campañas de guerra y frente a todo lo que puede causar temor o desmayo.