Arthur Pink
La infidelidad es uno de los pecados mas preponderantes en esta época impía en que vivimos. En el mundo de los negocios, dar la palabra de uno, con muy raras excepciones, ya no es algo en que se pueda confiar. En el mundo social, la infidelidad matrimonial abunda por todas partes, los vínculos sagrados del matrimonio se rompen con la misma facilidad que se descarta una vieja prenda de vestir. En el terreno eclesiástico, miles han prometido solemnemente predicar la verdad que no tienen ningún escrúpulo en atacarla y negarla. Ni puede el lector o el escritor declararse completamente inmune a este terrible pecado: ¡De cuántas maneras hemos sido infieles a Cristo y a la luz y los privilegios que Dios nos confió!
C.H. Spurgeon
Los predicadores negros suelen tener una gran sagacidad y sentido común. No solo señalan la verdad sino que la lanzan como si fuese un dardo. De esta forma, una vez dentro, se quedará bien adherida.
Uno de ellos predicaba una vez con mucho entusiasmo sobre las distintas formas en las que los hombres pierden su alma. Bajo el título de observación, dijo que los hombres pierden a menudo su alma por exceso de generosidad.
J.G. Vos
PREGUNTA: Si los pecados de una persona —pasados, presentes y futuros— han sido perdonados cuando ella ha sido justificada, entonces ¿por qué debería un cristiano confesar su pecado a diario y orar pidiendo perdón, a lo largo de toda su vida?
RESPUESTA: Este problema ha dejado perplejos a muchos cristianos. La clave para su solución radica en la distinción que se debe hacer entre justificación y adopción. Aunque ambas son simultáneas e inseparables, se trata de dos actos distintos de Dios e implican dos relaciones diferentes entre el creyente y Dios.
Noble D. Vater
“Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo; antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de ¡Qué buenísimo pastor es el Señor! Toda su palabra evidencia su gran amor y cuidado tierno para su pueblo escogido…
William Gurnall
La Palabra es el espejo en que vemos reflejado a Cristo, y al verle, nos transformamos a su imagen por el Espíritu Santo. Si el espejo está roto, nuestro concepto de él se distorsiona, mientras que la Palabra en su claridad real nos muestra a Cristo en toda su gloria. De lo que se deduce que Satanás no solo golpea a Dios cuando ataca la verdad, sino que también golpea a los cristianos. Si puede llevarlos al error, debilitará—si no lo destruye—el poder de la piedad en ellos.
El apóstol une el espíritu de poder y el de dominio propio (cf. 2 Ti. 1:7). Se nos exhorta a desear “la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis…” (1 P. 2:2). Al igual que la leche diluida, la Palabra mezclada con el error no es muy nutritiva. Todo error, por inocente que parezca, es un parásito. Así como la hiedra mina la fuerza del árbol en que se enreda, el error socava la fuerza de la verdad. El alma que se alimenta de la verdad contaminada no puede crecer sana.