George Lawson
No te fatigues en adquirir riquezas, deja de pensar en ellas (Proverbios 23:4).
La riqueza ha sido la suerte de muchos santos. Cuando Dios nos concede riquezas, no nos pide que las arrojemos al mar, como hizo cierto filósofo antiguo; pero cuando nos las niega, no debe considerarnos infelices por ello. Salomón suele hablar de las riquezas como de una recompensa que la Sabiduría otorga frecuentemente a los que la aman, pero aquí nos advierte contra el peligro de suponer que la Sabiduría fomenta el amor a las riquezas: esa pasión universal que ha causado tanto mal a la raza humana desde la fundación del mundo.
George Lawson
También el que es negligente en su trabajo es hermano del que destruye (Proverbios 18:9).
La negligencia en los negocios es la compañera habitual de la chismorrería; y ambas iniquidades resultan más peligrosas de lo que la gente suele pensar, de modo que es preciso que protestemos a menudo contra ellas con toda seriedad.
C.H. Spurgeon
El que justifica al impío, y el que condena al justo, ambos son igualmente abominación al SEÑOR (Proverbios 17:15).
No hay duda de que condenar al justo es una falta grave. Pero algunos se sorprenderán de la afirmación del sabio de que justificar al impío es un delito de la misma naturaleza y malignidad.
Sin embargo, nos rebelamos contra Dios cuando nos desviamos hacia la derecha, igual que cuando nos desviamos hacia la izquierda, para apartarnos de ese camino en que se nos ordena que andemos.
George Lawson
Al que devuelve mal por bien, el mal no se apartará de su casa (Proverbios 17:13).
La ingratitud es uno de los pecados más viles que hay y demuestra claramente que el corazón es más rastrero de lo que se puede expresar con palabras; y su castigo estará en proporción al grado de culpa. El ingrato acarrea el mal, no solo sobre sí mismo, sino también sobre su casa; y esta desgracia que se deriva de un pecado tan grande no se presenta como un extraño que viene a pasar una noche en el hogar, sino que toma la casa como lugar de residencia y se queda allí para siempre.
George Lawson
Escucha el consejo y acepta la corrección, para que seas sabio el resto de tus días (Proverbios 19:20).
Un amigo capaz de darnos un buen consejo es un tesoro precioso, y solo la insensatez y el engreimiento pueden impedirnos valorar sus buenas indicaciones “[…] más que mucho oro fino” (Sal. 19:10).
Si los consejos de nuestros amigos merecen respeto, los de la Palabra de Dios son infinitamente más útiles. Los testimonios del Señor eran los consejeros de David en todas sus dificultades (cf. Sal. 119:24) y le hicieron más sabio que los ancianos (cf. Sal. 119:100).