Albert N. Martin
Cuando la Biblia habla de la esperanza para los cristianos, no se refiere a un deseo ni a un fuerte anhelo. La esperanza bíblica es una expectativa confiada y un anhelo de recibir la bendición de la gracia redentora de Dios, ya comprada, y prometida, aunque no realizada aún. Y la Biblia deja muy claro que el enfoque principal de nuestra «esperanza» es la terminación suprema de nuestra salvación cuando recibamos nuestro cuerpo resucitado en la venida de nuestro Señor Jesucristo (ya lo tratamos brevemente en el capítulo 2).
Albert N. Martin
“Un verdadero creyente, en un estado espiritual saludable, experimenta gran dolor porque el pecado sigue permaneciendo, y obrando de forma activa y agresiva en él. Pero bendito sea Dios, porque en el momento en que ese hijo suyo—que lucha, pelea, se arrepiente, y se esfuerza—, exhala el último suspiro, Dios extiende sobre esa alma que ha abandonado el cuerpo una concentración de su gracia santificadora y del poder que acabará de inmediato la obra de conformar esa alma a la semejanza moral de Cristo.
J.C. Ryle
¿Somos conscientes de haber tenido una experiencia de conversión a Dios? Sin conversión no hay salvación: “Si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos”; “El que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios”; “Si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de Él”; “Si alguno está en Cristo, nueva criatura es” (Mateo 18:3; Juan 3:3; Romanos 8:9; 2 Corintios 5:17).
J.C. Ryle
En estos versículos se nos ofrece una promesa. El Señor Jesús dice: “El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva”. Obviamente, estas palabras tenían un sentido figurado. Se pueden aplicar de dos formas. Por un lado enseñan que todos aquellos que vengan a Cristo por fe hallarán satisfacción abundante en Él. Por otro lado enseñan que los creyentes no solo tendrán suficiente para cubrir las necesidades de sus propias almas, sino que también se convertirán en fuente de bendición para los demás.
J.C. Ryle
“Venga a mí y beba” (Juan 7:37a)
En estos versículos se nos ofrece un remedio. El Señor Jesús dice: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba”. Declara que Él es la verdadera fuente de vida, el que satisface todas las carencias espirituales, el que alivia todas las necesidades espirituales. Invita a todos los que sienten la pesada carga del pecado a acudir a Él y se proclama su Ayudador.