George Lawson
“Reconócele en todos tus caminos, y Él enderezará tus sendas” (Proverbios 3:6).
Dios conoce muy bien todos nuestros problemas y, sin embargo, en su gracia nos manda que se los presentemos en oración y que le pidamos su dirección para ocuparnos de ellos, a fin de ser guiados por su providencia y por su Espíritu, según su Palabra. Los santos han hallado mucho consuelo en sus dificultades exponiéndole sus causas y pidiéndole su intervención para ayudarles a resolverlas (cf. Sal. 14:2, 3). Pero los momentos de angustia no son las únicas épocas en que debemos apelar a Él.
George Lawson
“Hijo mío, no te olvides de mi enseñanza, y tu corazón guarde mis mandamientos, porque largura de días y años de vida y paz te añadirán” (Proverbios 3:1-2).
Todos los hombres desean vivir una vida larga y llena de felicidad, y todos consideran que las riquezas y los buenos médicos son los medios más prometedores para obtenerla. Pero la religión es mejor que todo el oro y que todos los médicos del mundo, “pues tiene promesa para la vida presente y también para la futura” (1 Ti. 4:8).
George Lawson
“Hijo mío, no te olvides de mi enseñanza, y tu corazón guarde mis mandamientos” -Proverbios 3:1
Debemos reverenciar a este maestro inspirado como a un padre espiritual. Hemos de considerar su palabra como una ley publicada por Salomón, pero vinculante para nosotros por la autoridad de Dios (cf. Mal. 4:4). No debemos olvidar jamás esta ley, sino familiarizarnos con ella en nuestra memoria de modo que dispongamos de una guía que nos enseñe cómo conducirnos en cada situación en que podamos encontrarnos; y cuando la atesoremos en nuestra memoria, debemos cumplirla en nuestro corazón.
George Lawson
Casa y riqueza son herencia de los padres, pero la mujer prudente viene del SEÑOR (Proverbios 19:14).
Las casas y las tierras son don de Dios, pero Él nos las da por medio de nuestros padres o progenitores, que las adquirieron con esfuerzo. La Providencia resplandece más notablemente al otorgar buenas esposas a los hombres, porque estas no pueden venir por herencia; y nadie puede saber de antemano qué esposa le va a tocar en suerte a un determinado hombre.
En la esposa, la prudencia no solo incluye su habilidad en el gobierno de los asuntos domésticos, sino también el buen sentido que la convierte en una compañera agradable y la mueve a comportarse de tal forma que haga feliz a su marido en la relación. Si a estas cualidades se añade la piedad, la mujer resulta una bendición mucho más grande que cualquiera de las posesiones que los padres puedan legarnos.