La pasión por predicar
Charles H. Spurgeon
La predicación está pasando por malos tiempos. Al menos, esta es la impresión que uno saca al escuchar mucho de lo que se considera predicación en los púlpitos estadounidenses.
Charles H. Spurgeon
La predicación está pasando por malos tiempos. Al menos, esta es la impresión que uno saca al escuchar mucho de lo que se considera predicación en los púlpitos estadounidenses.
Albert N. Martin
Al considerar la cantidad de tiempo que atribuimos a las distintas facetas de la obra ministerial presupongo la primacía de la predicación entre los deberes públicos del ministerio.
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Vivimos en un tiempo en el que cada vez se mira con más desprecio a los predicadores y a la predicación y lo lamentable es que esto ocurre incluso en la iglesia. Sucede aun entre aquellos que profesan ser cristianos y que, si realmente lo son, llegaron a serlo porque alguien les proclamó la Palabra de Dios.
¿De qué otro modo podrían haber llegado a creer de no ser por haberle oído hablar por medio de alguien? ¿Y quién fue esa persona? Un predicador. Fue alguien que testificó y proclamó.
Con todo, parece que Satanás ha sido capaz de influenciar a muchos para que les convenza de que si hay algo que se pueda dar por sentado, algo que se pueda descuidar y descartar, es la predicación. Por tanto, no os sorprendáis de que el enemigo del alma de los hombres tome todas las medidas para desanimar a los predicadores y silenciar las predicaciones.
Anteriormente consideramos la prioridad de la predicación en la historia del pueblo de Dios.
En segundo lugar, considerad conmigo la prioridad de la predicación en la vida del pueblo de Dios. Sí, la prioridad de la predicación en la vida del pueblo de Dios. En su faceta de comunidad, la iglesia es responsable de proclamar el Evangelio. Como iglesia, tiene una mayordomía para que el Evangelio avance por medio del ministerio de la predicación. La iglesia tiene varias tareas que le han sido asignadas por su Señor exaltado, pero la misión fundamental es el crecimiento del Evangelio por medio de la proclamación de un predicador.
Charles Spurgeon escribe:
“Queremos que vuelva a haber muchos hombres como Lutero, Bunyan, Calvino, Whitefield, dispuestos a señalar sus errores y cuyos nombres inspiren terror en los oídos de nuestros enemigos. Necesitamos desesperadamente a hombres así. ¿De dónde vendrán?
Son dones de Cristo a la iglesia y llegarán a su debido tiempo. Él ya dio, y tiene poder de volver a darnos, una edad dorada de predicadores, un tiempo tan fértil en grandes teólogos y poderosos ministros como fue la época de los puritanos. Era un tiempo en el que la antigua y buena verdad se volvió a predicar por hombres cuyos labios parecían tocados por un carbón encendido tomado del altar. Este será el instrumento en manos del Espíritu para llevar a cabo un gran avivamiento profundo de la religión en el país.
Yo no busco otros medios para que el hombre se convierta fuera de la simple predicación del Evangelio y la apertura de los oídos de los hombres para que la oigan. En el momento en el que la Iglesia de Dios menosprecie el púlpito, Dios la despreciará a ella. El ministerio de la predicación ha sido siempre la forma en la que al Señor le ha placido reavivar y bendecir a sus iglesias”.
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