La depresión
Antes de los grandes logros es muy corriente que experimentemos esa misma depresión en cierta medida. Al contemplar las dificultades que tenemos por delante, nuestros corazones decaen: los hijos de Anac caminan majestuosamente ante nosotros y, en su presencia, somos como langostas en nuestra propia estimación. Las ciudades de Canaán se elevan amuralladas hasta el cielo y ¿quiénes somos nosotros para esperar tomarlas? Estamos listos para tirar las armas y salir huyendo. Nínive es una gran ciudad, y huiríamos a Tarsis antes que enfrentarnos con sus ruidosas multitudes. Buscamos inmediatamente un barco que pueda llevarnos sosegadamente lejos de ese terrible escenario y solo el miedo de una tempestad frena nuestros desleales pasos. Esa fue mi experiencia cuando empecé mi pastorado en Londres.