La adoración: ¿Bendición de Dios o bendición del hombre?
Paul Christianson
Hoy día, muchos cristianos hablan de las bendiciones que reciben en la alabanza, la oración y la predicación, en el contexto de la adoración del Nuevo Testamento.
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Reverencia en la adoración
Basaremos esta reflexión en el capítulo 12 del libro de los Hebreos, versículos 28 y 29.
El Apóstol escribe: «Por lo cual, puesto que recibimos un reino que es inconmovible, demostremos gratitud, mediante la cual ofrezcamos a Dios un servicio aceptable con temor y reverencia, porque nuestro Dios es fuego consumidor».
Aquí, el texto está diciendo que nuestra adoración debe ir marcada por la reverencia, o temor piadoso, y por el sobrecogimiento. Vivimos en una época en la que la adoración cristiana no suele conllevar estas características. En realidad, podríamos decir que la corriente discurre precisamente en la dirección opuesta. Este es un tiempo en el que la gente habla de guerras de adoración y, en esas supuestas luchas (y con este término quiero decir que existe un gran debate e incluso amplias discusiones sobre la forma en la que deberíamos adorar a Dios), parecería que incluso en medio de tanta argumentación se está llegando a perder de vista este punto tan crucial.
¿Cómo practicamos la adoración?
La esencia de la salvación y la esencia de la adoración es la vida con Dios. La meta de la salvación es la vida con Dios: la vida con Dios que mora con nosotros, el Dios a quien le agrada tener contacto con su pueblo. Esa es la esencia de nuestra salvación, la esencia de nuestra adoración.
Esta perspectiva se expresa desde el principio hasta el final de nuestra Biblia. Lo vemos, por ejemplo, en Éxodo capítulo veintinueve; en este capítulo tenemos este testimonio de nuestro Antiguo Testamento. Allí encontramos las bendiciones de la adoración sacrificial reglamentada por Dios, en las que Él expresa la esencia de la promesa de Su pacto.
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