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Cristo, la única Cabeza y fundamento de la Iglesia

D. Scott Meadows

«Jesús es el Señor». Esta es la confesión fundamental de los cristianos desde el principio (cf. Ro. 10:9). El resultado es que SOLO Jesús es Señor. La palabra Señor significa único Rey soberano y Cabeza de la Iglesia (cf. Ef. 1:20-23; 5:23). La naturaleza misma de Su liderazgo significa que no puede compartirse con ningún otro. Nadie tiene dos cabezas ni es posible servir a dos amos (cf. Mt. 6:24). La máxima lealtad del cristiano es para Cristo exclusivamente, y no para Cristo y cualquier pastor terrenal.

Además, las Escrituras enseñan con toda claridad que la Iglesia tiene un solo y único fundamento que es Jesucristo (1 Co 3.11). Pablo nos ayuda, por tanto, a interpretar Mateo 16:18 de la manera adecuada, entendiendo que la Roca sobre la que está fundada la Iglesia es Cristo, exaltado en la extraordinaria confesión de Pedro (v. 16).

¡Cuánta de la religión ritualista es totalmente falsa!

J.C. Ryle

A veces ves hombres desbordantes de celo por la vestimenta, los gestos, las posturas, la decoración de la iglesia, los servicios religiosos diarios y la comunión frecuente, cuando es evidente que sus corazones están en el mundo.

Motivos para ser una congregación piadosa (1 Pedro 3.9c-12)

D. Scott Meadows

La ética cristiana (amor santo) se puede describir como lo hace Pedro aquí (3.8-9a), y Pablo (Ro. 12:9-21), y David (Sal. 34:12-16, citado por Pedro): 1) guarda tu lengua del mal y tus labios de hablar engaño; 2) apártate del mal y haz el bien; 3) busca la paz y síguela. Esto explica lo que David define como «el temor del Señor» (cf. Sal. 34:11). La verdadera religión es el fundamento del amor de verdad. La adoración auténtica alimenta el amor. La salvación precede a la santificación. Uno no puede convertirse en cristiano por amar a las personas; ha de venir tal como es —a saber, una persona aborrecible (cf. Tit. 3:3)— a Cristo —como lo que es—, y Él cambiará ese corazón y su proceder. Nunca nos parecemos tanto al Señor como cuando amamos con misericordia a nuestros enemigos. Los motivos son tres:

Exhortaciones para ser una congregación piadosa (1 Pedro 3.8-9b)

D. Scott Meadows

En la primera epístola de Pedro (1:2), se exhorta a los cristianos a seguir el ejemplo de Cristo (2:21) en cuanto al sufrimiento y la santidad (1:15-16). Debemos vivir como pueblo escogido de Dios en un mundo profano, como extranjeros que le glorifiquen en un entorno hostil. Existe una forma de vida particularmente cristiana, ya sea como súbditos (2:13-17), esclavos (2:18-25), esposas (3:1-6), o maridos (3:7), que nos distinguirá de los inconversos y reflejará la gloria de Dios.

El error no es tan inocente como piensan algunos

William Gurnall

La Palabra es el espejo en que vemos reflejado a Cristo, y al verle, nos transformamos a su imagen por el Espíritu Santo. Si el espejo está roto, nuestro concepto de él se distorsiona, mientras que la Palabra en su claridad real nos muestra a Cristo en toda su gloria. De lo que se deduce que Satanás no solo golpea a Dios cuando ataca la verdad, sino que también golpea a los cristianos. Si puede llevarlos al error, debilitará—si no lo destruye—el poder de la piedad en ellos.

El apóstol une el espíritu de poder y el de dominio propio (cf. 2 Ti. 1:7). Se nos exhorta a desear “la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis…” (1 P. 2:2). Al igual que la leche diluida, la Palabra mezclada con el error no es muy nutritiva. Todo error, por inocente que parezca, es un parásito. Así como la hiedra mina la fuerza del árbol en que se enreda, el error socava la fuerza de la verdad. El alma que se alimenta de la verdad contaminada no puede crecer sana.

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