Pieter VanderMeyden
Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas lo libra el SEÑOR.
—SALMO 34:19
Dios no distingue a Su pueblo de los incrédulos eximiéndolos de la aflicción. Los distingue causando cualquier cosa —hasta la aflicción— para obrar por el bien espiritual y la liberación eterna. ¿Pero cómo deberíamos responder a las aflicciones para tener la completa seguridad de que nos estamos sometiendo a Él en tiempos de angustia? No piense solo en la persecución, sino también en el dolor, un accidente, la enfermedad física, la depresión, el desempleo, una relación familiar tensa, el maltrato, o cualquier otra dificultad. Cualquiera de estas cosas pueden afligir nuestra alma y podríamos preguntar: “¿Por qué?”.
George Lawson
No digas: Yo pagaré mal por mal; espera en el Señor, y Él te salvará (Proverbios 20:22).
Si se nos permitiera vengarnos por nuestra propia mano, la Tierra enseguida se llenaría de confusión y se sangre; porque cuando la ira de los hombres se enciende por el escozor de una herida fresca, enturbia el juicio e incita a los que están dominados por ella a cometer las irregularidades más peligrosas. Si la consentimos, nos arrastra a devolver de forma muy desproporcionada las ofensas que se nos han hecho; hasta podríamos descargar nuestra venganza contra los inocentes, como habría hecho David si Abigail no hubiera apaciguado su furia; podríamos ser culpables de los crímenes más sangrientos y hacernos desgraciados durante el resto de nuestros días.
James W. Beeke
Lectura sugerida: Job 11:7-12
Imagine a una niña de tres años que mira con ojos ávidos un envase de bolitas venenosas para las ratas. Su padre le dijo que no las tocara porque son malas. «Te harán daño», le advirtió. ¿Debería confiar en su padre? No lo entiende y, para ella, aquello que le está diciendo no tiene sentido. Piensa que cualquiera se daría cuenta de que esas bolitas son caramelos, ¡y estos son buenos!
Paul Christianson
Las declaraciones y oraciones del Salmo 27 están hechas en el oscuro marco de una hueste de enemigos: malhechores que calumnian, actúan con violencia y procuran la destrucción del rey David, autor de este salmo. David los compara con bestias salvajes cuando dice “para devorar mis carnes”, en el versículo 2, y a un ejército que acampa a su alrededor, en el versículo 3.
El rey se muestra increíblemente desafiante contra tales enemigos, y escribe en los versículos 1 al 3: “El Señor es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? El Señor es la fortaleza de mi vida; ¿de quién tendré temor? Cuando para devorar mis carnes vinieron sobre mí los malhechores, mis adversarios y mis enemigos, ellos tropezaron y cayeron. Aunque un ejército acampe contra mí, no temerá mi corazón; aunque en mi contra se levante guerra, a pesar de ello, estaré confiado”.
R. C. Sproul
En el campo de los estudios bíblicos hay cinco libros que se suelen incluir generalmente bajo el título de “literatura de sabiduría” o “libros poéticos del Antiguo Testamento”. Son los libros de Proverbios, Salmos, Eclesiastés, Cantar de los Cantares y Job. De estos cinco libros, uno destaca en dramático contraste, manifestando relevantes diferencias con los otros cuatro. Es el libro de Job. La sabiduría que se encuentra en el libro de Job no se comunica en forma de proverbio. Más bien se diría que el libro de Job trata con cuestiones de sabiduría en el contexto de una narrativa que trata con la profunda aflicción de Job y su dolor atroz. Esta narrativa está ambientada en los tiempos del patriarcado. Han surgido preguntas en cuanto a la intención del autor de este libro, si pretende ser la narrativa histórica de un individuo real o su estructura básica es la de un drama con prólogo, que incluye una escena de apertura en el cielo, con un discurso entre Dios y Satanás y que va moviéndose de forma culminante hacia el epílogo en el cual se le repone a Job todas las profundas pérdidas que ha tenido durante sus pruebas.