Adaptado por D. Scott Meadows de «El matrimonio cristiano en un mundo cambiante»
Introducción
Chapel Library acaba de publicar un cuadernillo escrito por A. N. Martin en colaboración con otros pastores. Es un manual para una boda cristiana celebrada en una iglesia, y presidida por un pastor. Aboga por que se piense en ello como un culto de adoración pública que debería validar e ilustrar el evangelio, y no presentar ninguna piedra de tropiezo a los asistentes. Este manual trata algunas cuestiones muy prácticas como el voto de sumisión de la esposa a su marido, el requisito de un atavío modesto y advertencias en cuanto a la bebida y el baile en la recepción de la boda.
Los pastores implicados en la elaboración de este manual tomaron conciencia de la necesidad de unas normas al comprobar que quienes profesan ser cristianos se muestran cada vez más mundanos que en los años pasados, en su forma de celebrar las bodas. Este cuadernillo será de gran ayuda para los pastores y las parejas a la hora de evitar malentendidos y problemas ya que podrán ponerse de acuerdo con antelación sobre los temas que en él se tratan.
Las críticas recibidas por el autor con respecto a estos criterios y prácticas le han llevado a incluir una postdata sobre el legalismo que es de gran utilidad en un ámbito aún más amplio de la casuística cristiana. En agradecimiento, la resumimos a continuación.
Noble D. Vater
“Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo; antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de ¡Qué buenísimo pastor es el Señor! Toda su palabra evidencia su gran amor y cuidado tierno para su pueblo escogido…
Albert Mohler
La separación efectiva entre sexo y procreación puede ser una de las marcas más importantes de nuestra era, y también una de las más siniestras. Los evangélicos estadounidenses se están dando cuenta, y esto amenaza con desatar una tormenta.
La mayoría de los protestantes evangélicos acogieron con aplausos y alivio la llegada de las técnicas modernas de control de la natalidad. Dado que carecían de una teología sustancial del matrimonio, el sexo o la familia, los evangélicos dieron la bienvenida a «la píldora» casi del mismo modo en que el mundo celebró el descubrimiento de la penicilina: como un hito en la marcha inevitable del progreso humano y la conquista de la naturaleza.
William Gurnall
La Palabra es el espejo en que vemos reflejado a Cristo, y al verle, nos transformamos a su imagen por el Espíritu Santo. Si el espejo está roto, nuestro concepto de él se distorsiona, mientras que la Palabra en su claridad real nos muestra a Cristo en toda su gloria. De lo que se deduce que Satanás no solo golpea a Dios cuando ataca la verdad, sino que también golpea a los cristianos. Si puede llevarlos al error, debilitará—si no lo destruye—el poder de la piedad en ellos.
El apóstol une el espíritu de poder y el de dominio propio (cf. 2 Ti. 1:7). Se nos exhorta a desear “la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis…” (1 P. 2:2). Al igual que la leche diluida, la Palabra mezclada con el error no es muy nutritiva. Todo error, por inocente que parezca, es un parásito. Así como la hiedra mina la fuerza del árbol en que se enreda, el error socava la fuerza de la verdad. El alma que se alimenta de la verdad contaminada no puede crecer sana.
C.H. Spurgeon
Entonces ella vino y se postro ante Él, diciendo: “¡Señor ayúdame!” (Mateo 15:25).
Nuestro texto relata un caso de verdadera angustia y nos muestra la oración de una mujer en agonía. Quiero hablar especialmente sobre la oración de esta mujer.
Ahora, por algunos minutos, les invito queridos amigos a que ADMIREN CÓMO ESTA MUJER HIZO SUYO EL CASO DE SU HIJA.
Le recomiendo a aquellos que procuran la conversión de otros que sigan su ejemplo. Noten que ella no oró, “Señor, ayuda a mi hija,” sino, “Señor, ayúdame a mí.” Al principio rogó por su hija explicando las circunstancias de su caso; pero a medida que la intensidad y el fervor de su suplica crecía, parecía ya no haber diferencia entre la madre y la hija. La madre absorbió a la hija; el gran corazón de la suplicante parecía abrigar a aquella por la que suplicaba con tanta agonía: “Señor, ayúdame.” ¿Comprendes la idea?