J.C. Ryle
“Venga a mí y beba” (Juan 7:37a)
En estos versículos se nos ofrece un remedio. El Señor Jesús dice: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba”. Declara que Él es la verdadera fuente de vida, el que satisface todas las carencias espirituales, el que alivia todas las necesidades espirituales. Invita a todos los que sienten la pesada carga del pecado a acudir a Él y se proclama su Ayudador.
J.C. Ryle
Se ha dicho de algunos pasajes de la Escritura que deberían estar impresos en letras de oro. Estos versículos constituyen uno de esos pasajes. Contienen una de esas invitaciones amplias, plenas y libres al hombre que hacen que el Evangelio de Cristo sea tan claramente las “buenas noticias de Dios”. Consideremos en qué consiste.
D. Scott Meadows
En los versículos de la Biblia que quiero mostrarles hoy, tenemos la breve aparición de una hermosa anciana llamada Ana. Su belleza se encontraba en su interior; eras una hermosura espiritual que demostraba que era una verdadera hija amada de Dios. Esto es todo lo que la Biblia dice específicamente sobre ella en tan solo tres versículos:
George Lawson
Escucha el consejo y acepta la corrección, para que seas sabio el resto de tus días (Proverbios 19:20).
Un amigo capaz de darnos un buen consejo es un tesoro precioso, y solo la insensatez y el engreimiento pueden impedirnos valorar sus buenas indicaciones “[…] más que mucho oro fino” (Sal. 19:10).
Si los consejos de nuestros amigos merecen respeto, los de la Palabra de Dios son infinitamente más útiles. Los testimonios del Señor eran los consejeros de David en todas sus dificultades (cf. Sal. 119:24) y le hicieron más sabio que los ancianos (cf. Sal. 119:100).
D. Scott Meadows
Sea quitada de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritos, maledicencia, así como toda malicia (Efesios 4:31).
πᾶσα πικρία καὶ θυμὸς καὶ ὀργὴ καὶ κραυγὴ καὶ βλασφημία ἀρθήτω ἀφ’ ὑμῶν σὺν πάσῃ κακίᾳ.
Pablo, el portavoz de Cristo, expone aquí una prohibición de inmoralidades desagradables y específicas a las que todo cristiano suele tener inclinación. Esto, en sí mismo, es una consideración profundamente humillante. Nosotros, los creyentes, hemos tomado el nombre de Cristo del mismo modo en que la esposa abraza el de su marido. Tenemos una asociación pública con el santo Hijo de Dios desde el cielo.