George Lawson
El perezoso mete su mano en el plato, y ni aun a su boca la llevará (Proverbios 19:24).
Salomón era enemigo mortal de la pereza, como corresponde a todos los sabios. A menudo nos ha explicado los malos efectos de este vicio, y aquí pone al perezoso como objeto de desprecio y de burla para avergonzarle, si es posible, de su pereza y despertarnos en cuanto a la diligencia en los deberes de nuestra vocación y religión.
George Lawson
No te fatigues en adquirir riquezas, deja de pensar en ellas (Proverbios 23:4).
La riqueza ha sido la suerte de muchos santos. Cuando Dios nos concede riquezas, no nos pide que las arrojemos al mar, como hizo cierto filósofo antiguo; pero cuando nos las niega, no debe considerarnos infelices por ello. Salomón suele hablar de las riquezas como de una recompensa que la Sabiduría otorga frecuentemente a los que la aman, pero aquí nos advierte contra el peligro de suponer que la Sabiduría fomenta el amor a las riquezas: esa pasión universal que ha causado tanto mal a la raza humana desde la fundación del mundo.
George Lawson
También el que es negligente en su trabajo es hermano del que destruye (Proverbios 18:9).
La negligencia en los negocios es la compañera habitual de la chismorrería; y ambas iniquidades resultan más peligrosas de lo que la gente suele pensar, de modo que es preciso que protestemos a menudo contra ellas con toda seriedad.
C.H. Spurgeon
“Anímale” (Deuteronomio 1:38).
Dios se sirve de los suyos para que se alienten los unos a los otros. Él no dijo al ángel Gabriel: “Mi siervo Josué está a punto de conducir a mi pueblo a Canaán; ve y aliéntalo”. Dios nunca efectúa milagros innecesarios. Si sus propósitos se pueden cumplir por medios ordinarios, no utilizará métodos milagrosos.
C.H. Spurgeon
El que justifica al impío, y el que condena al justo, ambos son igualmente abominación al SEÑOR (Proverbios 17:15).
No hay duda de que condenar al justo es una falta grave. Pero algunos se sorprenderán de la afirmación del sabio de que justificar al impío es un delito de la misma naturaleza y malignidad.
Sin embargo, nos rebelamos contra Dios cuando nos desviamos hacia la derecha, igual que cuando nos desviamos hacia la izquierda, para apartarnos de ese camino en que se nos ordena que andemos.