Dr. Gerald M. Bilkes
Emanuel es uno de los nombres más preciosos de Cristo. Es una combinación de dos palabras hebreas que, juntas, significan “Dios con nosotros”. El Evangelio de Mateo explica que Cristo recibió este nombre en cumplimiento de la profecía del Antiguo Testamento.
Para muchas personas, el nombre Emanuel tiene un sonido hermoso que sugiere consuelo y esperanza en tiempos de aflicción. Sin embargo, este nombre posee mayor sustancia y relevancia. El aliento que los cristianos pueden obtener de este nombre no es una mera impresión vaga o una emoción pasajera; es la verdad que le ha atribuido una gloriosa belleza y una amplia gama de bendiciones.

En este sermón se explica la diferencia entre la alta cultura y la cultura popular y cuál debe ser la actitud
del cristiano hacia la cultura. ¿Es la cultura neutral? ¿Debe ser la guía que debemos consultar para
evangelizar a los incrédulos? ¿Qué nos enseña la Palabra de Dios sobre estas cosas?
Don Overbeek
Y dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados. —Mateo 1:21.
Una de las primeras palabras que los niños aprenden a escribir es su nombre. Cuando alguien está perdido, la primera pregunta a la que debe responder es: “¿Cuál es su nombre?”. El punto clave para identificarle a usted es su nombre, que va emparejado a su fecha de nacimiento y, quizá, su número de teléfono. Los nombres siempre han sido algo importante, y seguirá siendo así.
Dr. Joel R. Beeke
La fiebre de la lotería sigue siendo algo desenfrenado. Este año, tres ganadores de la lotería recibieron sumas enormes de alrededor de cien millones de dólares. Nuestro buzón de correo contiene regularmente promesas de premios, rifas, números ganadores y bonos, o preguntas como, “¿Qué haría usted con un millón de dólares?”.
El dinero no es malo. Se puede hacer mucho bien con él y Dios nos alienta a trabajar duro y ganar dinero para poder compartirlo con aquellos que están en necesidad (Ef. 4:28). Los ricos deberían disfrutar de su riqueza y ser ricos en buenas obras (1 Ti. 6:17-18).
J.C. Ryle
El origen del pecado
La pecaminosidad del hombre no comienza de afuera, sino de adentro. No es resultado de una mala formación en los primeros años. No se contagia de las malas compañías y los malos ejemplos, como les gusta decir a algunos cristianos débiles. ¡No! Es una enfermedad de familia, que todos heredamos de Adán y Eva, nuestros primeros padres, y con la cual nacemos. Creados “a la imagen de Dios”, inocentes y rectos al principio, nuestros padres cayeron de la rectitud y justicia original, y pasaron a ser pecadores y corruptos. Y desde ese día hasta ahora, todos los hombres y mujeres nacen caídos, a la imagen de Adán y Eva, y heredan un corazón y naturaleza con una predisposición al mal.