¡Oh, el camino de la mentira nunca más! (Sal. 119:29)
Quita de mí el camino de la mentira,
Y en tu bondad concédeme tu ley.
Todo el mundo miente, o al menos eso es lo que parece. Seguramente todos sufrimos grandes tentaciones de mentir, y algunas veces cedemos a ello. Sin embargo, así como con todos los demás pecados, en esto hay dos tipos de personas. Algunos son esclavos de la mentira y nunca se arrepienten realmente. Deliberadamente y también sin pensar demasiado al respecto, utilizan las mentiras en su vida diaria porque creen que es más fácil y que les aportará más felicidad. Están en paz con la mentira, incluso la defienden como algo correcto y necesario bajo ciertas circunstancias. El otro tipo de personas está orientado hacia la verdad. Odian la mentira incluso cuando están luchando contra este pecado en su propia vida. Una de las armas más importantes de su arsenal contra la mentira es la oración. Por cierto, el primer grupo está perdido (Ap. 2:.8) y solo los verdaderos cristianos están en el segundo.
La sabiduría convencional y mundana viene del primer grupo y lo complace. Un artículo en Psychology Today [La psicología actual] describe la mentira como un “lubricante social no perjudicial”, útil para aminorar la “fricción interpersonal”. Especula que “quizás nuestra vida social podría venirse abajo con el peso de una cruel sinceridad”. Esto exonera a los mentirosos y los define como “no culpables”. Sigue diciendo: “La imagen de la mentira, que ha surgido en los años recientes [es decir, el consenso de los psicólogos modernos e impíos, DSM] es mucho más favorable que el sugerido por su principio bíblico “no mentirás”.1 Observe este ataque descarado al principio bíblico. Estos psicólogos anti bíblicos reconocen, por lo menos, que las Escrituras ven la mentira con malos ojos, aunque es irónico ver cómo algunos cristianos defienden la mentira como un deber moral en algunos casos.2
Con esta actitud popular, la guerra por una integridad personal coherente está perdida incluso antes de que comience. Los cristianos que piensan correctamente abominan este tipo de pragmatismo carnal. Las Escrituras abogan claramente por decir la verdad y condenan la mentira en toda circunstancia.3 Este es el motivo por el que
Los verdaderos cristianos suplican a Dios que les libre del camino de mentira
LAMENTO POR LAS MENTIRAS PROPIAS
“Quita de mí el camino de la mentira”; esta frase es sutilmente figurativa. “El camino de pecado” es una línea de actuación o un estilo de vida que consiste en el engaño. En este contexto se refiere a una conducta habitual, pero esto no implica que el salmista acepte la “necesaria mentira” ocasional. Vemos que está orando a Dios para que quite de él ese camino, y “que le lleve de un lugar para colocarle en otro” (NOAD). “Aléjame del camino de engaño” (BNJ); “Pon los falsos caminos lejos de mí” (VIE). En realidad, lo que David está pidiendo es: “Al transcurrir mi vida, Señor, apártame bien lejos del camino de los engañadores; no permitas ni que me acerque a él.” Esto equivale a pedir: “¡Sálvame por completo de toda mentira; que no haya nunca jamás una sola mentira en mi boca!” Este sentimiento es noble y piadoso, digno de nuestra total adopción. Esta debería ser también nuestra oración.
Puede ser que esto le choque por tratarse de la oración de David, el hombre según el corazón de Dios. Esto implica que, en el pasado, había sido culpable de mentir. Asimismo implica que David sabía lo vulnerable que era a la mentira, incluso en su condición de rey de Israel, cuando escribió este salmo bajo la inspiración del Espíritu Santo. De hecho, el puritano John Trapp dice, de una manera muy directa, que la mentira era
Un pecado en el que David cayó con frecuencia a causa de la inseguridad [desconfianza; aquí, con respecto a Dios, DSM). Véase 1 S. 21:2, 8 donde rotundamente [abiertamente, osadamente, Webster] dice tres o cuatro mentiras. En 1 S. 27:8, 10 hace lo mismo: vio esta maldad alrededor [en el sentido de cerca, DSM] de él, y aquí ora contra esto (in loc.)
De manera similar, Matthew Henry expone y condena las mentiras de David en esas ocasiones, y lo relaciona convenientemente con la presión que debía sentir por la persecución de la que estaba siendo objeto (cf. 119:22-23, 28).
David era consciente ante sí mismo de su propensión a este pecado; en una situación apurada [es decir, un aprieto, DSM], había engañado a Ahimelec (1 S. 21:2) y a Aquis (1 S. 21:13; 27:10). Las grandes dificultades son grandes tentaciones para paliar [disfrazar la gravedad de una ofensa, NOAD] una mentira con un toque de fraude piadoso y una autodefensa necesaria. Por ese motivo, David pide que Dios le impida caer de nuevo en ese pecado, por miedo a acomodarse en el camino del engaño. Una actitud de mentira, de engaño y de hipocresía es algo que todo hombre bueno teme. Todos deberíamos preocuparnos de rogar a Dios para que, por medio de Su gracia, nos guarde de ella (in loc.).
Se ha dicho muy acertadamente: “Siembra un pensamiento y cosecha una acción. Siembra una acción y cosecha una costumbre. Siembra una costumbre y cosecha un carácter. Siembra un carácter y cosecha un destino”. El Nuevo Testamento tiene una gran prueba contra esa “mentira por necesidad” específica; este versículo es absolutamente rotundo y sin ambigüedad por su insistencia en que hablemos la verdad y solo la verdad cuando abramos la boca.
Por tanto, dejando a un lado la falsedad, hablad verdad cada cual con su prójimo, porque somos miembros los unos de los otros (Ef. 4:25).
Kenneth Wuest enfatiza el pensamiento del tiempo del verbo griego y lo traduce: “Por tanto, habiendo dejado a un lado la mentira de una vez y para siempre, hablad verdad cada cual con su prójimo.” De manera similar, la VIE le da una nota de finalidad: “habiendo dejado de lado la falsedad”. Parafraseando un poco, la BNJ dice “Por tanto, desde ahora en adelante no debe haber más mentiras”. ¿No queda suficientemente claro?
Ninguno de nosotros puede reivindicar estar perfectamente libre de pecado en este tema, sino que debemos examinar nuestras actitudes y el rumbo de nuestra vida. ¿Odio incluso el más ligero engaño en mi forma de hablar y en mi conducta? ¿Decir la verdad es para mí una virtud altamente deseable? ¿Ansío ser como Jesucristo, Quién nunca mintió, ni una sola vez, ni siquiera bajo las mayores amenazas contra Su cuerpo y Su alma? Él nos dice en Su santa Palabra: “Yo soy la verdad […] nadie viene al Padre sino por mí” (Juan 14:6). Si esta es nuestra actitud, por la gracia de la regeneración comprenderemos la oración piadosa de David y la adoptaremos como nuestra, para que Dios aparte de nosotros el camino de la mentira.
ANSIA POR LA VERDAD DE DIOS
Durante siglos, los eruditos han considerado unas cuantas interpretaciones conflictivas de la segunda frase, “y en tu bondad concédeme tu ley”, pero no parece haber una traducción más precisa que la que se encuentra en la Versión Autorizada de la King James. Calvino escribió: “esos significados [alternativos] me parecen forzados y, por lo tanto, estoy más dispuesto a adoptar otro, en tu bondad concédeme tu ley […] En francés se puede decir, dame gratuitamente” (in loc.). El sentido es que David está pidiendo a Dios que le dirija por medio de Su Palabra de verdad, basándose solo sobre la gracia (sola gratia).
Calvino observó también lo incoherente que es ese tipo de oración con la falsa doctrina del romanismo que dice “que un aumento de la gracia se otorga al merecimiento como algo que se gana” porque David había servido anteriormente a Dios y, aun así apela al favor no merecido de Dios como fundamento para su petición.
Esta petición que se basa sobre la gracia solamente, también encaja perfectamente con la confesión de las anteriores mentiras de David y su predisposición al engaño. La Palabra de Dios, que condena a los mentirosos, instruye también al penitente para que sepamos llevar nuestras vidas a una conformidad incluso más cercana a sus nobles demandas. Escudriñar con atención cada parte de la Palabra de Dios es la forma de aprender a confiar en Él en la adversidad, a discernir los ídolos de nuestro corazón que nos conducen a la transigencia pecadora, a apreciar al Señor Jesucristo en Su pureza inefable. Las Escrituras seguirán motivándonos en la obstinada persecución de la virtud original.
Las notas de la gran Biblia de Ginebra de 1599, tan apreciada por nuestros antepasados puritanos, interpreta el Sal. 119:29 de la forma siguiente:
Instrúyeme en tu palabra, por medio de la cual mi mente será purgada de vanidad y será enseñada a obedecer tu voluntad (in loc.).
Esta es la apostilla del estudio de la Biblia que se hace a base de mucha oración y que ya hemos considerado muchas veces. Captar el mensaje de la Biblia, de una forma intelectual, no es suficiente aunque esto sea muy necesario como fundamento de toda piedad. Debemos acercarnos al Libro, abierto sobre nuestras rodillas, sabiendo que sin la gracia y sin la ayuda de Dios permanecerá espiritualmente cerrado para nosotros por considerarnos personas que tienen una gran aversión a la VERDAD. Dios Tiene que abrir nuestros ojos y transformar nuestro corazón para que podamos ver realmente, y amar, el camino de la santidad del evangelio, abrazándolo como si fuera algo nuestro. La oración es uno de los medios de gracia más importantes para obtener esta bendición que resulta ser una iluminación espiritual que cambia la vida.
¿Le gustaría hacer, en este mismo momento, esta oración que David hizo hace tanto tiempo? “Quita de mí el camino de la mentira, y en tu bondad concédeme tu ley”. No firme nunca una tregua con el diablo, el padre de mentiras. Ore sin cesar y siga luchando para purgar su vida por completo de todo vestigio de este pecado que permanece y, un día, Dios solamente por Su gracia completará la buena obra que ha comenzado en usted. ¡Amén!
Notas:
1. “The Truth About Lying” Psychology Today [La verdad sobre mentir (La psicología actual)] Mayo/Junio 1997.
2. P. ej.: J Douma, The Ten commandments: Manual for the Christian Life. [Los diez mandamientos: Manual para la vida cristiana] p. 326 ss.
3. Véase mi sermón “Mejor morir que mentir” para una prueba más extensa y un análisis de los pasajes en los que encontramos el supuesto problema.
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