Discipulado deliberado (Sal. 119:30)
He escogido el camino de la verdad;
He puesto tus ordenanzas delante de mí.
Pensar y vivir como seguidor de Jesucristo implica una decisión muy deliberada y perseverancia intencionada, aunque esas actividades espirituales del alma son fruto de una fe dada por Dios. Los creyentes saben de ellos mismos que “Dios es quien obra en vosotros tanto el querer como el hacer, para su beneplácito” (Fil. 2:13). Esta verdad no anula la voluntad ni la acción del creyente, sino que la afirma y la capacita. Dios obra en usted el querer (original: intención, deseo) Su beneplácito y, de esta manera, usted realmente lo desea aunque no tuviera ningún anhelo en esa dirección antes de que Él obrara en usted para crear ese deseo. Dios obra en usted para que usted haga (original: trabajar, llevar a cabo) Su beneplácito, y así usted realmente lo hace aún cuando antes no ha tenido éxito en esas buenas obras, antes de que Él actuara en usted para lograrlo. John Newton comentó sobre la frase “querer y hacer”: No al mismo tiempo, primero querer, luego hacer,”1 ya que nuestro propósito precede nuestra acción. Dios siempre toma la iniciativa, pero nosotros somos siempre responsables de creer y obedecerle, incluso antes de que obrara en nosotros, y también después, somos parte activa en creer y obedecer mientras Él está obrando en nosotros. Él no cree en nuestro lugar, nosotros lo hacemos. Él no obedece en nuestro lugar, nosotros lo hacemos. Si nunca creemos ni obedecemos a Dios, somos culpables de delito. Si recibimos fe y arrepentimiento, y nos encontramos creyendo y obedeciendo, entonces debemos reconocerle el mérito a Dios por ello.
Estos principios básicos de soberanía divina y responsabilidad humana son fundamentales para entender la verdadera experiencia cristiana.
Aquí, el salmista testifica en oración acerca de su discipulado deliberado, suplicando que el Señor que le ha traído hasta este punto en su vida espiritual, siga fortaleciéndole (119:28), enseñando (119:29), y justificándole (119:31).
Los verdaderos creyentes han elegido deliberadamente seguir al Señor y perseverar en Sus mandamientos.
LA DECISIÓN DE UN DISCÍPULO
“He escogido el camino de la verdad.” La única variación significativa en la traducción en inglés reconoce que el original puede significar “fidelidad” y también “verdad”. El término para “camino” es el mismo que en 119:29, “el camino de la mentira” y el contexto ha influenciado obviamente la elección del traductor de la AV. Estos dos conceptos, verdad y fidelidad, significarían lo mismo en este contexto. El camino de la verdad es el de la fidelidad. Lo que tenemos aquí es un curso o una forma de vida que es transparente y con principios, con una conducta que habitualmente concuerda con los estándares de la Palabra de Dios. Podríamos denominarlo un estilo de vida bíblico. Esto es exactamente lo contrario a la forma en la que viven los enemigos del salmista y, por deducción, la forma en la que él mismo vivía antes de Su conversión.
Lo “he escogido”, testifica. El original da la sensación de sopesar cuidadosamente las alternativas y hacer una deliberada elección de esta forma por encima de otras. Significa “elegir, escoger, desear, preferir, es decir, hacer una selección entre dos o más opciones.”2 Los dos primeros usos de esta palabra en las escrituras son mundanas: “los hijos de Dios vieron que las hijas de los hombres eran hermosas, y tomaron para sí mujeres escogiendo entre todas” (Gn. 6:2); “Escogió Lot para sí todo el valle del Jordán” (Gn. 13.11). De entre un menú de esposas potenciales o tierras, esos hombres sopesaron sus opciones e hicieron su selección.
Es posible que en una reacción excesiva al arminianismo popular, hayamos dejado de dar el peso debido a la realidad del libre albedrío y elección del hombre en los temas evangélicos. Nuestra confesión fiable de fe habla francamente acerca de ello, sin apuros, en su capítulo titulado “Acerca del libre albedrío:”
Dios ha dotado la voluntad del hombre con esa libertad natural y el poder de actuar según su elección; esto no es algo forzado, ni por una necesidad de la naturaleza decidida a hacer el bien o el mal.3
Para decirlo más claramente, usted siempre hace exactamente lo que quiere. Usted hace sus propias elecciones y actúa según sus propias creencias y juicios. Esto no es una parte pequeña de un fundamento ético para la responsabilidad personal y el juicio divino. Nos mentimos a nosotros mismos acerca de esto para racionalizar nuestros pecados. Este autoengaño nos encarcela sin necesidad.
Incluso Calvino, comentando sobre este versículo, cita “el antiguo refrán en cuanto a que la vida del hombre es como donde se encuentras dos caminos” y enfatiza que esto “no se refiere simplemente a la tónica general de la vida humana, sino a cada acción particular de la misma. Tan pronto como emprendemos algo, no importa lo insignificante que sea, ya nos sentimos penosamente desconcertados y […] confundidos por consejos contradictorios.”
Ni Moisés ni Josué estaban negando la absoluta soberanía de Dios cuando predicaron esto:
Al cielo y a la tierra pongo hoy como testigos contra vosotros de que he puesto ante ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Escoge, pues, la vida para que vivas, tú y tu descendencia (Dt. 30:19).
Y si no os parece bien servir al Señor , escoged hoy a quién habéis de servir, si a los dioses que sirvieron vuestros padres, que estaban al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa, serviremos al SEÑOR( (Jos. 24.15).
Los verdaderos creyentes son pues aquellos que han elegido deliberadamente el camino de la verdad, en vez de las sendas falsas. Siguen a Jesús a propósito, y de buen grado, solo por la gracia de Dios que le da esa facultad. Los no creyentes han fracasado hasta el momento, inexcusablemente y con toda culpabilidad, a la hora de hacer esa elección virtuosa, y la ira justa de Dios permanece sobre ellos.
LA DETERMINACIÓN DE UN DISCÍPULO
La segunda parte del testimonio en la oración del salmista es: “He puesto tus ordenanzas [los mandamientos de Dios, es decir, Las Escrituras] delante de mí.”
En hebreo es simplemente: “He puesto tus mandamientos” y muchos entienden por ello… “Pongo Tus normas delante de mí.” El significado es que presta atención a las leyes de Dios y siempre es consciente de ellas.4
La traducción de la AV emplea una imagen gráfica. El salmista coloca el pergamino desenrollado justo delante de su rostro, donde lo pueda ver, leer, estudiar, y reflexionar sobre él. El hebreo puede tener otro significado posible, como se refleja en la NET: “Estoy comprometido con tus reglamentos.” De nuevo, ambos quieren decir lo mismo. La experiencia espiritual del salmista está saturada con el texto bíblico por prestarle una atención obsesiva. Es un hombre bíblico. En la ley del SEÑOR está su deleite, y en su ley medita de día y de noche” (Sal. 1.2).
La vida cristiana sería fácil si solo exigiera una única elección momentánea de creer y seguir a Cristo porque, al haber escogido esto, podríamos descansar hipotéticamente en una confirmación de por vida de lo que hubiéramos elegido. Seguiríamos creyendo y haciendo lo correcto sin lucha ni esfuerzo. Cualquier estudiante de la Biblia, con una mente espiritual, sabe que esta no es la doctrina de las Escrituras. Los verdaderos cristianos saben que esta no es su verdadera experiencia propia.
Nadie va a la deriva y llega a la santidad. Es necesario hacer una elección deliberada del camino de la verdad como nos revelan las Escrituras Sagradas. Spurgeon dice: “Los mandamientos de Dios deben estar colocados delante de nosotros como la meta que debemos alcanzar, el modelo a seguir en nuestras obras, y el camino por el que debemos andar.”5
Se que muchas veces tengo la impresión de estar tocando una arpa de una sola cuerda, pero la propia Biblia enfatiza el papel absolutamente indispensable que tiene el alimentarse de las Escrituras disciplinadamente, cada día. Wayne Mack ha denominado muy acertadamente el hablar con Dios (oración efectiva) y el escuchar a Dios (estudio bíblico disciplinado) “los dos pilares de la vida cristiana.”6
Así como usted tiene que comer carne a diario, como norma para fortalecer su cuerpo, así debe usted hacer con el alimento espiritual para su alma. Su cuerpo no muere por ayunar un día y tampoco su alma, pero tanto el cuerpo como el alma se debilitan más y más a causa de la malnutrición. Tanto en la esfera física como en la espiritual, tener apetito es un signo de vida y tener un buen apetito, es señal de salud. ¿Cómo va su apetito por las Escrituras de un día a otro? ¿Está usted vivo espiritualmente? ¿Lee usted su Biblia antes de tomar ese primer bocado de comida diaria? Si no lo hace ¿cuál es la razón? ¿Qué es lo más importante para su verdadero bienestar’ ¿Son sus días de ayuno de comida menos frecuentes que los días que ayuna de las Escrituras? Job dijo:
He atesorado las palabras de su boca más que mi comida (Job 23:12)
y Pedro nos exhorta:
Desead como niños recién nacidos, la leche pura de la palabra, para que por ella crezcáis para salvación (1P 2.2).
Ruego que perdone mi franqueza, pero no espere que esto ocurra hasta que usted deje de inventar excusas para su miserable negligencia y decida, con todo su corazón y su alma, que por la gracia de Dios será un estudiante disciplinado de las Escrituras, y que lo hará a diario, a menos que le surja un obstáculo providencial. No existe atajo ni sustituto para este tipo de discipulado deliberado. Usted no experimentará nunca el mítico “toque santo” que trae la madurez espiritual de forma instantánea. Como cualquier otra persona que sea salva el Día del Juicio, usted deberá elegir, de forma deliberada, seguir al Señor y perseverar en Sus mandamientos, aunque los réprobos sigan vagando en la dirección de sus propias lujurias pecaminosas, que conducen al infierno. “Escoja hoy a quién ha de servir”, a Jesús o a usted mismo. ¡Que el Señor incline y fortalezca su corazón! Amén.
Notas:
1. The Banner of Truth magazine (Aug-Sep 2007), pág. 29
2. DBL #1047
3. 1689 London Baptist confession, IX. 1.
4. UBS Hdbk, in loc.
5. Believer’s Bible Commentary (MacDonald), in loc.
6. Trinity Book Service ofrece este libro con este título.