Gracia para obedecer con todo mi corazón (Sal. 119:32)
Por el camino de tus mandamientos correré,
porque tú ensancharás mi corazón (Sal. 119:32).
La gracia es el favor de Dios, por medio de Cristo, hacia aquellos que no se lo merecen. Necesitamos gracia para convertirnos. Los cristianos son aquellos que han “creído por medio de la gracia” (cf. Hch. 18:27).
“Fue la gracia la que trajo el temor a mi corazón,
Y la gracia mis temores quitó;
Cuán preciosa fue esa gracia
En el primer momento que creí.1
Habiéndose convertido, los creyentes siguen dependiendo completamente de la gracia soberana únicamente para poder exhibir la presencia y el ejercicio de cada una de las virtudes, par cada latido santo de su corazón regenerado y cada acción correspondiente al cuerpo. Tenemos una gran necesidad de “seguir en la gracia de Dios” (cf. Hch. 13:43). Por consiguiente, oramos pidiendo gracias para nosotros y los unos para los otros, como Pablo: “Ahora os encomiendo a Dios y a la palabra de su gracia, que es poderosa para edificaros y daros la herencia entre todos los santificados” (Hch. 20:32).
Hay que añadir que cuánta más gracia recibimos, más enérgica será nuestra piedad (devoción interna, temor, reverencia, amor, confianza, etc., hacia Dios mismo) y las buenas obras (obediencia tangible a su voluntad revelada). En nuestro texto, el salmista no solo expresa la verdadera dinámica espiritual, sino también su ferviente deseo por lo que la declaración inspirada equivale a una oración pidiendo más gracia.
Los santos necesitan gracias para obedecer a Dios
de una manera más excelente
LA META DE LOS SANTOS ES DESTACAR EN LA OBEDIENCIA A DIOS
El “camino” o “sendero” de los “mandamientos” de Dios se refiere al curso del estilo de vida de todos los creyentes verdaderos. Es el “camino estrecho” prescrito en la Palabra de Dios, ya sea por preceptos, prohibiciones, ejemplos o por cualquier otra forma. Al describir nuestra bendición bendita, el profeta Isaías dijo:
“Tus oídos oirán detrás de ti una palabra: este es el camino, andad en él, ya sea que vayáis a la derecha o a la izquierda”. El rico don de Dios a los verdaderos creyentes es este: cuando sentimos la tentación de cambiar de dirección y dejar la santidad, el Espíritu seguirá controlándonos, reprobándonos y corrigiendo nuestro andar.Este sendero de piedad se contrasta, a menudo, con el corazón y la conducta de pecadores corrientes (cf. Is. 53:6) e hipócritas que siguen por su propio camino (cf. Jer. 23:17).
Aunque todos los creyentes verdaderos viajan por el mismo camino piadoso, existe una gran diferencia entre ellos en el ritmo de la marcha. Algunos se paran y tropiezan, otros parecen caminar sin prisa, y muy pocos son los que corren por el sendero de los mandamientos de Dios. Esta última frase “refleja la respuesta enérgica del salmista a la Palabra de Dios2”. Para decirlo de un modo más pintoresco, esto “marca una gran celeridad” [“una disposición alegre y llena de vida” (NOAD), “prontitud a la hora de responder o de actuar” (MWCT)] en la cuestión del servicio a Dios3”. Esto describe una fe ardiente, entusiasta y ferviente, llena de celo santo por agradar a Dios. Es la disposición mental de un siervo piadoso que salta con gozo para ponerse en acción, al instante, con una sola señal de su amo y tiende al ministerio con todas sus fuerzas; lleva a cabo su tarea concienzudamente porque, por medio del amor y de la lealtad, no hay nada que le guste más que agradarle.
Tanto las Escrituras como la experiencia ilustran, de la misma manera, esta realidad práctica. Abraham y Lot, David y Salomón, María y Marta, todos eran creyentes obedientes, pero la primera persona de cada pareja destaca sobre la segunda. Del mismo modo, la experiencia de cada creyente individual fluctúa. Recordad cómo Abraham y David se levantaron y cayeron espiritual y moralmente, como todos los verdaderos santos.
Pero aquí hay un punto que debemos recalcar: si nuestros corazones han sido verdaderamente renovados por gracia, nunca estaremos satisfechos con nuestros logros normales. Todo creyente verdadero conoce la frustración de sentir que no ha estado corriendo en el camino de los mandamientos de Dios; esta es la carga de nuestro corazón. Si no tiene usted aspiraciones de destacar espiritualmente, sería razonable que pudiera llegar a dudar de si realmente se encuentra en un estado de gracia. La gracia no es una ladera por la cual uno se desliza hasta llegar al cielo, sino que es más bien una fuerza santa que nos empuja para correr la carrera que tenemos por delante y ganar el premio. “¿O pensáis que la Escritura dice en vano: Él celosamente anhela el Espíritu que ha hecho morar en nosotros?” (Stg. 4:5-6).
Una vez que Dios regenera un alma, no la deja nunca sola, sino que el Espíritu sopla constantemente sobre los rescoldos para que la llama vuelva a avivarse, provocando y aumentando los deseos de tener una santidad más sólida y coherente. La gracia que ha comenzado realmente, es la garantía de la gracia que continúa y aumenta (cf. Fil. 1:6). Esto debería reavivar una gran esperanza en los cristianos que se van rezagando, basándose en la confianza en el Dios de toda gracia (cf. Pr. 4:18; 24:16).
DIOS, POR SU GRACIA, LIBERA A LOS SANTOS PARA QUE DESTAQUEN
“Por el camino de tus mandamientos correré, porque tú ensancharás mi corazón”. La VA traduce el hebreo como indicativo del futuro (primera línea) seguido de una explicación (segunda línea). ¿Qué justifica la diferencia entre los inconversos y los creyentes, entre los distintos creyentes, e incluso en las variaciones de un día sobre otro que uno tiene en cuanto al entusiasmo espiritual? En última instancia es la gracia de Dios solamente y ese es el motivo por el cual merece toda la gloria por la vida espiritual y el vigor que podamos poseer (cf. Jn. 3:27; 1 Co. 4:7).
Esto es parecido al pensamiento que se expresa en Sal. 110:3: “Tu pueblo se ofrecerá voluntariamente en el día de tu poder”. Recuerde el profundo sentimiento de San Agustín cuando oró a Dios con estas palabras: “Concede lo que mandas, y manda lo que concedes4”. Este famoso dicho ha enfadado a los pelagianos y ha hecho las delicias de los agustinos desde entonces.
“Ensancha mi corazón” es una traducción muy literal y parece una forma metafórica de representar la libertad espiritual (aquí se trata de la libertad dada por Dios y la capacidad de destacar en la obediencia a Él). Las Escrituras utilizan márgenes muy restringidos para representar la esclavitud y espacios abiertos y amplios para indicar la libertad. Existe una versión que lo parafrasea de forma muy adecuada: “Corro por los senderos de tus mandamientos porque tú has liberado mi corazón” (NVI).
En esta declaración concisa encontramos un maravilloso equilibrio evangélico de la responsabilidad humana y de la gracia de Dios. Debemos obedecer a Dios, pero no con nuestros propios recursos.
La copa libertadora de Dios no es infructuosa; no nos da licencia para pecar sino que más bien entrega el rico fruto de la obediencia al Evangelio. No procede de la legalidad, sino de la gratitud. Hace que el alma agradecida vuelva a la ley para obedecer sus preceptos y abrazar sus principios convirtiéndolos en una norma que guiará su vida para siempre […]. De este modo, la verdadera libertad cristiana evita la zanja del antinomianismo por una parte, y el escollo del legalismo por la otra5.
El comentario de Calvino sobre nuestro texto es tan bueno que lo citaríamos al Completo:
El significado del profeta es, que cuando Dios le infunda amor por su ley tendrá la energía y la disposición, o mejor dicho la constancia, para no desmayar en la mitad de su carrera. Sus palabras contienen una aceptación implícita de la […] incapacidad de los hombres para avanzar, en la forma que sea, en cuanto a hacer las cosas bien hasta que Dios no ensancha sus corazones. Tan pronto como Dios los expande, ya están preparados no solo para andar, sino para correr por el camino de sus mandamientos. Nos recuerda que observar correctamente la ley no consiste simplemente en obras externas, sino que exige una obediencia de buen grado. Para conseguirlo, el corazón deber pasar por algo parecido a un ensanchamiento. Esto no quiere decir que el corazón tenga esa capacidad de extenderse por sí mismo, sino que una vez dominada su dureza y obstinación, consigue moverse libremente sin verse ya contraído por sus propias restricciones. Finalmente, este pasaje nos dice que, cuando Dios ya ha ensanchado nuestro corazón, ya no habrá más falta de poder porque, junto con el afecto adecuado, Él también proporcionará la capacidad que haga que nuestros pies estén preparados para correr6.
Hermanos, el objetivo de este asunto es simplemente este: que necesitamos la gracia de Dios para obedecerle con todo nuestro corazón. No hay esfuerzo carnal, por intenso que sea, que pueda hacer que nos parezcamos ni un ápice a Cristo. Las mejores determinaciones que podamos tomar, no podrán ser llevadas a cabo mientras dependamos de nuestras propias fuerzas. Dios insiste en que toda la gloria, por la santificación verdadera de nuestro corazón y nuestra vida, sea únicamente para Él.
Recuerde que Dios no quiso darle la victoria a Gedeón sobre los Madianitas hasta que todos los recursos humanos se redujeron y pasaron de 32.000 hombres a 300 simplemente, para que Israel no pudiera decir: “Mi propia fortaleza me ha librado” (Ju. 7:2). Del mismo modo, Dios no rescatará a un pecador hasta que no llegue al final de su propia justicia y de su autosuficiencia, para depender de la misericordia de Cristo únicamente. De manera similar, en el caso de un verdadero cristiano, Dios retiene la más alta espiritualidad para que usted tenga que reconocer que Él es su autor, y que la tiene que recibir de Él. ¡Clame pidiendo la gracia que santifica! No le deje descansar hasta que ensanche su corazón y le permita correr por el camino de sus mandamientos. Luego, alábele por cada muestra de su progreso. Amén.
Notas:
1. El famoso himno de John Newton: “Sublime gracia” segundo verso
2. MacArthur Study Bible, In Loc.
3. Plumer, Commentary on the Psalms (Comentario sobre los salmos) In Loc.
4. Confesiones, X.29
5. Joel Beeke Jehovah Shepherding His Sheep (Jehova pastorea a su pueblo), p. 335.
6. In Loc.
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