El decálogo para la era digital (3): ¿Ante quién nos inclinamos?
Mark Kelderman & Maarten Kuivenhoven
En su libro Family-Based Youth Ministry [Ministerio juvenil basado en la familia], Mark DeVries argumenta: “La creciente dependencia de nuestra cultura de las imágenes para pensar ha limitado nuestra capacidad de tomar decisiones morales y hasta de entender los conceptos morales abstractos […]. Viviendo en una cultura centrada en la imagen produce adultos que se conmueven más por la impresión que por un pensamiento racional”.1 El estudio de la historia de la comunicación revela un cambio de la comunicación oral o verbal a la escrita. La tradición oral era común cuando los recursos escritos eran escasos, y el cambio a la comunicación escrita tuvo lugar con el surgimiento de la prensa impresa. Hoy estamos siendo testigos de otro cambio en la comunicación a través de la revolución digital; las imágenes y los símbolos están tomando el lugar de las palabras.
Cada vez somos más los que usamos los medios digitales para escuchar sermones, para escudriñar y leer la Biblia y para leer libros espirituales. Le damos gracias a Dios por estos recursos. Sin embargo, al considerar la revolución digital, nuestra dependencia de las imágenes visuales ha aumentado como también lo ha hecho nuestra necesidad de entender cómo las imágenes pueden impactar en nuestros pensamientos. Nos vemos impactados, con frecuencia de forma inconsciente, por las imágenes visuales. Existe un juego en el que los participantes escriben el nombre de una compañía asociado con un logotipo de negocios. Le asombraría ver cuántos símbolos reconocería sin haberlos encomendado conscientemente a su memoria. Es evidente que las imágenes son un medio muy poderoso para comunicar un mensaje.
En el Antiguo Testamento, Dios mismo utilizó imágenes para ayudar a Israel a visualizar las verdades que Él había expuesto. Cuando caminaban por el templo, todo lo que veían les hablaba de una realidad celestial si tenían ojos espirituales para entenderla.
En la iglesia medieval, cuando el pueblo común ya no podía entender el lenguaje de los líderes de la iglesia, aprendieron principalmente de las imágenes pintadas en las paredes y en las ventanas de la iglesia. Allí veían a un pastor con una aureola reuniendo a las ovejas en sus brazos, o a un hombre en una cruz con una corona de espinas. Pero, como ya saben, los padres de la iglesia reformada eran renuentes a enseñar al pueblo de Cristo por medio de imágenes. Querían que el pueblo tuviese la Palabra de Dios en las manos y en el corazón, y, por tanto, tradujeron las Escrituras a una lengua común.
Hoy día, nuestra cultura vuelve a verse influenciada por imágenes y símbolos. Dentro del cristianismo se observa un regreso a lo subjetivo, la aventura mística y la “experiencia espiritual” a través del arte, de la pintura, de la música y de la comunidad. Existe un cambio sensible de las verdades objetivas de la Palabra de Dios a lo subjetivo. Esto se debe, en gran parte, a la influencia de nuestra era digital.
Dios ha expresado por medio de Su Palabra la forma en que debemos adorarle. El segundo mandamiento, en particular, trata esta cuestión en concreto. Debemos estar alerta contra cualquier forma en que podríamos alabar al Señor que no fuera la que Él ha estipulado de manera explícita. Una lectura rápida de la Biblia y de la historia muestra cómo el corazón del hombre siempre es proclive a encontrar sustitutos para la forma de adoración ordenada por Dios. Piense en el ejemplo de Israel, recién liberado de la esclavitud de Egipto, se encuentra al pie del monte. Moisés se estaba retrasando, en opinión de ellos, y clamaron pidiendo algo que pudieran ver, algo con lo que poder relacionarse. En respuesta a la petición, Aarón hizo un becerro de oro y el pueblo se inclinó ante él en adoración. Si se les hubiera preguntado a quién estaban adorando, habrían respondido: «A Yahvéh». Pero no estaban sirviendo a Dios en la manera que Él había ordenado y, a causa de esto, Él estuvo gravemente disgustado con ellos.
Tenemos que ser cuidadosos de la misma respuesta hoy, en la actualidad. Es preciso que rechacemos el más ligero cambio en nuestra forma de pensar que se aparte de la simple proclamación de la Palabra de Dios para adorar a una imagen impuesta sobre nosotros a través de nuestra era digital. Y hemos de tener cuidado con priorizar lo subjetivo por encima de las verdades objetivas que se encuentran en esa Palabra.
Nota:
1. Mark DeVries, Family-Based Youth Ministry (Downer’s Grove, Ill.: IVP) 1994, 52.
Mark Keldermann es Decano de Estudiantes y de Formación Espiritual en el Seminario Teológico Puritano Reformado. Marten Kuivenhoven es pastor de la Heritage Netherlands Reformed Congregation de Grand Rapids, Michigan, y estudiante doctoral en el Seminario Teológico Calvino, Grand Rapids, Michigan.
El decálogo para la era digital I: ley y evangelio
El decálogo para la era digital II: ¿Es Google Dios?
El decálogo para la era digital III: ¿Ante quién nos inclinamos?
El decálogo para la era digital IV
El decálogo en la era digital V: Descanso digital
Publicado en Reflexiones con permiso de Banner of Sovereign Grace Truth. Traducción de IBRNJ, todos los derechos reservados © 2014.