El líder formado por Dios
Los doce apóstoles elegidos por Jesús eran hombres comunes y corrientes sin gran erudición ni elocuencia. Sin embargo, por el poder de Dios fueron transformados en instrumentos eficaces para diseminar el mensaje de Cristo hasta los confines de la tierra.
Siempre me he sentido fascinado con las vidas de los doce apóstoles. ¿Quién no lo está? Los tipos de personalidad de esos hombres nos son familiares. Ellos son como nosotros y como otras personas a las que conocemos. Son asequibles. Son personajes reales y vivos con los que nos podemos identificar. Sus defectos y debilidades, así como sus triunfos y características encantadoras, aparecen registrados en varios de los relatos más fascinantes de la Biblia.
Son hombres a quienes de verdad queremos conocer. Y esto se debe a que, en todo sentido, fueron hombres comunes y corrientes. Ninguno era reconocido por su erudición ni por su gran saber. No eran oradores ni teólogos. De hecho, vivían al margen de lo que era el sistema religioso de los días de Jesús. No sobresalían por talentos naturales o habilidades intelectuales.
Por el contrario, todos eran proclives a equivocarse, a fallar, a tener actitudes erróneas, a que les faltara la fe y a experimentar amargos fracasos; y el mejor ejemplo de esto era el líder del grupo, Pedro. Incluso Jesús expresó que eran lentos para aprender y de cierta manera torpes espiritualmente (Lucas 24:25).
Ellos representaban todo el espectro político. Uno era un ex zelote; es decir, un hombre radical, decidido a derrotar al gobierno romano por la vía de la violencia. Otro había sido recaudador de impuestos, prácticamente un traidor a la nación judía, en pugna con Roma.
A lo menos cuatro, y posiblemente siete, eran pescadores y amigos íntimos de la ciudad de Capernaum, y es probable que se conocieran desde niños. Los otros tal vez hayan sido comerciantes o artesanos, porque no se nos dice nada sobre lo que hacían antes de llegar a transformarse en seguidores de Jesús.
La mayoría era de Galilea, una región dedicada a la agricultura en la intersección de rutas comerciales. Y Galilea siguió siendo la base de operaciones para la mayor parte del ministerio de Jesús y no (como algunos podrían suponer) Jerusalén en Judea, que era la capital política y religiosa de Israel.
Pero con todas sus fallas y debilidades de carácter, como hombres comunes y corrientes que eran, después de la ascensión de Jesús, estos hombres dejaron un impacto indeleble en el mundo. Su ministerio sigue ejerciendo influencia en nosotros hasta el día de hoy. Dios, por su gracia, los capacitó para inaugurar la difusión del mensaje del evangelio y trastornar el mundo (Hechos 17:6).
Hombres comunes y corrientes, gente como usted y yo, se transformaron en instrumentos por medio de los cuales el mensaje de Cristo se llevó hasta los confines de la tierra. ¡No es de sorprender que sean personas tan fascinantes!
Pedro, el apóstol impetuoso
La tradición primitiva, cuya fecha se puede poner en por lo menos el tercer siglo, dice que la iglesia fue construida sobre la casa de Pedro. Por cierto que los arqueólogos han encontrado muchas señales que indican que los cristianos del siglo segundo veneraban este lugar. Es muy probable que haya sido la casa donde vivió Pedro. De ahí hasta la orilla de lago hay un trecho muy corto.
Simón Pedro era casado. Lo sabemos por que dice Lucas 4:38 donde se registra la sanidad que milagrosamente obró Jesús en su suegra. En 1 Corintios 9:5 el apóstol Pablo dice que Pedro llevó a su esposa en uno de sus viajes misioneros. Eso podría indicar que no tuvieron hijos o que los hijos ya estaban grandes cuando él llevo a su esposa en el viaje misionero. Sin embargo, la Escritura no dice expresamente que hayan tenido hijos. Es todo lo que sabemos con seguridad en cuanto a su vida familiar.
Sabemos que Simón Pedro era el líder de los apóstoles, y no solo por el hecho que su nombre encabeza todas las listas donde aparecen los Doce. También tenemos la afirmación explícita de Mateo 10:2: “Los nombres de los doce apóstoles son estos: primero, Simón, llamado Pedro”. La palabra traducida “primero” en este versículo es el término griego “protos”. No se refiere al primero en la lista, sino al primero en importancia, al líder del grupo.
El liderazgo de Pedro se hace claramente evidente en la forma en que habitualmente actúa como el vocero del grupo. Siempre está en el primer plano, tomando el liderato. Parece haber tenido una personalidad naturalmente dominante, y Jesús decidió darle un buen uso a ese don natural entre los Doce. Después de todo, fue el Señor quien lo escogió para que fuera el líder.
Pedro fue formado y capacitado por el designio soberano de Dios para que fuera el líder. Es más, el propio Jesús lo formó y entrenó para que lo fuera. Por lo tanto, cuando observamos a Pedro, estamos viendo cómo Dios forma a un líder.
Aparte del nombre de Jesús, el de Pedro es el nombre más mencionado en los Evangelios. Nadie habla con tanta frecuencia como Pedro, y a nadie se refiere el Señor con más frecuencia que a Pedro.
Ningún discípulo es censurado tanto por el Señor como lo es Pedro; y ningún discípulo censuró a Jesús como lo hizo Pedro (Mateo 16:22). Ningún otro confesó a Jesús tan decididamente como Pedro; como tampoco ningún otro discípulo negó a Jesús con tanta fuerza o tan públicamente como Pedro. Nadie es alabado y bendecido por Jesús como lo fue Pedro; y fue Pedro el único a quien Jesús llamó Satanás.
El Señor tuvo cosas más duras que decirle a Pedro que a ninguno de los otros. Todo eso contribuyó a hacer de él el líder que Cristo quería que fuera. Dios tomó a un hombre con una personalidad ambivalente, vacilante, impulsiva y rebelde y lo transformó en un líder fuerte como una roca; el predicador más grande entre los apóstoles y, en todo sentido, la figura dominante en los primeros doce capítulos de los Hechos, cuando ocurre el nacimiento de la Iglesia.
Acerca del autor:
El Dr. John F. MacArthur, autor de muchos éxitos de librería, es pastor y maestro de Grace Community Church en Sun Valley, California, y presidente de The Master’s College and Seminary. John y su esposa, Patricia, tienen cuatro hijos adultos y doce nietos.
Extracto tomado del libro Doce hombres comunes y corrientes por John MacArthur. Cortesía de Bendiciones Today. Derechos Reservados ©2010. Usado con permiso.