Le pondrás por nombre Jesús
Don Overbeek
Y dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados. —Mateo 1:21.
Una de las primeras palabras que los niños aprenden a escribir es su nombre. Cuando alguien está perdido, la primera pregunta a la que debe responder es: “¿Cuál es su nombre?”. El punto clave para identificarle a usted es su nombre, que va emparejado a su fecha de nacimiento y, quizá, su número de teléfono. Los nombres siempre han sido algo importante, y seguirá siendo así.
En los dieciséis primeros versículos de Mateo, los nombres llegan a ser el enfoque principal del pasaje. Cada persona que se enumera aquí, en la genealogía de Jesucristo, fue bendecida con un nombre que no solo la identificaba, sino que tenía un significado especial y le proporcionaba un lugar en el bendito linaje del Señor. Y todavía hay un nombre que cautiva toda la atención en los versículos finales de Mateo 1. Es el nombre “Jesús”.
El nombre “Jesús” significa sencillamente “Jehová salva”. Según un antiguo historiador, era un nombre común entre los judíos. En la historia del Antiguo Testamento, dos personas notables compartieron el equivalente hebreo de Jesús: Josué, el sucesor de Moisés que condujo a las tribus de Israel a la Tierra Prometida, y Josué, el sumo sacerdote que, con Zorobabel, trajo a los judíos de regreso a su propia tierra tras su tiempo de cautividad (Zac. 3).
En el bendito nombre de Jesús, un nombre amado por el corazón de todo creyente, se nos enseña acerca de la Persona y la obra de Aquel que recibió el nombre. Salvador sería un nombre con rico significado para los lectores judíos de este Evangelio. Su historia judía era rica en experiencias de liberación, y algunos judíos esperaban incluso la venida de un Mesías que salvara a la nación y restaurara su antigua gloria. En la Persona de Jesús, el Gran Libertador, todos los atributos de Dios funcionarían en conjunto para salvar. Al llamar Su nombre Jesús, el pasaje está declarando que es imposible hallar la salvación en ningún otro lugar y en nadie más. El apóstol Pedro se hace un eco resonante de este tema en Hechos 4:12 y, por tanto, nuestra gran meta debe consistir en dar a conocer su nombre a todos aquellos que nos rodean.
Ciertas personas se encuentran en el lado receptor de la Persona y de la obra de Jesús. No se trata de una cierta nación selecta, porque el versículo afirma: “Él salvará a su pueblo…”. Su pueblo son aquellos que sigan sus enseñanzas, lo sigan a Él y confíen en Él como su Salvador. Esto significa que todos aquellos que vienen a Cristo “cansados y cargados” recibirán descanso al pertenecerle a Él (Mt. 11.28). Todos los que puedan responder a la pregunta que se les formuló a los discípulos en Mateo 16:15 “Y vosotros ¿quién decís que soy yo?”, con la conocida respuesta de fe de Pedro serán salvos y la contestación de Jesús: “Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia”. Ser un discípulo de Cristo es vivir en completa lealtad a Su nombre. No basta simplemente con saber que una persona que se llamaba Jesús vivió e hizo mucho bien, y contentarnos con intentar seguir su ejemplo. No se trata de ser capaz de disertar sobre el significado y la etimología del nombre, sino de dejar que Su nombre sea lo que le defina, toque sus afectos más profundos y le impulse a obedecer.
A continuación tenemos la realidad de que toda la Persona y la obra de Jesús se oponen a “sus pecados” y los remedian. Él no contaba con ningún pecado propio al que oponerse y que, por tanto, debilitara su capacidad de intervenir en los de ellos. No, el estado de ellos era de transgresores por ser quebrantadores de la ley, rebeldes y esclavos del pecado. Todo mal se encuentra incluido en el pecado. Es lo más despreciable y la causa de todas nuestras miserias y muerte. Sin embargo, al oponerse a Dios como Creador, legislador y Juez, solo la vida y la muerte de este Salvador podrían vencer y destruir el poder del pecado. De modo que, aunque el pecador no puede hacer nada para salvarse del castigo del pecado o de su contaminación, Jesús si puede hacerlo y está dispuesto a ello. Este es el gozo de pertenecerle: no solo nos libera del poder del pecado en el momento de la salvación, sino que compartimos la victoria sobre la contaminación del pecado a lo largo de la vida, hasta que todo Su pueblo sea glorificado ¡para no pecar nunca más!
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Don Overbeek es pastor de la Heritage Reformed Congregation de Bradford, Ontario.
Publicado en Reflexiones con permiso de Banner of Sovereign Grace Truth. Traducción de IBRNJ, todos los derechos reservados © 2013.