El perezoso mete su mano en el plato
El perezoso mete su mano en el plato, y ni aun a su boca la llevará (Proverbios 19:24).
Salomón era enemigo mortal de la pereza, como corresponde a todos los sabios. A menudo nos ha explicado los malos efectos de este vicio, y aquí pone al perezoso como objeto de desprecio y de burla para avergonzarle, si es posible, de su pereza y despertarnos en cuanto a la diligencia en los deberes de nuestra vocación y religión.
Una de las características del perezoso es que hace una montaña de un grano de arena, y mucho ruido y pocas nueces.
Para el perezoso supone un gran esfuerzo sacar la mano del bolsillo, y le resulta muy doloroso llevársela a la boca para alimentarse.
Si no fuera por la vergüenza, le gustaría que se le diera de comer como a los niños pequeños, y a la larga tendrá la tentación de lamentarse de que los hombres no puedan vivir como los árboles, que hallan todo el alimento que necesitan en la lluvia que cae sobre ellos desde las nubes.
El hombre que emplea sus manos con diligencia no solo es capaz de ganarse su propio sustento y el de su familia, sino que también puede dar algo al que tiene necesidad (cf. Ef. 4:28); y encuentra menos problemas en su trabajo, y disfruta de más satisfacción de la que tendría el perezoso si se le diera todo lo que necesitara para sustentarse sin tener que trabajar con sus propias manos, porque las cosas que nadie puede hacer por él oprimen su alma perezosa. Para el dormilón, desnudarse y acostarse en la cama es más pesado que un trabajo laborioso para otro hombre.
Despierta, perezoso, de tu profundo sueño, si no quieres tener una vida desgraciada; porque la vida misma es una esclavitud insoportable cuando todas las tareas son una carga.
Guárdate de la pereza espiritual, que convierte en un gran trabajo cada uno de los deberes de la religión. Dios ama a los siervos alegres que se regocijan en la Justicia y se conducen con rectitud, pero no aceptará los servicios somnolientos y sin brío que son una deshonra para Él y sus caminos. Para el cristiano perezoso, orar y creer en Cristo parecen una carga, aunque solo por medio de estos deberes pedimos, recibimos e ingerimos nuestro alimento espiritual. El cristiano activo admira la gracia de Dios, que nos ha impuesto estos santos ejercicios como deber; pero el perezoso se lamenta de que no puede alcanzar el Cielo mientras dormita en su sueño matutino.
Extracto de “Comentario a Proverbios” por George Lawson. Reservados todos los derechos.