También el que es negligente en su trabajo es hermano del que destruye
También el que es negligente en su trabajo es hermano del que destruye (Proverbios 18:9).
La negligencia en los negocios es la compañera habitual de la chismorrería; y ambas iniquidades resultan más peligrosas de lo que la gente suele pensar, de modo que es preciso que protestemos a menudo contra ellas con toda seriedad.
Cualquiera puede darse cuenta de que el hijo pródigo pronto se verá reducido a la miseria; y, si prestamos un poco de atención, podemos advertir que el negligente no es más que su hermano pequeño y acabará en la pobreza con la misma seguridad, aunque no con tanta velocidad. El que corre llegará rápidamente al destino de su viaje, pero el que le sigue con paso lento alcanzará la meta a su tiempo. El que pasa sus días en desenfrenos está tomando su patrimonio y arrojándolo al abismo devorador; pero el que descuida sus negocios está consintiendo que la polilla se coma toda su fortuna. Ambos pecados son una transgresión del octavo mandamiento, aunque en distintos grados.
Hay una diferencia similar entre los cristianos descuidados y el pecador profano. La pereza en la religión es una tisis que hace presa de las entrañas, pero la profanidad manifiesta es una fiebre ardiente que destruirá el cuerpo con más celeridad. No seamos perezosos, de lo contrario estaremos siguiendo, aunque sea de lejos, a esos que ya se han arrojado a la perdición por su maldad. Imitemos, más bien, a “[….] los que mediante la fe y la paciencia heredan las promesas” (He. 6:12).
Extracto de “Comentario a Proverbios” por George Lawson.