¿Somos conscientes de haber tenido una experiencia de conversión a Dios?
¿Somos conscientes de haber tenido una experiencia de conversión a Dios? Sin conversión no hay salvación: “Si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos”; “El que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios”; “Si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de Él”; “Si alguno está en Cristo, nueva criatura es” (Mateo 18:3; Juan 3:3; Romanos 8:9; 2 Corintios 5:17).
Por naturaleza todos somos tan débiles, tan mundanos, tan ocupados en lo terrenal, tan inclinados al pecado, que sin un cambio profundo no podremos servir a Dios en esta vida, ni podremos disfrutar de Él después de la muerte. Al igual que los patos, tan pronto como salen del cascarón, tienen tendencia natural a echarse al agua, así también los niños, tan pronto como son capaces de hacer algo, tienden al egoísmo, a la mentira y al engaño; y ninguno ora ni ama a Dios a menos que se le enseñe a hacerlo. Ya seamos nobles o plebeyos, ricos o pobres, de posición alta o humilde, todos necesitamos un cambio completo, un cambio que es la obra especial del Espíritu Santo. Llámalo como quieras: nuevo nacimiento, regeneración, renovación, nueva creación, resurrección, arrepentimiento; es preciso que se produzca si queremos ser salvos. Y si se ha producido, se notará.
Conciencia de pecado y profundo aborrecimiento del mismo, fe en Cristo y amor hacia Él, deleite en la santidad y anhelo por ser más santo, amor hacia el pueblo de Dios y desagrado por las cosas del mundo; estos son los signos y las pruebas que siempre acompañan a la conversión. Me temo que hay millares de personas a nuestro alrededor que no conocen ninguna de estas cosas. Están, en palabras de la Escritura, muertos, dormidos y ciegos, y no son aptos para el Reino de Dios (cf. Lucas 9:62). Quizá continúan repitiendo año tras año las palabras del Credo: “Creo en el Espíritu Santo”; pero permanecen en una completa ignorancia de los cambios que este produce en el hombre interior. A veces se hacen la ilusión de que han nacido de nuevo porque han recibido el bautismo, asisten a la iglesia y participan de la Cena del Señor; aunque carecen por completo de las señales características del nuevo nacimiento, según las describe S. Juan en su Primera Epístola. Pero las palabras de la Escritura siguen siendo claras y sencillas: “Si no os convertís […], no entraréis en el reino de los cielos” (Mateo 18:3).
En tiempos como estos, ningún lector debería extrañarse de que insista tanto a las almas de los hombres en el asunto de la conversión. Sin duda que hay abundantes conversiones falsas en unos días de tanta agitación religiosa como los que vivimos. Pero la moneda falsa no demuestra que no haya dinero bueno; no, más bien es señal de que hay algún dinero en circulación que es valioso y digno de imitar. Los hipócritas y los cristianos falsos son la prueba indirecta de que sigue habiendo verdadera gracia entre los hombres. Examinemos nuestros propios corazones, pues, y veamos cómo nos encontramos. Una vez más, preguntémonos: en cuanto a la conversión, “¿cómo estamos?”
© 2012 Reservados todos los derechos. Traducción de IBNB (Iglesia Bautista de North Bergen).