Un remedio
J.C. Ryle
“Venga a mí y beba” (Juan 7:37a)
En estos versículos se nos ofrece un remedio. El Señor Jesús dice: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba”. Declara que Él es la verdadera fuente de vida, el que satisface todas las carencias espirituales, el que alivia todas las necesidades espirituales. Invita a todos los que sienten la pesada carga del pecado a acudir a Él y se proclama su Ayudador.
Esas palabras– “venga a mí y beba”–son pocas y sencillas. Pero resuelven una cuestión que ni toda la sabiduría de los filósofos griegos y romanos pudo resolver jamás: muestran cómo puede un hombre estar en paz con Dios. Muestran que la paz en Cristo se obtiene confiando en Él como nuestro Mediador y Sustituto; en una palabra, creyendo. “Venir” a Cristo es creer en Él y “creer” en Él es venir. Quizá el remedio parezca muy sencillo, demasiado sencillo para ser cierto. Pero no hay ningún otro remedio aparte de este; y ni toda la sabiduría del mundo puede hallar algún defecto en él ni concebir uno mejor.
Seguir esta exhortación de Cristo es el gran secreto de todo cristianismo salvador. En todas las épocas, los santos de Dios han sido hombres y mujeres que bebieron por fe de esta fuente y recibieron alivio. Sintieron su culpa y su vacío y tuvieron sed de ser liberados. Supieron de una provisión plena de perdón, misericordia y gracia en Cristo crucificado por todos los pecadores penitentes. Creyeron las buenas noticias y actuaron en consecuencia. Echaron a un lado cualquier confianza en su propia bondad y dignidad y acudieron a Cristo por fe como pecadores. Haciéndolo así, murieron. Sentir realmente la gravedad del pecado y tener sed, así como acudir realmente a Cristo y creer, son los dos pasos que llevan al Cielo. Pero son dos grandes pasos. Hay miles demasiado orgullosos y despreocupados para darlos. Por desgracia, hay pocos que piensen; ¡y menos aún que crean!
Usado con permiso. Extracto de Meditaciones sobre los evangelios por J.C. Ryle, Cortesía de Editorial Peregrino. Derechos Reservados.