Seis pecados malintencionados
Sea quitada de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritos, maledicencia, así como toda malicia (Efesios 4:31).
πᾶσα πικρία καὶ θυμὸς καὶ ὀργὴ καὶ κραυγὴ καὶ βλασφημία ἀρθήτω ἀφ’ ὑμῶν σὺν πάσῃ κακίᾳ.
Pablo, el portavoz de Cristo, expone aquí una prohibición de inmoralidades desagradables y específicas a las que todo cristiano suele tener inclinación. Esto, en sí mismo, es una consideración profundamente humillante. Nosotros, los creyentes, hemos tomado el nombre de Cristo del mismo modo en que la esposa abraza el de su marido. Tenemos una asociación pública con el santo Hijo de Dios desde el cielo.
Su reputación en el mundo depende de nosotros en no poca medida, ya que los cristianos somos la base principal sobre la que muchos forman sus opiniones acerca de la fe cristiana. Disfrutan de nuestras incoherencias para justificar su antipatía hacia Cristo. Somos verdaderas «cartas […] conocidas y leídas por todos los hombres» (2 Co. 3:1-2). Tenemos todas las razones para temblar no sea que tomemos en vano el nombre del Señor, violando así el tercer mandamiento (cf. Éx. 20:7).
Thomas Boston advierte a los creyentes que tengan cuidado de no convertirse en una vergüenza para el nombre de Dios,
… mediante un caminar incómodo e inapropiado. El mundo toma nota del acuerdo que se halla entre los principios y la práctica de los profesores; un desacuerdo en esto refleja deshonor en la religión misma delante de ellos, como si todo ello no fuera si no farsa y truco (Works, Vol 2, p. 177).
Y yo digo, tiemblen, porque el tercer mandamiento continúa: «… porque el Señor no tendrá por inocente al que tome su nombre en vano». Tenemos la que es, quizá, la mayor necesidad posible: conocer esos pecados para que podamos evitarlos.
SEIS PECADOS MALINTENCIONADOS
Pablo enumera seis vicios o pecados. Están interrelacionados con una cierta superposición de significados. Son internos y externos a la vez y describen estados de ánimo que afectan a la conducta, con una línea divisoria que no siempre está clara. Por lo general suelen ser sociales y envenenan nuestras relaciones con los demás.
1. La amargura (πικρία, pikria). Es un mal sabor que se utiliza de forma figurada. Incluye las ideas de «resentimiento, ira y dureza» (BDAG).
2. La ira (θυμὸς, thumos). Es el calor y el hervidero que, en sentido figurado, se utiliza con el significado de «intenso desagrado, enojo, ira, rabia, indignación» (BDAG). Conlleva «la implicación de estallidos apasionados» (LN).
3. El enojo (ὀργὴ, orge). Este término en un poco diferente del anterior:
θυμὸς [es] más propio de la conmoción turbulenta, la agitación de los sentimientos que bullen en el interior, ya sea para sosegarse y desaparecer, o para asentarse y convertirse en ὀργὴ, en cuyo caso se trata más de un hábito de la mente que permanece y se establece con el propósito de venganza (Trench, Synonyms of the New Testament [Sinónimos del Nuevo Testamento]).
4. Gritos (κραυγὴ, kraugē). El término significa «chillar a todo volumen»; una vehemente expresión de sentimientos, en especial de descontento o desaprobación» (SOED). El original puede denotar gritarle a alguien (LN). No es de sorprender que nos lo encontremos precedido en la lista por la amargura, el enojo y la ira.
5. Maledicencia (βλασφημία, blasphēmia). En este contexto, la palabra significa «forma de hablar que denigra o difama, injuria, ofende, falta al respeto, calumnia; cualquier tipo de lenguaje que sea infamante o abusivo» (BDAG). Hoy llamamos a esto «maltrato verbal», cuando la lengua se convierte en un arma para herir y degradar a sus pobres víctimas.
6. Malicia (κακίᾳ, kakia) es «una actitud o una disposición que obedece a un espíritu mezquino o vicioso» (BDAG), «un sentimiento de hostilidad y fuerte desagrado, con una posible implicación de desear hacer daño» (LN).
Este versículo no solo contiene un catálogo, sino una melancólica genealogía de malas pasiones; la mordacidad de talante que fomenta el apasionamiento; la pasión que, una vez caliente, se convierte en indignación; esta, se lanza a un alboroto indecente que acaba siendo injuria y maltrato; un elemento malicioso que se encuentra todo el tiempo en la base de estas enormidades (Eadie, citado en Lange’s Commentary).
UNA POLÍTICA DE TOLERANCIA ZERO
El versículo en griego comienza con la palabra «toda» que requiere una oposición extrema, universal e implacable para la eliminación de estos vicios. De forma literal: «Toda amargura [la lista sigue], [sean eliminados (verbo de una sola palabra en griego) de ustedes [pronombre plural], con toda malicia» (Newberry & Berry, The Interlinear Literal Translation of the Greek New Testament [Traducción interlineal literal del Nuevo Testamento griego).
El texto se dirige a la iglesia como cuerpo de creyentes, porque debemos preocuparnos por eliminar todos estos pecados de todos los miembros. El verbo significa: «tomar y quitarlo de ese lugar, hacer un limpio barrido» (Robertson, Word Pictures in the New Testament [Descripción visual de palabras del Nuevo Testamento]). «Desháganse de todos los sentimientos duros, enojo e ira. Dejen de pelear y mentir. Hagan desaparecer toda forma de odio».
En realidad, Pablo insta la prueba del guante blanco en el reino moral. Por naturaleza, nos sentimos demasiado cómodos con estas cosas siempre que no sean demasiado frecuentes, demasiado públicas o demasiado extremas. La complacencia espiritual mata el verdadero progreso en la santificación. Necesitamos sentir un santo descontento con el status quo.
NUESTRA ÚNICA ESPERANZA
Estos pecados ya están en nosotros, espero que inactivos y moribundos, pero en cualquier caso vivos. Dominaban en nosotros antes de la conversión. Ahora nos infestan como termitas, comiéndose nuestra felicidad y nuestra utilidad en el reino de Dios. Pensar que se pueden tropezar con blancos lirios inocentes del exterior (Mr. 7:20-21) es ingenuo y peligroso. También lo es la fantasía de que podemos deshacernos de ellos por nosotros mismos.
Deberíamos aceptar el sentido de desesperación de Pablo con respecto a sí mismo y a la dependencia en cuanto a Dios (Ro. 7:14ss. en esp. vv. 24-25). Cuando poseamos este humilde espíritu, convertiremos la prohibición en oración: «Señor Jesús, ¡ten misericordia de nosotros y púrganos de todos estos pecados para tu gloria! Amén».