¿El evangelio de la esposa de Jesús?Cuando el sensacionalismo se disfraza de erudición
El mundo entero cambió el martes. Al menos, eso fue lo que muchos querían que creyéramos. La revista Smithsonian, publicada por la Institución Smithsonian, declaró que las noticias emitidas ese día eran «capaces de estremecer al mundo de la erudición bíblica y demás». ¿De veras?
¿Cuáles eran estas noticias? La catedrática Karen King, de la Escuela de Teología de Harvard, anunció en una conferencia en Roma que había identificado el fragmento de un papiro antiguo que incluía la frase: «Jesús les dijo: “Mi esposa”».
En pocas horas, los titulares de todo el mundo se hacían eco del anuncio con títulos como «Un papiro antiguo podría ser la prueba de que Jesús tuvo una esposa» (The Telegraph).
El artículo de Smithsonian declara: «Un anuncio realizado en una conferencia académica en Roma provocará, con toda seguridad, una gran conmoción en todo el mundo cristiano». El apasionado entusiasmo de la revista por las noticias sobre el papiro tiene, probablemente, más que ver con el anuncio de la próxima emisión de un documental televisivo que con cualquier otra cosa. Sin embargo, el museo más prestigioso de la nación no puede más que perjudicar su reputación con este tipo de sensacionalismo.
El fragmento de un texto, un argumento aún más fragmentario
Lo que reveló Karen King el martes fue un diminuto fragmento de un papiro con escritura copta por ambos lados. Por una parte, el fragmento incluye aproximadamente unas treinta palabras en siete líneas fragmentarias de escritura. El diario The New York Times describió el fragmento como «más pequeño que una tarjeta de visita profesional, con ocho líneas por un lado en tinta negra y legible con la ayuda de una lupa». Las líneas son todas fragmentarias; la tercera dice así: «niega. María es digna de ello», y la siguiente: «Jesús les dijo: “Mi esposa”. En la quinta se lee: «Ella será capaz de ser mi discípula».
El fragmento de papiro, que, según se cree, data del siglo IV, le fue entregado a la catedrática King por una fuente anónima que consiguió la reliquia de un anticuario germano-americano que lo había comprado hacía algunos años en la Alemania Oriental. Como aclaraban los boletines informativos, muchos creen que el fragmento es un texto auténtico del siglo IV, aunque dos de las tres autoridades consultadas originalmente por los editores de Harvard Theological Review expresaron sus dudas.
Sin lugar a duda, un hallazgo como este es de interés, pero es difícilmente merecedor de figurar en los titulares internacionales.
El pequeño trozo de papiro antiguo, con sus líneas de texto fragmentario, se encuentra ahora en las manos de los medios de comunicación, y se ha transformado en una prueba de que Jesús tenía esposa y que, con toda probabilidad, se trataba de María Magdalena.
La catedrática King asumirá la responsabilidad personal por la mayor parte de este desmedido alcance. Se ha atrevido a denominar el fragmento como «El evangelio de la esposa de Jesús», ni más ni menos, un título que el diario The Boston Globe ha estimado «provocativo», y con razón. El mismo periódico informó que la catedrática King había decidido publicar sus descubrimientos antes de que otras pruebas adicionales pudieran verificar la autenticidad del fragmento, porque «temía que pudieran haber filtraciones en cuanto a su existencia de tal modo que atribuyera sensacionalismo a su significado». ¿En serio? ¿Le preocupaba tanto a King evitar el sensacionalismo que ella misma atribuyó al fragmento titulándolo «El evangelio de la esposa de Jesús»?
Esto no es más que sensacionalismo disfrazado de erudición. Un diario británico observa que las afirmaciones sobre un Jesús casado parecen más dignas de los fans de la obra de ficción de Dan Brown, El código Da Vinci, que de «catedráticos de Harvard de la vida real».
Si el fragmento se autentifica, la existencia de este pequeño documento será de interés para los historiadores de esta época; no obstante, hacer las afirmaciones que ahora corren por todos los medios de comunicación es algo demencial.
La catedrática King asevera que estas pocas palabras y frases deberían entenderse como la presentación de una historia de Jesús diferente, un evangelio distinto. A continuación argumenta que las palabras deberían leerse como una aseveración de que Jesús estaba casado, y que probablemente María Magdalena fuera su esposa. Expone, además, que aunque este documento proporciona la prueba del estado marital de Jesús las frases no significan necesariamente que estuviera casado. Y, lo que es más, refuta la declaración de que el cristianismo sea un cuerpo unificado de verdades generalizadas.
Quienes están familiarizados con la investigación y los escritos de Karen King reconocerán el argumento. Su libro del 2003, The Gospel of Mary of Magdala: Jesus and the First Woman Apostle [El evangelio de María de Magdala: Jesús y la primera mujer apóstol], argumentaba que otro texto de aquella época presentaba a María Magdalena como el modelo mismo del apostolado.
Preferencia por la heterodoxia
El hilo que une todos estos textos y argumentos es el descubrimiento, en 1945, de unos cincuenta y dos textos antiguos cerca de la ciudad de Nag Hammadi, en Egipto. Los eruditos los conocen como literatura gnóstica. Presentan narrativas y afirmaciones heréticas sobre Jesús y Su mensaje, y han sido un tesoro oculto para aquellos que procuraban sustituir el cristianismo ortodoxo por algo distinto.
Diversas ambiciones dirigen este esfuerzo. Las feministas han procurado utilizar los textos de Nag Hammadi para argumentar que la tradición ortodoxa ha dejado a las mujeres a un lado, y que estos textos gnósticos demuestran que son fundamentales en el liderazgo de la iglesia primitiva, y, quizás, superiores a los hombres. Otros han hecho uso de ellos para argüir que el cristianismo era un movimiento variado, marcado por unas cuantas preocupaciones doctrinales hasta que fue secuestrado por los líderes políticos y eclesiásticos. Según ellos, estos crearon la ortodoxia teológica como medio de establecer poderes en la iglesia del Imperio romano y, posteriormente, un agobiante desacuerdo.
Y los hay que alegan que las prohibiciones morales del cristianismo en cuanto a la sexualidad, y, en especial a la homosexualidad, formaban parte de esta ortodoxia forzada que, según argumentan, no era la esencia del verdadero cristianismo.
Más que cualquier otra cosa, muchos han utilizado los textos de Nag Hammadi a modo de palanca para su argumento de que el cristianismo era, en su origen, una forma de espiritualidad centrada en las enseñanzas de un Cristo meramente humano, y no un mensaje de salvación por medio de la fe en un Jesús divino que salva a los pecadores mediante la expiación realizada en su muerte y resurrección.
La catedrática King, junto con Elaine Pagels de Princeton, expusieron que los líderes políticamente poderosos, que establecieron lo que más tarde se convirtió en cristianismo ortodoxo, silenciaron otras voces. Sin embargo, estas hablan ahora por medio de los textos de Nag Hammadi y otros escritos gnósticos. En un documento conjunto, King y Pagels explican que «la historia tradicional del cristianismo se ha escrito casi en exclusivo desde el punto de vista del lado ganador que consiguió acallar o distorsionar otras voces con notable éxito, destruyendo sus obras y suprimiendo aquellas que disentían, y catalogándolas de peligrosas y obstinadas “herejías”».
Tanto King como Pagels rechazan el cristianismo tradicional y prefieren claramente las voces de los herejes. Argumentan a favor de la superioridad de la heterodoxia sobre la ortodoxia. En el artículo de la Smithsonian se describe la erudición de King como «una especie de crítica sostenida de lo que ella define como la “historia maestra” del cristianismo: una narrativa que proyecta los textos canónicos del Nuevo Testamento como una revelación divina transmitida por medio de Jesús, en “una cadena inquebrantable”, a los discípulos y sus sucesores, los padres de la Iglesia, ministros, sacerdotes y obispos que las trajeron hasta el día de hoy».
En realidad, King argumenta en contra del uso de términos como «herejía» e incluso «gnóstico», y afirma que la utilización misma de estos vocablos atribuye poder a las fuerzas de la ortodoxia y el cristianismo normativo. No obstante, no puede evitar emplear ella misma las palabras (incluso en los títulos de sus propios libros). Dirigiéndose a Ariel Sabar de Smithsonian comentó: «Habla usted con alguien que está intentando integrar todo un conjunto de literatura «hereje» en la historia estándar».
La ortodoxia y la herejía: la lucha continua
Quienes utilizan textos gnósticos como los encontrados en Nag Hammadi intentan redefinir el cristianismo de manera a sustituir el clásico, bíblico y ortodoxo por una religión muy diferente. Dichos textos reducen a Jesús a la posición de un maestro mundano que instruye a sus seguidores para que busquen la verdad dentro de sí mismos. Estos escritos prometen la salvación por medio de la explicación y no a través de la fe y el arrepentimiento. Su Jesús no es el Salvador completamente humano y plenamente divino, y no hay resurrección corporal de Cristo de entre los muertos.
¿Acaso estos escritos hallados en Nag Hammadi eran la prueba de que la Iglesia primitiva se opuso e intentó eliminar lo que, a su modo de entender, no eran más que falsas enseñanzas? Por supuesto. Es exactamente lo que la Iglesia afirmó hacer y lo que los apóstoles demandaron de ella. La Iglesia creyente no consideró la herejía como una contrariedad, sino que para ella la heterodoxia era la muerte espiritual.
Quienes argumentan a favor de la superioridad de los textos gnósticos niegan la inspiración divina del Nuevo Testamento y prefieren las enseñanzas heterodoxas de los herejes gnósticos. Increíblemente, la cosmovisión de los gnósticos antiguos es muy similar, en muchos aspectos, a las distintas visiones mundiales y espiritualidades existentes a nuestro alrededor hoy día.
La energía que se halla detrás de todo esto va dirigida a la sustitución del cristianismo ortodoxo, sus afirmaciones de la verdad, sus doctrinas, sus convicciones morales y sus visiones tanto de la historia como de la eternidad por una nueva versión —verdaderamente «gnosticizada»— secularizada.
No tenemos más que ver la atención lograda por este diminuto fragmento de papiro. Se supone que sus escasas palabras y frases incompletas arrojarán dudas sobre el Nuevo Testamento y las doctrinas del cristianismo ortodoxo. Un diminuto fragmento que, aun perteneciendo auténticamente al siglo IV, se coloca por encima de los cuatro Evangelios del Nuevo Testamento, escritos todos ellos durante las décadas del ministerio terrenal de Jesús.
«¿El evangelio de la esposa de Jesús?». ¡De ninguna manera! No es más que sensacionalismo disfrazado de teología. No obstante, que no le pase por alto todo lo que esto representa en realidad: un esfuerzo por remplazar el cristianismo bíblico por una fe totalmente nueva.
Este artículo fue escrito por el Dr. Albert Mohler y publicado en su sitio web el día 21 de septiembre del 2012. Traducción IBRNB, Reservados todos los derechos.