Las tentaciones de la vejez
Satanás tienta a cada uno de nosotros. ¿Quién no ha sentido su poder? Y, ¡oh, qué astuto es aplicando sus tentaciones! Las diseña exactamente para nuestras condiciones y edades. Tiene algunas tentaciones para los ricos, otras para los pobres; algunas para los jóvenes, y otras para los viejos. El conoce nuestros puntos débiles, y es ahí donde nos asalta.
Así es que no tienes que sorprenderte si tienes tentaciones, y tal vez algunas dolorosas también. Puedes ser uno de los más queridos hijos de Dios, y sin embargo ser tentado. ¿No fueron tentados José, y David, y Pablo? ¿Y no fue tentado por Satanás el mismo Jesús, el Salvador sin pecado?
Nunca te enojes contra ti mismo porque seas probado. No es pecado el ser tentado. Es solo cuando cedemos a la tentación, en lugar de resistirla, que Dios se aíra contra nosotros. Es el caer en el pecado lo que le duele y le ofende.
Cuando encuentres que estas siendo tentado a cualquier mal sentimiento, o a cometer cualquier cosa pecaminosa, te diré cómo debes actuar. No te rindas a la tentación, sino lucha resueltamente contra ella. Y como tienes muy pocas fuerzas en ti mismo, corre hacia Dios por ayuda. Vuélvete a El en seguida.
Satanás es fuerte, pero hay Uno más fuerte que él. Jesús conoce tanto el poder de Satanás como tu propia debilidad; y “por cuanto El mismo fue tentado en el sufrimiento, es poderoso para socorrer a los que son tentados” (He 2:18). En Cristo, y en ningún otro lugar, estás seguro. El puede echar Su escudo sobre ti y protegerte del daño.
Pero veamos cuáles tipos de tentaciones son las que corresponden especialmente a los ancianos.
Un embotamiento de alma es muy probable que sobrevenga a una persona mayor. Tus sentimientos ya no son tan vivos y fuertes como fueron una vez. Tus afectos se han apagado. Hubo una vez cuando un poderoso sermón o un libro impactante te movían, y brotaban las lágrimas de tus ojos. El amor de Jesús hacía que tu corazón ardiera. Pero tal vez esa calidez y ternura de espíritu, en cierta medida, se ha ido.
Ahora, tienes que estar en guardia en este punto. Cuídate de no acomodarte a un estado mental frío y fácil. Cuídate que tu fe no mengüe, y que tu amor se embote. Y esto sucederá si no estás muy alerta. Ora constantemente que Dios toque tu corazón y le de vida. Especialmente ora que puedas tener una visión clara de aquel bendito Salvador que ha hecho tanto por ti.
Muy a menudo, también, los ancianos ceden a un humor quejumbroso e irritable. Permiten que pequeñas cosas los altere. Esto está mal, e interfiere mucho con su felicidad.
Cuando has albergado este espíritu, ¿cuál ha sido la consecuencia? Pues, te sentiste totalmente incómodo después, y deseaste haber tenido más control sobre ti mismo.
Entonces cuídate de esto. Se que es una de las tentaciones en la que las personas mayores son más vulnerables. Pero Dios te puede fortalecer contra ella. El puede capacitarte para vencerla en lugar de que ella te venza a ti. El puede darte un estado mental gozoso, contento y tranquilo, y capacitarte para tomar todas las asperezas de la vida con una actitud calmada y balanceada. Así tus días postreros serán felices, en lugar de miserables, y disfrutarás de una paz interior que nada ni nadie te podrá robar.
De nuevo, hay algo así como el agotamiento de la vida, que está muy mal que se alimente. Al final de los sesenta o setenta años, una persona se podría sentir a veces un poco cansada de este mundo. Está cansado de sus pruebas. Ha gustado de sus desilusiones. Desea alejarse de ellas. También, un cuerpo que sufre tal vez le hace decaer; y está listo para gritar como David, “¡Quién me diera alas como la paloma! Volaría y hallaría reposo” (Sal 55:6).
Pero este no es un deseo correcto. Debemos soportar gozosos todo lo que nuestro Padre celestial considera que necesitamos cargar. Aún nuestros mayores sufrimientos deben ser sobrellevados voluntariamente por Su causa. Cristo podía decir en medio de Su agonía, “La copa que el Padre me ha dado, ¿acaso no la he de beber?” (Jn 18:11).
Elías estaba equivocado cuando le pidió la muerte, y dijo, “Basta ya, Señor, toma mi vida” (1Reyes 19:4). Jonás también estaba equivocado cuando exclamó, “Mejor me es la muerte que la vida” (Jonás 4:3). Había un gran descontento en las mentes de todas estas personas cuando hicieron tal petición. Fue en un momento de desilusión y desconfianza que profirieron tales súplicas.
Cuán diferentes eran los sentimientos de Pablo cuando expresó el “deseo de partir” (Fil 1:23). No fue porque estaba cansado de la vida, ni porque sentía descontento con la suerte que Dios le había asignado. No, él deseaba partir por una razón muy diferente. Era porque quería estar con Cristo. El amaba su Salvador y ansiaba estar en Su presencia.
Que Dios nos de el mismo anhelo santo, y que al mismo tiempo estemos contentos de quedarnos aquí mientras El, en su sabiduría y amor, así lo estime conveniente.
Mi querido amigo, ¿ves que hay ciertas tentaciones a las cuales eres especialmente susceptible en tu avanzada edad? He mencionado tres, que son: embotamiento del alma, irritabilidad e indisposición de soportar los sufrimientos de la vida. Pero hay otras que no he mencionado.
Ahora, mira bien dentro de tu corazón, y piensa cuál es la tentación ante la cual estás más inclinado a ceder. Y luego pídele a Dios que te libre de ella, y que te fortalezca colocando Su Santo Espíritu dentro de tu corazón. Fueron palabras de consuelo las que nuestro Señor le habló a Pedro, “Satanás os ha reclamado para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti para que tu fe no falle” (Lc 22:31-32).
Satanás es un tentador poderoso, pero tú tienes un Protector todopoderoso. Descansa en Su promesa. Confía en Su fortaleza, y no hay poder en la tierra o en el infierno que podrá hacerte daño.
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