Hazme resurgir de mi idolatría (Sal. 119:37)
Aparta mis ojos de mirar la vanidad,
Y vivifícame en tus caminos (Sal. 119:37).
La idolatría es el problema; la vivificación es la respuesta. Esta inspirada petición descansa sobre esa presuposición y la confirma.
Ore para escapar a la idolatría por medio de un aumento de la vitalidad espiritual.
EL PROBLEMA DE LA IDOLATRÍA
El pecado universal. Tan pronto como todas y cada una de las personas comienzan a expresarse a sí mismas de una forma moralmente responsable, él o ella exhibe fuertes tendencias hacia la idolatría, incluso en las sociedades más cristianas. Esta declaración puede parecer absolutamente ridícula hasta que nos damos cuenta de lo que encierra el concepto bíblico de la idolatría.
En la mente humana siempre hay un ansia por aquellas formas visibles de expresar los conceptos religiosos y esta tendencia no desaparece con la aceptación ni con el constante reconocimiento de las puras verdades espirituales. Originalmente, por idolatría se entendía la adoración a los ídolos, o falsos dioses. Sin embargo, esta palabra ha llegado a identificar, entre los hebreos del Antiguo Testamento, cualquier tipo de adoración de falsos dioses, ya sea por medio de imágenes o de cualquier otro modo y, finalmente, la adoración a Jehová por medio de símbolos visibles. Finalmente, en el Nuevo Testamento, con el término idolatría se llegó a denominar el rendir a cualquier criatura o creación humana el honor o la devoción que solo pertenecía a Dios y también el dar prioridad a un deseo humano por encima de la voluntad de Dios1.
“Dar prioridad a un deseo humano por encima de la voluntad de Dios” es una fiel caracterización de la forma más sutil de idolatría. La prueba de esto se encuentra en Col. 3:5: “[…] y la avaricia, que es idolatría”, donde la avaricia no es más que el deseo desordenado de poseer más y más posesiones materiales sin importar la necesidad legítima2.
La idolatría no solo es un pecado universal, sino que es también un pecado fundamental y capital, el candidato adecuado para ser elegido como concepto que todo lo abarca y que se utilizaría para explicar lo espiritualmente incorrecto de los pecadores. Adoran y sirven a la criatura más que al Creador (Ro. 1:25). Este es un motivo dominante en el Antiguo Testamento tanto en los pasajes de condenación como en los de llamamiento al arrepentimiento y la salvación. El Nuevo Testamento toca el problema de la idolatría con frecuencia. Identifica nuestro problema espiritual fundamental como lujurias varias (no solo sexuales), es decir, ansias totalmente
desordenadas y/o perversas que toman prácticamente el lugar del tema de la idolatría porque, como hemos mostrado, en sustancia es una misma cosa3. En otras palabras, lo que en nosotros es incorrecto es básicamente idolatría (desde la perspectiva del AT) o deseos pecaminosos (desde la perspectiva del NT).
La confesión de los santos. El autor humano del Salmo 119 no solo es creyente, sino que se trata de un creyente muy maduro. Mientras escribe el salmo se encuentra bajo la influencia directora del Espíritu Santo, de modo que las propias palabras son, en un sentido aún más profundo, la Palabra de Dios misma. Esto es parte de lo que hace que las cosas que el salmista pronuncia en su experiencia, que van dirigidas a Dios y que se recogen aquí, sean tan útiles para nosotros. Reflejan con toda precisión su vida real y el estado de su corazón y no tienen pecado ni error. Esta es la forma en la que deberíamos pensar, sentir y orar.
Aquí clama al Señor: “Aparta mis ojos de mirar la vanidad”. Esto implica que siente su debilidad en el asunto y que ha sido culpable de ese pecado con anterioridad. Está suplicando ser liberado de un problema que tiene en su vida y que es real. No es algo meramente teórico. Se veía afligido por casos recurrentes de este pecado y desea fervientemente la liberación divina del mismo.
Aunque la idolatría no se menciona de forma explícita, se insinúa firmemente por medio del lenguaje visual y por la palabra “vanidad”. El original hebreo tiene la connotación dual de vació y falsedad, término perfecto para un ídolo a causa de su inutilidad y su engaño para los adoradores. Sal. 31:6 dice: “Aborrezco a los que confían en ídolos vanos” y utiliza esta misma palabra. Sobre este hecho, un erudito de la Biblia escribe:
Indudablemente los ídolos y la adoración a los ídolos son los temas principalmente pretendidos. En las Escrituras, los ídolos suelen denominarse vanidades. Pablo dice que un ídolo no es nada en el mundo (1 Co. 8:4). La adoración de los ídolos, aunque espléndida, no es más que una mera farsa, una burla de Dios y del hombre, un asunto de ridículo divino4.
El salmista pide a Dios que aparte sus ojos de mirar la vanidad, no porque estuviese acostumbrado a la idolatría literal y burda, sino que su corazón era propenso a permitirse una sutil idolatría. Las cosas pecaminosas o mundanas no dejaban de seducirle para que no se dedicara a amar y servir a Dios sin reservas, es decir, a obedecer los preceptos divinos de todo corazón y esto es el tema evidente de todo este salmo.
Incluso los verdaderos cristianos deberían confesar diariamente y arrepentirse de este mismo tipo de pecado, porque somos culpables con toda seguridad. “Hijos, guardaos de los ídolos” (1 Jn. 5:21). La preocupación del Apóstol por sus lectores no eran las estatuas en los templos sino los “ídolos del corazón”. Estos son la completa ruina de muchos que profesan ser cristianos y que no llegan a tener la salvación final, tal y como se ilustra en la parábola de Jesús en cuanto a aquellos oyentes que eran como el terreno espinoso. Las preocupaciones del mundo, y el engaño de las riquezas, y los deseos de las demás cosas entran y ahogan la palabra, y se vuelve estéril” (Mr. 4:19). Esto quiere decir que nunca fue realmente fructífero, pero que el resultado final de una vida de idolatría semejante, a pesar de la profesión de fe que uno haga, es que no lleva fruto. Incluso aquellos que somos realmente salvos debemos ser extractores de espinas, y desherbar la tierra de nuestros corazones para aumentar el rendimiento espiritual de nuestras vidas para la gloria de Dios.
LA RESPUESTA DEL AVIVAMIENTO
Las peticiones enlazadas. De nuevo tenemos aquí un pareado. Las dos partes de este versículo están ciertamente relacionadas la una con la otra. El salmista une lo negativo con lo positivo, la súplica pidiendo “ser liberado de” con el deseo de entrar a una experiencia espiritual mejor de lo que ha tenido nunca antes.
Al decir “vivifícame en tus caminos” está pidiendo a Dios que avive su corazón para que el resultado sea una obediencia más coherente a la voluntad de Dios revelada en las Escrituras. Como hemos mostrado en los demás estudios que hemos hecho del Salmo 119, este “camino” se refiere a un hábito de santidad, un patrón de conformidad a la ley moral de Dios. Esto solo empieza de una forma real en aquellos que Dios “vivifica” por medio de su Espíritu llevando a cabo la regeneración en el corazón que está, por naturaleza, espiritualmente muerto. El mismo Espíritu sigue vivificando la obra en los justos, llevándoles a nuevos y más altos niveles de vitalidad espiritual, que resultan en una nueva obediencia a la Palabra de Dios, desde el corazón.
Reconocemos plenamente la realidad de que el pecado permanece en los mejores de entre nosotros, pero también es verdad que todos los nacidos de nuevo, en mayor o menor grado, anhelan crecer en gracia y experimentarlo. Esta es una de las pruebas universales y esperanzadoras de que uno es un verdadero creyente y no un simple hipócrita.
Estas peticiones son esencialmente dos formas distintas de pedir una misma cosa. Señor, apártame de toda vanidad y haz que esté más vivo hacia ti. Charles Bridge escribió apasionadamente sobre cómo mata el avivamiento a la idolatría:
Se suele hacer la siguiente pregunta: “¿Qué es lo que “apartará mis ojos de la vanidad” más eficazmente?”. No será el aislamiento del retiro contemplativo ni la renuncia a una conexión lícita con el mundo, sino la trascendente belleza de Jesús desvelada ante nuestros ojos y fijada en nuestros corazones. Esto “apartará nuestros ojos de la vanidad” en sus formas más relucientes. La vista de la “perla de gran valor” (Mt. 13:46) oscurece el brillo de “las mejores perlas” de la tierra; nos insensibilizará de golpe contra los incentivos del mundo y nos apremiará a seguir adelante en la persecución del premio. ¿No es este nuestro objetivo? No basta con ser librado de las tentaciones por medio de una misericordia especial. Quiero ser vivificado, tener más vida, más energía, más delicia y dedicación en el camino de mi Dios5.
Luchar para conseguir la santificación sin intentar conseguir, de forma consciente, la intimidad de nuestro corazón con nuestro Señor Jesucristo, tal y como le revela la Palabra, es inútil y frustrante en una media que sobrepasa toda descripción. Aquellos que persisten en la reforma legalista solo se convierten en la peor clase de pecadores: ¡los fariseos! Mortifiquemos el pecado acercándonos cada vez más a Jesús en amor y fe.
La bendición asegurada. Dios quiere que esperemos esta bendición de crecimiento espiritual en respuesta a la oración con fe, porque ha prometido contestar dichas oraciones. Considere la conclusión poderosamente alentadora de la primera carta de pablo a la iglesia de Tesalónica:
Y que el mismo Dios de paz os santifique por completo; y que todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea preservado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es el que os llama, el cual también lo hará (1 Ts. 5:23-24).
Aquellos a los que Dios perdona de sus pecados también serán los objetos bendecidos de su persistente limpieza interior para que podamos ser lavados concienzudamente de todos nuestros pecados, para amarle de forma suprema y coherente por la eternidad. Por tanto, oren para escapar de la idolatría por medio de un aumento de la vitalidad espiritual y ore con toda la confianza en su gracia y su poder triunfantes. Amén.
Notas:
1. ISBE, in loc.
2. LN 25.22.
3. Siento que tengo una deuda importante con la Fundación de Consejería Cristiana y Educacional (CCEF) por llegar a apreciar la verdad y la amplia relevancia de esta perspectiva bíblica/teológica.
4. Comentario de W.S. Plumer, in loc.
5.