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Se adorna los monumentos de los justos

Noble Vater

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque edificáis los sepulcros de los profetas, y adornáis los monumentos de los justos, y decís: Si hubiésemos vivido en los días de nuestros padres, no hubiéramos sido sus cómplices en la sangre de los profetas. Así que dais testimonio contra vosotros mismos, de que sois hijos de aquellos que mataron a los profetas (Mateo 23:29-31)

Al condenar a los escribas y fariseos el Señor Jesús presentó, como prueba del caso contra ellos, lo que dicen los versículos citados. ¿Por qué los condenó? No fue por edificar sepulcros o por adornar los monumentos en sí, sino porque decían honrar a los profetas y los justos y, sin embargo, perseguían al Señor Jesús, quien creía, enseñaba y vivía según las enseñanzas de éstos. Los escribas y fariseos fueron condenados por su hipocresía. Ellos también hubieran matado a los profetas y justos como hicieron sus padres. Lo sabemos porque mataron al Señor Jesucristo, quien seguía la misma doctrina en toda santidad.

Los judíos no son los únicos en cometer un pecado semejante. Es cierto que ellos siguen profesando reverencia hacia los profetas y los justos aunque todavía rechazan a Jesús y se oponen a los cristianos que creemos en aquellos que escribieron de Jesús (Juan 5:39, 45-47; Lucas 24:25-27, 44-48). Pero hay muchos pretendidos cristianos que han actuado así y lo siguen haciendo. Existen numerosos ejemplos. Lutero, Calvino y otros reformadores predicaron la gracia de Dios tal como se presenta en el Nuevo Testamento, y como San Agustín y otros creyeron. La iglesia catolicorromana condenó, y aun hoy lo hace, a los reformadores, mientras afirman honrar al Señor Jesús, a San Pablo y a San Agustín.

En la actualidad, muchos honran a los reformadores a la vez que menosprecian, condenan o vituperan a aquellos que enseñan las doctrinas fundamentales que ellos compartieron, especialmente sobre la gracia soberana de Dios. Hasta Elena White (fundadora de los adventistas) pretendía honrar a los anabaptistas y reformadores, pero consideraba que los cristianos de su generación eran transgresores por no guardar el séptimo día (ver su libro “Conflicto de los siglos”), cosa que ni los reformadores ni los anabaptistas hicieron. Otros muchos hacen esto mismo. Echan flores a los reformadores y predicadores como Whitefield, Edwards, Spurgeon y otros, pero tiran estiércol a los que proclaman las mismas verdades que esos grandes hombres declararon.

En muchos casos esta conducta inconsistente e hipócrita se debe a que los que adornan los monumentos de estos justos nunca han estudiado lo que ellos enseñaron. Creen lo que otros han dicho y se engañan a sí mismos pensando que no existe una diferencia importante entre ellos y los cristianos del pasado. Muchos dicen creer en la justificación por gracia, por medio de la fe, igual que Lutero, pero si estudiaran lo que la gracia significó para él, y cómo distinguió entre justificación y santificación, y otros temas relacionados, verían que es el maestro de unas personas despreciadas y marginadas hoy día. Esto no solo sucede entre católicos y evangélicos, sino entre los mismos evangélicos.

A veces esta conducta hipócrita se debe a la malicia. Con el fin de engañar y tener seguidores, algunos hombres y mujeres utilizan los nombres de justos ya muertos. Bien saben que no tienen razón en lo que dicen, pero utilizarían cualquier medio para lograr sus propósitos.

Había un conocido pastor / “evangelista” / editor que publicaba sermones de Spurgeon en su revista, alterando partes de algunos sermones con las que no estaba de acuerdo. Al ser reprendido por ello, su excusa fue: “como Spurgeon está en el cielo, estaría de acuerdo con dichos cambios”.

Se han publicado muchos sermones y libros de Spurgeon que demuestran su enseñanza. Nunca tuvo deseos de enseñar algo nuevo, sino lo que las Escrituras enseñan y lo que la iglesia había confesado. Existen libros y artículos que muestran cómo eran Juan Bunyan y su doctrina. Hay confesiones de fe y catecismos antiguos que nos llevan al alma de la fe cristiana profesada por fieles siervos de Dios durante su generación.

Todo pastor debe exponer las Escrituras con fidelidad, sin apartarse de los caminos antiguos, y todos los que pretendemos ser cristianos debemos creerlas y seguirlas. Si por ello nos menosprecian a nosotros o a nuestra doctrina, esperemos que reconozcan lo que hacen y que se arrepientan. ¡Que no sigan adornando los monumentos de los justos, mientras rechazan su enseñanza!

Los sectarios mantienen que, desde Jesucristo, los apóstoles y las primeras iglesias, nadie estaba en posesión de la verdad hasta que ellos la redescubrieron; que la verdad se perdió y que ellos la han restaurado. Por supuesto, contradicen al Señor que prometió que su iglesia permanecería, que tendría al Espíritu Santo, y otras declaraciones parecidas. Sin embargo, esto es lo que hacen los llamados testigos de Jehová, los mormones, los seguidores de Campbell (“Iglesia de Cristo” o “Iglesia Cristiana”) y otros.

No obstante, algunos de estos y otros quieren evitar la vergüenza de ser definidos como secta y reclaman ser seguidores de los justos del pasado (“adornan sus monumentos”). Su hipocresía es patente en su actitud hacia los que han aprendido de los profetas y justos, y siguen su enseñanza. Esperamos que cada lector sepa honrar debidamente a los justos y los profetas, y que no se limiten a adornar sus monumentos.

Escrito por N D Vater. Derechos reservados.

(Revisión de un artículo publicado originalmente en el Heraldo de Gracia, edición 1 de 1981.)

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