La necesidad del arrepentimiento
La Biblia nos dice que, cuando el Señor Jesús comenzó su ministerio público, proclamó estas palabras por toda Galilea: “El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos y creed en el evangelio” (Mr. 1:15). Antes de ascender al cielo al finalizar su ministerio terrenal dijo a los Apóstoles: “Así está escrito, que el Cristo padeciera y resucitaría de entre los muertos al tercer día, y que en su nombre se predicara el arrepentimiento para el perdón de los pecados a todas las naciones, comenzando desde Jerusalén” (Lc. 24:46-47).
Desde su trono en la gloria habló a la iglesia de Éfeso en el libro de Apocalipsis: “Recuerda, por tanto, de dónde has caído y arrepiéntete, y haz las obras que hiciste al principio; si no, vendré a ti y quitaré tu candelero de su lugar, si no te arrepientes” (Ap. 2:5; ver también 2:16; 3:33; 3:19).
El arrepentimiento es una parte de vital importancia del evangelio de Jesucristo. Esa es la razón por la cual Pedro apelaba a sus oyentes e les instaba a que se arrepintieran cuando predicó en Jerusalén en el día de Pentecostés: “Y Pedro les dijo: Arrepentíos y sed bautizados cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hch. 2:38).
Sin embargo, parece que vivimos en un tiempo en el cual el arrepentimiento es una palabra y una doctrina olvidadas. Si inspeccionamos los libros cristianos superventas de la década pasada ¿encontraríamos uno que tratase el asunto del arrepentimiento? ¿Suelen ocuparse las revistas cristianas actuales de este tema tan importante? ¿Dan los sermones que predicamos desde nuestros púlpitos el lugar destacado que los Apóstoles y nuestro Señor conferían al arrepentimiento? ¿Por qué no? ¿Qué es lo que ocurre? ¿Es posible que la iglesia necesite arrepentirse y predicar aquellas primeras cosas: las que el Señor mismo predicó?
¿Por qué el arrepentimiento es una parte tan olvidada y descuidada de la enseñanza y la predicación cristiana de nuestros días? ¿A qué se debe su falta de popularidad? Indudablemente existen varias razones para ello. Por una parte, vivimos en un tiempo en el que a la gente le gusta «hacer hincapié en lo positivo». Incluso en la iglesia cristiana existe un gran deseo de no ser percibida como algo «negativo», aunque esto suponga distorsionar el mensaje de la palabra de Dios. Queda muy claro que el arrepentimiento se considera algo «negativo». El arrepentimiento trae a la mente otros conceptos negativos como el pecado y la culpa. ¡La gente no quiere oír hablar de cosas semejantes! En tiempos de Isaías al pueblo no le gustaba que el profeta les confrontara con la santidad de Dios, porque esto significaba que tendría que enfrentarse a su propia pecaminosidad y a su necesidad de arrepentirse. Por esta razón leemos estas palabras que el Señor pronunció por boca de Isaías en relación a estas personas:
Porque este es un pueblo rebelde, hijos falsos, hijos que no quieren escuchar la instrucción del Señor; que dicen a los videntes: No veáis visiones; y a los profetas: No nos profeticéis lo que es recto, decidnos palabras agradables, profetizad ilusiones. Apartaos del camino, desviaos de la senda, no oigamos más acerca del Santo de Israel» (Is. 30:9-11).
¿Deberíamos esperar que los inconversos de nuestro tiempo estén por naturaleza más dispuestos a escuchar las «partes más duras» de la verdad de Dios de lo que lo estaban aquellos que vivieron en tiempos de Isaías? ¡Por supuesto que no! ¡Ojalá que la iglesia de Cristo se arrepienta de su penosa disposición a la hora de permitir que los que están en oscuridad sean los que dicten cómo debería sonar el mensaje del evangelio! ¡Que el Señor la haga desistir de su adoración al santuario de la «sensibilidad del buscador» y permita que sus «profetas» prediquen la verdad por muy desagradable que sea! ¡Ojalá que nosotros, como hizo el apóstol Pablo, no rehuyamos declarar nada que sea útil, sino declarar todo el propósito de Dios (Hch. 20:20, 27).
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