El amanecer de un nuevo día para la iglesia
Eugenio Piñero
Algunos círculos cristianos celebran la memoria de la Reforma Protestante del siglo XVI, en el día 31 de octubre de 1517. En ese momento Martín Lutero, un monje católico, dio a conocer sus 95 tesis, para refutar las doctrinas y las prácticas de las indulgencias. De esta manera Lutero «sacudió los cimientos religiosos de Europa occidental». Varias voces demandaban el regreso a las enseñanzas bíblicas de la Iglesia apostólica y primitiva.
Las motivaciones para la Reforma
Diversas causas motivaron esta obra de reforma. Julen Kenk menciona algunas de ellas:
«Por un lado, estaba el descrédito de la iglesia por la corrupción que salpicaba a los papas, y los abusos morales, como la venta de indulgencias para que los fieles compraran el perdón de sus pecados. Por otro lado, también confluyeron intereses políticos y económicos».
Pero, sobre todo, el poder soberano, restaurador y santificador del Señor Jesucristo, estaba activo en la obra de reformar Su Iglesia. El gran reformador por excelencia de la Iglesia, no fue Hus, ni Lutero, ni Calvino ni otros, sino el Señor Jesucristo. Él está siempre en medio de Su Iglesia para reformarla por medio Su Palabra y Su Espíritu Santo. Juan dijo: «Y en medio de los candelabros, vi a uno semejante al Hijo del Hombre […] y los siete candelabros son las siete iglesias» (Apocalipsis 1:13, 20). Y Él le dijo: «Escribe, pues, las cosas que has visto, y las que son, y las que han de suceder después de estas» (Apocalipsis 1:19).
El Señor le dice a la iglesia de Éfeso: «Yo conozco tus obras, tu fatiga, tu perseverancia… has sufrido por mi nombre, y no has desmayado. Pero tengo esto contra ti… Recuerda, por tanto, de dónde has caído y arrepiéntete, y haz las obras que hiciste al principio» (Apoc. 2:2-5). En Apocalipsis, en los capítulos 1, 2 y 3, vemos al Señor activo, iluminando, corrigiendo y restaurando a Su Iglesia a una relación correcta con Él, y a un comportamiento correcto, a fin de que la Iglesia cumpla su función principal como Columna y Baluarte de la Verdad (1 Tim. 3:15), y como guardián de la verdad. (1 Tim. 1:13-14.)
Con este propósito en mente, la Iglesia de Cristo siempre necesita evaluar su enseñanza y sus caminos, para asegurarse de que está cumpliendo con su función. Por la tendencia de la Iglesia y sus líderes a desviarse de la verdad, es necesario hacer una constante evaluación de sus enseñanzas y de su conducta, para asegurarse que están siguiendo al Señor Jesucristo en todo aspecto de su vida y ministerio. Si se dan cuenta que se han desviado, entonces deben arrepentirse y volver nuevamente a los senderos trazados por la Palabra de Dios. En esto, los pastores tienen la responsabilidad solemne de estar atentos a las instrucciones que el Señor les dará por medio de Su Palabra, para dirigir a la Iglesia en una reforma bíblica necesaria para conservar la verdad salvadora.
Mientras Lutero estudiaba la Biblia en la Universidad de Wittenberg, se dio cuenta de que la Iglesia se había desviado de la doctrina de la salvación de las Escrituras. Por lo tanto, la Iglesia necesitaba volver a las enseñanzas de la Biblia para encontrar nuevamente el único camino que dirige a la salvación que es por la fe en Cristo Jesús (2 Timoteo 3:15). Esto se convertiría, en las palabras de Kenk, en un pilar de su doctrina religiosa: «Tan solo a través de la fe se conseguiría la salvación».
Particularmente, Lutero escribió sus 95 tesis para refutar la doctrina y la práctica de las indulgencias. En la doctrina católica, la indulgencia es la remisión que hace la Iglesia católica de las penas debidas por los pecados. Según una fuente de información, la indulgencia, en su formulación actual, consiste en que ciertas consecuencias del pecado —como la pena temporal del mismo— pueden ser objetos de una remisión concedida por determinados representantes de la iglesia y bajo ciertas condiciones. Tal indulgencia no perdona el pecado en sí mismo, sino que exime de las penas de carácter temporal, que de otro modo los fieles deberían purgar, sea durante su vida terrenal o sea luego de la muerte en el purgatorio.¹
Más adelante, la enciclopedia añade: «La prédica de indulgencias fue denunciada anteriormente por John Wycliffe (1320 y 1384), y también por Jan Hus (1369-1415)». Estos hombres cuestionaron los abusos que originaba la práctica de las indulgencias. Pero, en el primer cuarto del siglo XVI, tienen lugar los hechos de mayor significancia histórica: el primero es la indulgencia acordada en 1506 para quienes quieran ayudar a la construcción de la basílica de San Pedro (en Roma); y, sobre todo, el verdadero detonante: el escándalo que surge en el Sacro Imperio Romano Germánico, a raíz de la campaña organizada por Alberto de Brandeburgo (Arzobispo de Maguncia) y llevada a cabo por Juan Tetzel. Este hombre, sin escrúpulos, hacía afirmaciones escandalosas para promover su mercancía. Pretendía que las indulgencias que vendía «dejaban al pecador más limpio que al salir del bautismo», o «más limpio que Adán antes de caer»; que «la cruz del vendedor de indulgencias tiene tanto poder como la cruz de Cristo», y que en el caso de quien compra una indulgencia para un pariente difunto, «tan pronto como la moneda suena en el cofre, el alma sale del purgatorio». La venta de estas indulgencias fue vista por algunos como un medio para esquilar al pueblo alemán. Se aprovechaban de la credulidad de la gente para luego malgastar en lujos y festejos los pocos recursos de los pobres.
Lutero atacó el principio mismo de la práctica de las indulgencias. Aseveró, con razón, que solo Dios puede justificar a los pecadores (solo Él puede perdonarlos y declararlos justos). En sus tesis, Él combatió las indulgencias por las almas en el purgatorio (8-29), al igual que aquellas en favor de los vivos (30-68). Lutero argumentaba que los muertos, estando muertos, no se encuentran bajo los decretos canónicos, y que el arrepentimiento basta para lograr la remisión de las penas. Por el contrario, la práctica de las indulgencias desvía a los pecadores de su verdadero deber: el arrepentimiento evangélico.
La propuesta en Wittenberg generó una dura controversia entre Lutero y Roma sobre una variedad de doctrinas y prácticas que generan la Reforma Protestante. Aunque la reforma tuvo un impacto profundo y duradero en el ámbito político, económico, social, literario y artístico del mundo occidental, la Reforma fue en su corazón un movimiento religioso producido por el Espíritu de Dios.
La actividad providencial del Espíritu Santo restauró la Biblia, la Palabra de Dios, a su lugar, como la norma infalible y final en todo asunto de fe y práctica. La luz de la Palabra libró a muchos de las falsas enseñanzas, de la superstición, la ignorancia y la corrupción que habían plagado la Iglesia católica romana. Una fuente de consulta explica esta situación de la siguiente manera:
«Como la mayoría de los cristianos corrientes eran analfabetos y tenían poco conocimiento de la Biblia, se apoyaron en su clero para la instrucción y orientación religiosas. Trágicamente, sin embargo, los monjes, sacerdotes, obispos e incluso los papas en Roma enseñaban doctrinas que no eran bíblicas, como el purgatorio y la salvación mediante las obras. Las personas espiritualmente fervientes trataron de justificarse por las obras de caridad, las peregrinaciones y toda clase de ceremonias y devociones religiosas, pero, aún así, se preguntaban si habían hecho suficiente para aplacar la ira justa de Dios y escapar de Su castigo. La verdad del Evangelio, las buenas noticias que Dios es amoroso y misericordioso, que Él ofrece el perdón y la salvación —no por lo que hacemos, sino por lo que Cristo hizo— fue olvidada por gran parte del clero y de los laicos. El Espíritu Santo usó un fraile agustino y profesor universitario, llamado Martín Lutero, para restaurar la doctrina de la justificación por la sola gracia, a su legítimo lugar como fundamento de la doctrina del cristianismo».²
La Reforma y su celebración
Aunque muchos cristianos celebran el Día de la Reforma, en nuestra iglesia no apartamos un día para celebrar la Reforma Protestante. Creo que esta celebración es parte de la libertad cristiana que tiene cada iglesia de Cristo. Por esta razón, no censuro ni condeno a quien quiera celebrarla (Ro. 14:12, 19). Por nuestra parte, no esperamos ni demandamos que los creyentes tomen un día para celebrar la Reforma, sin embargo, eso no significa que en cualquier momento del año no debamos enseñar a la iglesia lo que el Señor Jesucristo hizo mediante ese movimiento religioso, en el que Dios se manifestó para llevar a la Iglesia nuevamente a las enseñanzas bíblicas. No designamos un día cada año para celebrar este acontecimiento; básicamente por dos razones:
1 – Porque puede ser que ese día sea necesario hablar sobre otros asuntos.
2 – Porque Cristo no estableció ese día para que fuese celebrado por la Iglesia.
Por lo tanto, no tenemos la autoridad bíblica para imponer la observancia de tal día en nuestra iglesia. La Biblia no nos manda a guardar tal día como parte de la liturgia que tenemos que observar. Sin embargo, ya que la Reforma Protestante está siendo socavada y muchos desconocen las cosas que transcurrieron durante ese período de la Iglesia, es importante que, de vez en cuando, según la necesidad, dediquen tiempo para estudiar y comprender mejor el legado doctrinal, la importancia, las consecuencias y la pertinencia de la Reforma Protestante.
Aunque me he beneficiado de las obras de otros en el estudio y desarrollo de este tema, dependo principalmente del estudio que el pastor Martin dio sobre este tema, en los subsiguientes artículos.³
La tinta que Martín Lutero usó para hacer públicas sus 95 tesis en el Castillo de Wittenberg, traía el amanecer de un nuevo día para la iglesia del Señor Jesucristo. Cuándo consideramos lo que el monje agustino publicó en sus 95 tesis, no debemos verlo como un simple acontecimiento que dio comienzo a la reforma, ya que esta fue un proceso de varias etapas: concepción, gestación y nacimiento. Después fue seguido por su desarrollo y crecimiento. Esto significa que la Reforma no comenzó en el día en el que Martín Lutero publicó sus 95 tesis, sino que fue el fruto de un proceso en el que Dios, previamente, había estado trabajando por medio de Su Espíritu y Palabra en el corazón y en la vida de otros pre-reformadores.
En el plan de Dios, las semillas de la Reforma ya se habían sembrado por la influencia de otros hombres, como Wycliffe, Hus y Erasmo. La invención de la imprenta facilitó que las enseñanzas de estos hombres influyeran en el pensamiento y en los corazones de otros hombres, llevándolos a estudiar con más precisión las enseñanzas de las Santas Escrituras. Además, habían otras cosas en las que el Espíritu de Dios trabajaba en la providencia para producir la Reforma. Cuando consideramos el acontecimiento particular en el que Lutero publicó sus tesis, lo vemos como el día en el que aquel embrión que se gestaba en el vientre del verdadero pueblo de Dios, finalmente dio a luz la Reforma Protestante del XVI.
«La Enciclopedia Libre (Free Encyclopedia) declara que Hus es considerado ser el primer reformador de la iglesia, aunque algunos denominan que fue el teórico John Wycliffe. Sus enseñanzas fueron de gran influencia justo después de que se aprobara una denominación religiosa reformada en Bohemia y, más de un siglo después, sobre Martín Lutero».⁴
«Un siglo después que comenzaran las Guerras Husitas, hasta el 90% de los habitantes en los países checos eran husitas (aunque estaban en la tradición utraquista después de una victoria conjunta utraquista-católica en las Guerras Husitas). Bohemia fue el lugar de uno de los movimientos pre-reformadores más significativos, y todavía existen partidarios protestantes en la época moderna; aunque ya no abarcan la mayoría. Algunas razones históricas propuestas incluyen la persecución de los protestantes por los habsburgos católicos, particularmente después de la Batalla de la Montaña Blanca en 1620, las restricciones durante el régimen comunista, y también la secularización persistente. Los checos modernos manifiestan una desconfianza muy alta de las instituciones religiosas y otras adicionales.
Jan Hus fue un contribuidor clave para el protestantismo, cuyas enseñanzas fueron de gran influencia en los países de Europa, y sobre Martín Lutero. Las Guerras Husitas resultaron en que se produjeran Los Pactos de Basilea, los cuales permitían una iglesia reformada en el Reino de Bohemia —alrededor de un siglo antes que tales desarrollos se llevasen a cabo en la Reformación luterana. La Unitas Fratrum (o la Hermandad de Moravia) es el hogar del mundo actual de los seguidores de Hus. Los escritos extensos de Hus le hicieron obtener un lugar destacado en la historia literaria checa».⁵
Razones para considerar la Reforma
Ahora, ¿por qué debemos considerar la Reforma Protestante? Algunos nos dicen que sería mejor si no habláramos de este asunto. Ellos dicen que la Reforma Protestante fue una tormenta innecesaria de contiendas teológicas y eclesiásticas, que solo trajo más confusión y división en la Iglesia. Y cuanto más rápido nos olvidemos de la Reforma, mejor. Sin embargo, estas personas simplemente no quieren reconocer que la Reforma fue principalmente un movimiento religioso y espiritual que el Espíritu Santo obró mediante Sus siervos para llevar nuevamente la Iglesia a las enseñanzas y la suficiencia de las Santas Escrituras, a una vida de piedad, verdadera comunión con el Dios Vivo y la proclamación del evangelio bíblico, mediante el cual las almas vinieron en verdad a un conocimiento salvador.
Por otra parte, es importante aclarar que los instrumentos humanos que Dios usó en la Reforma fueron hombres que se distinguieron por su fe, sus dones, su valor, y por el bien que hicieron a la Iglesia. Reconocer sus virtudes y su obra es consecuente con el reconocimiento que la Biblia da a los héroes de la fe en Hebreos capítulo 11, y con lo que declara Romanos 13:7: «Pagad a todos lo que debáis… al que honor, honor». Esa falsa piedad que dice que no debemos honrar a los hombres porque esto oscurece la gloria de Cristo, y les enorgullece, no es coherente con el testimonio bíblico. Dios usa hombres para lograr Sus propósitos, hombres de pasiones semejantes a las nuestras, pero hombres que Él prepara y capacita para desempeñar una labor importante en Su propósito redentor. Reconocerlos por su contribución y árduo trabajo en el Reino de Cristo, es nuestro deber solemne; esto anima a otros a servir a Cristo como ellos lo hicieron.
Dios usó hombres como Wycliffe, Hus, Lutero, Calvino, Farel, Zwinglio, Bullinger, Melancón y otros para llevar a cabo una Reforma necesaria en la Iglesia; sus nombres siempre estarán asociados con la Reforma Protestante. Debemos reconocer, recordar, apreciar y honrar a tales hombres como instrumentos en las manos del Señor Jesucristo que Él usó para que se descubriera y se proclamara la verdad. Mencionamos sus nombres y reconocemos sus virtudes no para deificarlos, ni jactarnos en ellos. En la Biblia, Dios dice, en 1 Corintios 3:21: «Así que nadie se jacte en los hombres», porque uno planta y el otro riega. Dios es el que da el crecimiento (1 Corintios 3:6).
Cuando hablamos o escribimos sobre la Reforma Protestante, tampoco lo hacemos para vilipendiar a los católicos romanos. Nuestro objetivo es identificar aquellos principios y enseñanzas incorrectas que la Iglesia católica enseña de forma contraria a lo que la Biblia enseña, para corregir el error, y se conozca la verdad del evangelio. Es nuestro deber identificar y corregir el error que no permite que los hombres conozcan la verdad salvadora. Pablo manda al anciano o pastor en la iglesia, a retener la sana doctrina y a refutar a los que la contradicen: «Reteniendo la palabra fiel que es conforme a la enseñanza, para que sea capaz también de exhortar con sana doctrina y refutar a los que contradicen» (Tito 1:9). Uno de los deberes del pastor en la iglesia es proclamar la verdad, pero también refutar a aquellos que la contradicen.
En ningún momento queremos promover el odio hacia los católicos; amamos sus almas, nos esforzamos por presentar el evangelio de Cristo para que ellos puedan conocer la verdad salvadora (lo que dice el verdadero evangelio), y esto les libre del error, la superstición, la ignorancia, y les dé la sabiduría necesaria que conduce a la salvación que es por la fe en Cristo Jesús. Como antes indiqué, el propósito para estudiar la Reforma Protestante no es para venerar a los hombres, ni para vilipendiar a los católicos, ni tampoco para alimentar el orgullo que produce el mero aumento de conocimiento sin amor.
Pablo dice que el conocimiento envanece, pero el amor edifica (1 Corintios 8:1). Si alguno cree que sabe algo, simplemente por aumentar su conocimiento o por la arrogancia de la vida, no ha aprendido todavía lo que debe saber. El propósito de nuestro estudio no es para que puedas pensar o decir que conoces más datos sobre la Reforma que lo que otros conocen, o para que puedas decir que el 31 de octubre del 1517 Martin Lutero publicó sus 95 tesis en la Iglesia del Castillo de Wittenberg, Alemania.
Entonces, ¿cuál es el propósito de este estudio sobre la Reforma? El propósito principal de nuestro estudio se encuentra en el Salmo 44:1, donde dice: «Oh Dios, con nuestros oídos hemos oído, nuestros padres nos han contado la obra que hiciste en sus días, en los tiempos antiguos». El recuerdo de esta obra llevó al salmista a contemplar el poder de la misericordia de Dios, que en el pasado defendió y libró a Su pueblo. Le llevó a adorar y alabar a Dios, a elevar su oración a Dios, diciendo: «Tú eres mi Rey, oh Dios; manda victorias a Jacob» (Salmo 44:4).
Nuestro segundo propósito, es imitar el ejemplo del Señor Jesucristo, el Gran Reformador, y que los reformadores nos dieron para traer la reforma bíblica cuando sea necesario en la Iglesia, para mantener y conservar la verdadera religión salvadora en la tierra. “El que dice que permanece en Él, debe andar como Él anduvo” (1 Juan 2:6). Si somos verdaderos seguidores de Cristo, seremos reformadores en todo aspecto de nuestra vida personal, familiar, y en la iglesia.
Oh Padre, a la luz de lo que hiciste en el pasado para avanzar Tu causa y lograr Tu propósito salvador, haz lo mismo hoy. Que abunde Tu Palabra, que esta corra y sea glorificada, y extienda el Reino de Tu Amado Hijo, el Señor Jesucristo. Amén.
- Según la Iglesia católica romana y ortodoxa griega, el purgatorio es la existencia de castigo temporal en el estado intermedio donde sostienen que todos los que mueren en paz con la iglesia, pero no son perfectos, deben pasar por sufrimientos penales y purificadores. Rechazamos esta doctrina por la falta de evidencia bíblica (Diccionario de teología, pp. 438, publicado por Editorial Desafío).
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- Albert N. Martin, a quien cito libremente.
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