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¿Por qué orar?

D. Scott Meadows

TOMÁS DE AQUINO LO EXPLICA[1]

Objeción 1: ¿Por qué orar, si Dios ya sabe lo que necesitamos (Mt 6:32)?

Objeción 2: ¿Por qué orar si el propósito de Dios es inmutable (1 S 15:29)?

Objeción 3: ¿Por qué orar si la liberalidad de Dios se glorifica más aún cuando da sin que supliquemos las bendiciones?

Por el contrario: Las Escrituras son claras, «Deberíamos orar siempre y no desfallecer» (cp. Lucas 18:1).

Mi explicación y mi defensa: Existían tres errores antiguos respecto a la oración. 1) La negación de la Providencia que gobierna los asuntos humanos y que hace que la oración sea inútil (Mal 3:14). 2) La creencia en el destino determinista que hace que la oración sea inútil. 3) La creencia en la Providencia que podría ser modificada por nuestras oraciones. Esto ya lo he refutado anteriormente. Por tanto, debemos explicar por qué la oración es útil por otras razones.

La Providencia no solo determina los efectos, sino también las causas de los mismos. Estas causas incluyen las acciones humanas. Las personas hacen ciertas cosas para conseguir ciertos efectos, incluida la oración (una causa) para recibir ayuda de parte de Dios (un efecto). No oramos para cambiar el parecer de Dios, sino para poder obtener aquello que Dios se ha propuesto darnos por medio de la oración.

Respuesta a la Objeción 1: No oramos para informar a Dios, sino para recordarnos a nosotros mismos que necesitamos Su ayuda.

Respuesta a la Objeción 2: No oramos para cambiar el propósito eterno de Dios, sino para obtener aquello que Dios ha determinado darnos por medio de la oración.

Respuesta a la Objeción 3: En verdad, Dios nos da muchas cosas sin que se las pidamos. Sin embargo, por nuestro propio bien, Él nos concede algunas cosas a través de la oración. Al recibirlas de este modo, 1) nuestra fe en Dios se fortalece. 2) Aprendemos mejor que Dios es el Autor de toda bendición. 3) Experimentamos el gozo y el honor de conversar con Dios y con Cristo cuando pedimos lo que deseamos.


[1] STh. [Sto. Tomás] II-II p. 83 r. 2, parafraseada y abreviada por D. Scott Meadows

Reservados todos los derechos. Usados con permiso.

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