¿Tiene importancia la doctrina?
¿Tiene importancia la doctrina?
Jorge E. Castañeda D.
La incómoda Doctrina
Es muy probable que para algunos no sea la manera más correcta de invertir el tiempo hoy día que el hablar de ‘Doctrina’. Esta palabra esencialmente relacionada con la forma de creencia que posee la Iglesia, ha venido a ser reemplazada por atractivos sustitutos que la han hecho ver como una palabra irrelevante para las exigencias del hombre contemporáneo quien necesita algo más “viviencial”. Tal vez para algún tiempo remoto y precario de la Iglesia era necesaria la doctrina, pero hoy, según muchos, no podemos seguir viniendo sobre asuntos tan poco prácticos para los cristianos. Así, la doctrina bíblica y el rigor en su estudio ha venido a parecer más un interés para los amantes de antigüedades cristianas, que una necesidad sin la cual, nadie pudiera ser un verdadero cristiano.
Parece común la práctica contemporánea de enfrentar la doctrina a la vitalidad cristiana, esto es, que quien se ocupa de la doctrina siempre lo hará a costa de poder vivir una vida de espiritualidad verdadera y piedad fervorosa. Igualmente asombroso ha sido ver cómo, desde las mismas filas del cristianismo, ha sido fácil para muchos oponer la doctrina al amor, es decir, o usted ama o estudia, entiende, enseña y cela la doctrina bíblica. Es usual encontrar individuos que a nombre de la unidad y de andar juntos por un evangelio, por ellos definido, rebajan los estándares doctrinales y animan a otros a no tener barreras tan altas doctrinalmente hablando, porque de hacerlo, lo harían en detrimento de la tan apreciada unidad del cuerpo de Cristo. Claro, parecería que para muchos otros, se es de un espíritu insensible el ponernos a hablar de doctrina, cuando miles de personas pasan a la eternidad sin Cristo. ¿Lo ha escuchado? ¿Ha sido desafiado a quitar la incómoda doctrina y hacerla a un lado y ocuparse en asuntos verdaderamente relevantes para un mundo perdido como la asistencia social, las opiniones de justicia civil y las respuestas que deberíamos dar como iglesia a las miles de problemáticas contemporáneas?
La vida cristiana sin doctrina no es de ninguna manera vida cristiana
Pero asumir la vida cristiana sin doctrina es imposible. De hecho, todos partimos de presupuestos definidos dentro de los cuales desarrollamos la vida cristiana. Presupuestos, doctrinas definidas implícita o explícitamente son el marco donde la Iglesia se desarrolla. La persona que nos desafía a poner más atención a ser ‘pescadores de hombres’ y a no ocuparnos de tanta doctrina, ¿No está moviéndose bajo el presupuesto doctrinal que lo más importante es el evangelismo? La persona que nos desafía a poner más atención a la piedad práctica ¿No se basa en el presupuesto doctrinal que lo más importante es lo que hagamos por encima de lo que creemos? El individuo que nos enseña a dejar la precisión doctrinal bajo el emblema de la unidad ¿No nos está mostrando y enseñando su doctrina? Con esto solo quiero resaltar que es imposible desarrollar una vida cristiana sin presupuestos doctrinales, se sepa o no que se tienen.
La realidad no es tan sencilla y no es tan fácil contraponer la doctrina al desarrollo cristiano, porque en sí mismo el desarrollo cristiano tiene que ver necesariamente con la doctrina. Así que la pregunta fundamental no es si usted o yo le pondremos atención a la doctrina, sino más bien ¿Sobre qué basamos nuestros postulados doctrinales? De hecho los tenemos, tal vez subyacen en el espíritu práctico de muchas iglesias, algo así como que en la práctica se viven estos postulados aunque se ignoren, o ya sea que sus doctrinas estén en papel a manera de declaración doctrinal de la Iglesia, lo cierto es que existen. Pero la pregunta sigue siendo, ¿Dónde fundamentamos nuestra práctica cristiana? ¿He llegado a reconocer de dónde creo lo que creo y porqué hago lo que hago? Al intentar responder a estas preguntas, vamos a llegar a lo inevitable, reconocer que nos movemos en un marco doctrinal.
Ahora, asuntos más detallados se nos plantean. ¿Es suficiente afirmar creer en la Biblia, Cristo, la Trinidad, la Salvación por gracia, la venida de Cristo y miles de asuntos más de manera genérica sin definir exactamente lo que creemos acerca de estas cosas en particular? ¿Es suficiente, por ejemplo, “creer en Jesús” en algún sentido general sin precisar exactamente qué es lo que creo de Él? ¿Puedo decir que creo en la Biblia sin definir claramente qué es lo que creo de ella? Hablar de doctrina puede que sea realmente importante después de todo.
La Sagrada Escritura explícitamente enseña que nosotros debemos ser sanos en la fe – lo que significa que la doctrina sí tiene importancia después de todo. Los pastores, líderes del pueblo de Dios tienen solemnes exhortaciones con respecto a celar, guardar y enseñar la sana doctrina. «Si esto enseñas a los hermanos, serás buen ministro de Jesucristo, nutrido con las palabras de la fe y de la buena doctrina que has seguido» (1 Tim.4:6); «Que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias» (2 Tim.4:2-3); «Retenedor de la palabra fiel tal como ha sido enseñada, para que también pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen» (Tito 1:9); «Pero tú habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina» (Tito 2:1). Es más, se exhorta a los ministros a prestar atención y tomar medidas en contra del que ataca la doctrina bíblica: «Si alguno enseña otra cosa, y no se conforma a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad, está envanecido, nada sabe, y delira acerca de cuestiones y contiendas de palabras, de las cuales nacen envidias, pleitos, blasfemias, malas sospechas […]apártate de los tales» (1 Tim.6:3-5).
Entonces, atendiendo al testimonio de la Biblia, la doctrina sí tiene mucha importancia. No solo la Biblia se da por cierto la existencia de un cuerpo de creencias definidas, claramente reconocibles llamada doctrina y que claramente se puede diferenciar de lo que no es sana doctrina, sino que se exhorta a poner atención a ella. No es una alternativa viable para algunos cristianos quisquillosos, sino que es un llamado a toda la Iglesia a prestar atención a ella.
Sin doctrina bíblica, no hay ni verdadera fe ni verdadera sabiduría
La sana doctrina bíblica es un aspecto necesario de la verdadera sabiduría y la fe auténticamente cristiana. La actitud que desprecia la doctrina al elevar los sentimientos o pareceres individuales al nivel de gobernante, o esa actitud lamentable pero común hoy de reclamar una confianza ciega a estatutos humanos, no puede legítimamente ser llamada fe en absoluto, aun si se hace pasar por Cristianismo. Es lamentable ver a cristianos que cada vez que aparece un líder carismático, están dispuestos a sacrificar el discernimiento que deberían tener en doctrina por esa confianza ciega expresada en “Pero Fulano dijo”. Es de hecho una forma irracional de incredulidad. Y es tal vez por esa causa y otras más, que en general, el cristianismo de hoy no sabe que se ha desviado de la sana doctrina. Si tan solo rastrearan el origen de sus doctrinas, y pensaran en el por qué creen lo que creen, no serí muy difícil descubrir que su fundamento no son las Sagradas Escrituras, la única fuente de autoridad sobre la cual debe levantarse la doctrina de la Iglesia. Tal vez muchas organizaciones, líderes y cristianos comunes, siendo honestos, tengan que aceptar que su marco doctrinal no hace justicia a la Biblia, o no a toda; y que entre sus lineamientos doctrinales hay mucho del humanismo contemporáneo influyendo grandemente en el desarrollo de sus congregaciones.
¿Por qué? Porque al situarnos con recelo frente a la doctrina, hemos abierto la puerta para que doctrinas que ‘no quieren ser identificadas como tal’ se infiltren y exista hoy un relativismo doctrinal lamentable en la Iglesia. La doctrina de la ‘no doctrina’ ha impuesto su sello perjudicial, dejando a vastos sectores de la Iglesia a merced de doctrinas de hombres, sin saberlo. Sé que no es fácil de aceptar y que en teoría, todas las iglesias se basan en la Biblia. Pero no es lo que en teoría confesemos, ¿Es en verdad mi creencia y practica parecida a toda la Biblia? ¿Se llevan a cabo en mi vida y en mi iglesia las implicaciones necesarias al decir que creemos en todo lo que dice la Palabra de Dios?
Dios mismo combate la ignorancia doctrinal
Dios nos hace responsables por lo que creemos así como por lo que pensamos de la verdad que él ha revelado. Toda la Sagrada Escritura da testimonio del hecho de que Dios quiere que nosotros sepamos y comprendamos la verdad. Él quiere que nosotros seamos sabios. Su voluntad es que usemos nuestras mentes. Se supone que debemos pensar, meditar, y sobre todo, tener discernimiento. El contenido de nuestra fe es crucial. La sinceridad no es suficiente. Considere, por ejemplo, el tema dominante de estos versos conocidos. Sal.51:6: «Tu amas la verdad»; Sal.111:10: «ama la justicia»; Sal.119:66: «enséñame buen sentido y sabiduría»; Prov.2:2-6: «sabiduría […] prudencia»; Prov.4:7: «adquiere sabiduría […] inteligencia», Col.1:9: «llenos del conocimiento de su voluntad»; Col. 2:3: «tesoros d ela sabiduría y del conocimiento»; 2 Tim.3:16: «para enseñar». La Palabra de Dios deja abundantemente claro que nuestro Señor quiere que nosotros usemos nuestras mentes y nos apliquemos a Sus enseñanzas. Y uno de los deberes más vitales que cada cristiano debe afrontar – especialmente en una era como la nuestra, cuando la iglesia es invadida con ideas contradictorias y de confusión espiritual – es el deber del discernimiento. Como aquellos creyentes Bereanos fieles de la Palabra (Hch.17:11), debemos tener el cuidado de observar nuestras vidas y nuestra doctrina detenidamente (1 Tim.4:16).
¿Es importante la doctrina? Sí que lo es, es necesaria, imprescindible si hablamos de la Iglesia de Cristo. Pero quisiera desafiarle con una pregunta más osada pero necesaria ¿Es importante para usted la doctrina? ¿Es necesaria e imprescindible para su desarrollo cristiano y para el de su Iglesia? Estas preguntas requieren una respuesta honesta y no meramente formal. Demasiados asuntos importantísimos están en medio dependiendo de un sí o un no como respuesta. Obviar o ignorar estas preguntas ha sido el comienzo de una contundente caída de cristianos e iglesias, que optaron por vivir al ritmo del mundo en que vivían y no cimentados sobre la bendita Palabra de Dios que permanece para siempre.
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