¿Cómo debe reaccionar el cristiano ante los ataques e insultos?
R.C. Sproul
¿Alguna vez te han hablado mal o han dicho cosas crueles sobre ti? Pienso que esto nos ha pasado a todos. Convertirnos en víctimas de la calumnia o el chisme malicioso puede ser algo difícil de soportar. Sin embargo, Dios nos llama a responder de forma muy específica cuando nos encontramos en tales circunstancias.
Hace unos años, recibí una carta de parte de un amigo que es pastor de una iglesia en California. En ella me mandó una copia de un artículo que se había publicado en el periódico Los Angeles Times. A pesar de que en el artículo había una foto de él en su iglesia, con la Biblia en las manos, en realidad era un ataque personal despiadado en su contra.
Tras ver la foto y leer el artículo, sentí mucha empatía por mi amigo ya que hacía poco tiempo que me había pasado algo similar. Alguien quien yo había pensado era un amigo hizo algunos comentarios muy crueles sobre mí públicamente, y yo me había enterado de ello. Mis sentimientos vacilaban entre el desaliento y el enojo, aunque sabía que mi deber era reaccionar con gozo (Mateo 5:11-12).
A mi parecer el mejor libro que se ha escrito jamás sobre la virtud del amor en la vida cristiana es el tomo clásico de Jonathan Edwards, Charity and Its Fruits (El amor y sus frutos). En su libro, Edwards escribió un capítulo sobre cómo debemos reaccionar cuando nos acusan falsamente. Allí, el argumento bíblico que presenta es que aquellos ataques no deben sorprendernos, más bien, debemos esperarlos:
El hombre cuyo espíritu se agita, se enfurece y se llena de un resentimiento amargo cuando se comete un agravio en su contra se está comportando como si pensara que le ha pasado algo extraño. Sin embargo, los que razonan de tal manera son muy necios ya que no es algo extraño ni en lo más mínimo sino lo que debemos esperar en un mundo como este. Por lo tanto, el que permite que su espíritu se inquiete ante los agravios que sufre no se está comportando sabiamente.
Lo que Edwards quiere decir es que si el cristiano espera que será calumniado y mantiene sus ojos fijos en Dios cuando tal cosa ocurre, esto no lo llevará a la depresión.
Edwards subraya el concepto de que los demás seres humanos solo pueden perjudicar nuestro placer terrenal. Las demás personas pueden hacerle daño a mi cuerpo, robar mi dinero y hasta destruir mi reputación. Sin embargo, todas estas cosas solo afectan las preocupaciones y los placeres de este mundo, ya que tenemos una herencia incorruptible reservada en el cielo para nosotros, un tesoro que nadie puede quitarnos o contaminar y que el Señor mismo protege (1 Pedro 1:4).
Puede ser que sientas la tentación de pensar que Edwards era un gigante espiritual que, a diferencia de los creyentes “comunes y corrientes”, podía enfrentar los ataques a su persona con tranquilidad. Pero ¿cómo podemos evitar el sentirnos angustiados cuando somos heridos por personas que pensábamos eran nuestros amigos? Aunque es verdad que parte de nuestra naturaleza humana es reaccionar con tristeza, enojo o amargura ante los ataques personales, esos sentimientos surgen de nuestra humanidad caída. No son los frutos del Espíritu Santo. Esto significa que Edwards, a pesar de ser un gran hombre santo, no estaba llamando al cristiano “común y corriente” a comportarse de forma extraordinaria. Todos somos llamados a soportar los agravios con gozo, paciencia y mansedumbre.
Esta es la clase de reacción que se espera de todos nosotros porque la vida cristiana se trata de imitar a Cristo (1 Corintios 11:1). Estamos siendo moldeados a su imagen, así que debemos esforzarnos por vivir tal como Él lo hizo. Nuestro Señor fue calumniado y acusado falsamente de todo tipo de ofensa, sin embargo, no abrió su boca para defenderse (Isaías 53:7). Aceptó los ataques crueles, e incluso en el momento de su pasión oró por el perdón de sus agresores (Lucas 23:34). Somos llamados a reaccionar ante nuestros enemigos de la misma manera (1 Pedro 4:13). Por lo tanto, toda acusación falsa, toda calumnia, toda palabra mala que se diga sobre ti es una oportunidad para crecer en santidad.
Edwards me ayudó a ver que yo había permitido que mi alma se perturbara y que tal cosa era pecado. En vez de entender que el ataque en contra de mi persona era una oportunidad para imitar a Cristo y crecer en santidad, yo había resistido al Espíritu de Dios, quien trajo aquel doloroso acontecimiento a mi vida para mi edificación y para que yo recordara donde está mi tesoro.
La clave para responder a los ataques e insultos como Cristo es cultivar el amor por Dios. Edwards escribe:
Cuando el amor por Dios prevalece, su tendencia es hacer que las personas vean más allá de los agravios de los hombres; en este sentido, mientras más aumenta el amor por Dios, las personas son más propensas a obtener toda su felicidad de Él. Consideraran que Dios es su todo y buscaran la felicidad y su porción en Su favor en vez de buscarla solo en lo que le ha sido concedido en Su providencia. Según aumente su amor por Dios así también disminuirá su apego hacia sus intereses terrenales, que son lo único que el enemigo puede tocar.
Necesitamos recordar las palabras perspicaces de Edwards a la hora de tratar con los ataques e insultos que inevitablemente tendremos que enfrentar en esta vida.