¿Está Jesús llamando a la puerta del corazón del inconverso?
R.C. Sproul
Todos hemos oído a evangélicos citar este versículo de Apocalipsis: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él y él conmigo” (Ap. 3:20). Por lo general, el evangelista aplica este texto como llamado dirigido a los inconversos, y les indican: “Jesús está llamado a la puerta de su corazón. Si abre la puerta, Él entrará”. Sin embargo, cuando Jesús pronuncia la frase original, está haciéndole Sus observaciones a la iglesia. No era un llamamiento evangelizador. Entonces, ¿qué era? La idea es que esa búsqueda es algo que los incrédulos no pueden hacer por sí solos. El que no es creyente no buscará. Tampoco llamará a ninguna puerta. Buscar es asunto de creyentes. Jonathan Edwards declaró: “Buscar el Reino de Dios es el asunto principal de la vida cristiana”. La búsqueda es el resultado de la fe, no su causa.
Cuando nos convertimos a Cristo usamos un lenguaje de descubrimiento para expresar nuestra conversión. Hablamos de encontrar a Cristo. Tal vez tengamos pegatinas en el parachoques de nuestro auto que digan “Lo encontré”. Estas declaraciones son ciertamente veraces. La ironía es la siguiente: Una vez que hemos encontrado a Cristo no hemos llegado al final de nuestra búsqueda, sino al principio. Con frecuencia, cuando hallamos aquello que estamos buscando, esto señala el final de nuestra búsqueda. Pero cuando “encontramos” a Cristo, estamos al principio de nuestra indagación.
La vida cristiana comienza en la conversión; pero no acaba donde empieza. Crece; va moviéndose de fe en fe, de gracia en gracia, de vida a vida. Este movimiento de crecimiento se ve impulsado por la búsqueda continua de Dios.
En el caminar espiritual, ¿estás progresando de fe en fe, de gracia en gracia, de vida a vida? ¿Buscas a Dios continuamente?
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