Al hombre se le prueba por la alabanza que recibe
George Lawson
El crisol es para la plata y el horno para el oro, y al hombre se le prueba por la alabanza que recibe (Proverbios 27:21).
El crisol prueba la plata y el horno pone de manifiesto si el oro es genuino y puro. Del mismo modo, la alabanza que recibe el hombre prueba el temperamento que reina en su mente. Si el sabio y humilde recibe alabanza, no se envanecerá en su interior por ello. Si la alabanza que se le otorga no es justa, no se creerá autorizado a hacer ningún hincapié en ella, porque es una muestra de orgullo que el hombre desprecie las críticas que no merece y que luego se vanaglorie por unos elogios igual de infundados y, por tanto, igual de vanos. Y si es una demostración de humildad sentirse abatido por lo uno, es un signo de vanidad hincharse por lo otro. Pero si el sabio recibe elogios bien fundamentados, no por ello se considera con derecho a que se le atribuya el mérito principal de esas buenas cualidades que posee o de las buenas obras que ha hecho, porque solo Dios es quien le hace diferente de los demás hombres y todo es de Él, y por Él, y debería atribuírsele a Él (cf. Ro. 11:36; 1 Co. 15:11; Hch. 12:21-23; Os. 14:2-3).
Cuando el malo recibe alabanza por las cualidades que tiene, o por las acciones que ha desarrollado, malogra todo su valor y su crédito por la avidez con que se traga los elogios; no da a Dios la alabanza que recibe, sino que, como Herodes, desea apropiarse de toda la gloria para sí mismo y, si da algo de gloria a Dios, solo lo hace con palabras y declaraciones, como el fariseo orgulloso. Pero cuando el necio recibe una alabanza que solo está fundamentada en la falsedad o en malas interpretaciones lisonjeras de sus actos, está tan encariñado con todo lo que puede conducirle a fomentar su progreso, tanto si es correcto como si no, que se muestra muy complacido; y, como si los demás le conocieran mejor que él mismo, se convence de que tiene la obligación de creer todo aquello que los demás tengan a bien decir en su favor. La oscuridad será luz para él, y el vicio será virtud a sus ojos siempre que sirva para alimentar su amor hacia sí mismo.
Hay un buen efecto que puede producirse como consecuencia de los elogios inmerecidos que se dirigen al sabio. Serán un motivo para que busque el merecérselos, de modo que los demás no se equivoquen en la buena opinión que tienen de él; pero la alabanza debería administrarse con gran precaución, dirigiéndola a los mejores de los hombres, porque, si bien deja al descubierto que algunas personas no son más que escoria, también demuestra que los buenos tienen demasiada escoria en su composición. Los cumplidos de los embajadores de Babilonia fueron perjudiciales para un hombre de la talla de Ezequías. Pero para Herodes la alabanza de los hombres resultó nefasta.
Extracto de “Comentario a Proverbios” por George Lawson. Reservados todos los derechos. Este libro está disponible en Cristianismo Histórico.