El que gana almas es sabio
George Lawson
El fruto del justo es árbol de vida, y el que gana almas es sabio (Proverbios 11:30).
“Los justos reverdecerán como ramas” (Pr. 11:28 RVR 1960) y llevarán los frutos del árbol de la vida, porque están injertados en Cristo y de Él reciben la provisión de influencia espiritual. Ningún árbol estéril que podamos ver en esta Tierra maldita es emblema suficiente para representar la excelencia del justo. Es como ese noble árbol plantado por Dios mismo y distinguido por encima de todos los árboles del paraíso de Dios. Sus frutos tienen la virtud de generar y alimentar una vida más noble que ninguno de los demás árboles del huerto de Edén. Cristo es ciertamente la vida de las almas, y los que no están unidos a Él siguen muertos; pero el Señor se complace en honrar a los siervos fieles y a los maestros que edifican a quienes les rodean, y los utiliza como instrumentos para impartir sus mejores bendiciones sobre los hombres. Por esta razón se dice que los siervos diligentes se salvan a sí mismos y a sus oyentes (cf. 1 Ti. 4:16). ¡Cuán excelente es el justo en comparación con su prójimo! Sus palabras de gracia, su conversación santa, sus oraciones, sus amonestaciones y enseñanzas, son los medios que hacen que el servicio a los demás sea más valioso que la plata o el oro, o que la vida misma. Por tanto, los cristianos deben esforzarse por llevar fruto en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo (cf. 2 P. 1:8 RVR 1960) y trabajar a fin de ganar almas para su Redentor. Son sabios aquellos que tienen “[…] la sabiduría que lleva a la salvación” (2 Ti. 3:15); ¡cuán verdaderamente sabios, pues, son aquellos a quienes Dios utiliza como instrumentos para convertir a otros y salvar sus almas de la muerte (cf. Stg. 5:20)! El mundo cuenta entre los sabios a quienes hacen ricos a sus amigos por medio de su habilidad en los negocios. Pero en aquel gran día final el “Juez de todos” (He. 12:23) declarará sabios a quienes puedan decir: “He aquí, yo y los hijos que Dios me ha dado” (He. 2:13). Ellos son mi “[…] gozo y corona de gloria” (1 Ts. 2:19). Bienaventurados todos aquellos que puedan decir estas palabras en ese día crucial que sellará el carácter de los hombres.
Aprendamos también de este pasaje a valorar la amistad y la conversación de los justos. Si supiésemos de algún árbol cuyo fruto pudiera prolongar la vida del hombre hasta un centenar de años, lo estimaríamos más valioso que los tesoros de los reyes, y no repararíamos en esfuerzos o gastos para transplantarlo a nuestros jardines. ¡Cuánto más valor, pues, no deberíamos dar a esos árboles cuyo fruto es el fruto del árbol de la vida y cuya conversación es un instrumento para salvar almas de la muerte!
Extracto de “Comentario a Proverbios” por George Lawson. Reservados todos los derechos. Este libro está disponible en Cristianismo Histórico.