La esposa virtuosa
George Lawson
Mujer virtuosa, ¿quién la hallará? Porque su estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas (Proverbios 31:10).
Después de instruir a su hijo en las virtudes de la pureza, la templanza, la Justicia y la misericordia, la madre de Lemuel procede a continuación a enseñarle a escoger esposa. Puesto que las malas esposas son una de las peores cosas del mundo, y las buenas una de las mejores, nunca es bastante el cuidado que ponen los hombres a la hora de entablar una relación con vistas al matrimonio, ya que solo la muerte (o lo que es peor que la muerte) puede disolverlo. Los que ocupan cargos públicos tienen mayores razones, por su propio bien y por el bien de sus allegados, para estudiar bien quiénes son esas mujeres y con quién se unen en una relación tan cercana. Pablo da unas pautas acerca de cómo deben ser las mujeres de los diáconos (cf. 1 Ti. 3:11); y las enseñanzas que se refieren a cómo escoger una mujer virtuosa aquí van dirigidas a un rey. Aunque su maestra era su madre, sin embargo ella no dice nada de altas cunas, ni de grandes dotes, ni de grandes alianzas, porque estas cosas le parecían nimiedades comparadas con la virtud. Además, el Espíritu de Dios no dictó estas instrucciones solamente para los reyes, sino también para todos aquellos que tengan que elegir esposa, y para todo el sexo femenino.
Todas las mujeres deberían aprenderse con gran cuidado la última parte de este capítulo. Al redactarlo, el Espíritu de Dios quiso empezar cada versículo con letras distintas, según el orden del alfabeto hebreo, como sucede también en el Salmo 119, para que resultara más sencillo retenerlo en la memoria…
Los que deseen conseguir una buena mujer deberían tener en cuenta que no resulta fácil hallar alguna que merezca esta reputación; y, por tanto, en su elección deberían procurar conocer bien el carácter y el comportamiento de esas mujeres que van a ser sus compañeras constantes a lo largo de la vida y dirigir fervientes súplicas al Señor pidiendo su favor, porque solo Él puede dar al hombre una mujer prudente (cf. Pr. 19:14). Abraham observó estas reglas cuando tuvo que buscar esposa para su hijo, solo que él no conocía personalmente a Rebeca; no obstante, como no sabía de ninguna mujer virtuosa en Canaán, confió en que el Señor le proveería de una en la tierra adonde su obediencia a Dios le impedía regresar…
Los hombres no tienen motivos para afirmar que la virtud rara vez puede hallarse en las mujeres. Esta imputación no es justa si con ella se pretende establecer una distinción odiosa entre los sexos; pero, si lo fuera, la culpa es tanto de los hombres como de las mujeres. La virtud no se valora como debiera, sino que se prefieren las riquezas y belleza. La gente suele preguntarse: “¿Quién hallará una esposa que traiga una gran dote?”. Si la mayoría de los hombres siguieran la opinión de la princesa que describió estas características de la buena esposa, los padres variarían en gran medida el plan educativo que tienen para sus hijos; y las mujeres se esforzarían por recomendarse no exhibiendo su belleza para su provecho, ni entregándose a cambio de grandes fortunas, sino practicando la religión y toda cualidad digna de alabanza.
La estima de la mujer virtuosa sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas y a la de los diamantes. Aunque su dote no sea más que sus vestidos, el sabio preferirá a esta mujer antes que a otra que carezca de sus cualidades, a pesar de que posea todas las riquezas del Oriente. El que se casa con la mujer ataviada de seda y de piedras preciosas sería un necio si rechazara a la misma mujer solo por ir vestida con ropas corrientes.
Extracto de “Comentario a Proverbios” por George Lawson. Reservados todos los derechos. Este libro está disponible en Cristianismo Histórico.