Es gloria de Dios encubrir una cosa
George Lawson
Es gloria de Dios encubrir una cosa,
pero la gloria de los reyes es investigar un asunto (Proverbios 25:2).
¡Cuán arrogantes son esos hombres que pretenden saber las razones de todo lo que Dios hace! Y si eso sobrepasa su capacidad, las ponen en tela de juicio o hallan defectos en sus obras, ¡como si supieran mejor que Dios mismo cual es la obligación del Señor! Hay misterios insondables en las excelencias de Dios y en sus caminos. “En el mar [está su] camino, y [sus] sendas en las aguas [impetuosas], y no se conocieron [sus] huellas” (Sal. 77:19; cf. Is. 43:16), y es su gloria que no se conozcan. Su sabiduría no sería divina si pudiéramos entenderle a la perfección, y su soberanía no sería absoluta si estuviera obligado a hacer solo aquello que sus criaturas aprobaran.
La más humilde de las criaturas de Dios tiene cualidades que no podemos entender plenamente; ¡cuán extraño es, pues, que no permitamos que su providencia trascienda a nuestra comprensión, o que tengamos dudas respecto de los misterios de su gracia porque son incomprensibles para nuestro débil entendimiento! Bien decía un teólogo piadoso: “Señor, guárdanos de tener un Dios comprensible”. Nuestro deber es venerarle y maravillarnos, y no fisgonear en sus secretos. La historia de la Caída es una advertencia eterna dirigida a los hijos de Adán para que escojan el árbol de la vida en lugar del árbol del conocimiento.
Pero los reyes de esta Tierra son infinitamente inferiores al Dios del Cielo, y su honor es de una categoría más humilde. Su gloria es “investigar un asunto”. Cuando se dice que Dios escudriña los corazones de los hombres (cf. Jer. 17:10), estamos hablando de Él con palabras humanas, porque el Señor contempla todo el pasado, el presente y el futuro con una sola mirada de su mente infinita; pero los reyes, que necesitan gran cantidad de conocimiento y de sabiduría, deben obtener estas cosas, como los demás hombres, por medio del trabajo y la diligencia. Su gloria es ser diligentes a la hora de investigar todo aquello que los príncipes tienen obligación de saber. Deben aplicarse mucho y hacer uso de la sabiduría de los demás hombres para informarse acerca de todos los intereses de sus reinos y sus diversas relaciones con los Estados extranjeros. Han de esforzarse por familiarizarse con las actitudes y los estados de ánimo de sus súbditos, con las mejores fórmulas para suprimir el vicio, fomentar la bondad y hacer feliz a su pueblo, y con los métodos más apropiados para preservar la Paz o para defender sus coronas y sus reinos frente a los enemigos del exterior. Cuando los reyes tienen que desempeñar ellos mismos el papel de jueces, como hacían en la Antigüedad, su campo de labor se incrementa enormemente; porque están obligados a investigar todas las causas intrincadas. No han de negarse a juzgarlas porque sean difíciles, ni dictar sentencia sin tener buenos fundamentos para justificar su propia decisión, sino que deben investigar las cosas hasta el fondo y juzgar con sabiduría y con rectitud, como hizo Salomón en el caso de las dos rameras.
Por estas razones los reyes no pueden encubrir sus asuntos importantes dentro de sus mentes. Deben tener ayudantes que lleven la carga del gobierno y hacer uso de los consejos y de las capacidades de otros hombres a quienes deben comunicar sus secretos. La gloria de Dios es que no tiene necesidad de consejeros. La de los reyes está en escoger consejeros rectos y seguir sus buenas recomendaciones.
Extracto de “Comentario a Proverbios” por George Lawson. Reservados todos los derechos. Este libro está disponible en Cristianismo Histórico.