El temor del SEÑOR conduce a la vida
George Lawson
El temor del SEÑOR conduce a la vida, para dormir satisfecho sin ser tocado por el mal (Proverbios 19:23).
La religión es la esencia de la felicidad; hace que la vida presente sea larga y dichosa, en la medida que una vida de esas características nos resulte realmente beneficiosa, y con ella se inicia la vida eterna del alma. El que se gobierna por medio del temor del Señor disfruta de una satisfacción profunda, y los gozos que manan de ese temor no son como los efímeros deleites del mundo, que se extinguen en tristeza y miseria. Estos duran toda la vida; sus cuerpos están llenos de vigor aun en la vejez, cuando los placeres de los sentidos han perdido su sabor y triunfan sobre la muerte y todos sus terrores.
Ciertamente, los cristianos están expuestos a la tristeza por causa de la multitud de tentaciones que les acechan, pero el temor del Señor y la fe en Cristo a menudo generan un gozo inefable y lleno de gloria en tales épocas (cf. 1 P. 1:8); y las inquietudes que el pueblo de Dios suele sentir se deben en su mayor parte a la imperfección de su carácter religioso, y Dios derrama su bendición sobre estas situaciones y a través de ellas mejora sus virtudes e introduce gozos más dulces en sus almas. Los cristianos tienen una fuente inagotable de satisfacción, porque gozan de salud en sus almas, saben que todos sus asuntos están dirigidos por la sabiduría y la misericordia de la Providencia y cuentan con las firmes promesas de la vida venidera. Si Dios mismo puede dar satisfacción a las almas que Él ha creado, pueden disfrutar de ese placer, o lo recibirán a su debido tiempo, porque Él gobierna todas las cosas para su bien y sus excelencias eternas son la porción de su pueblo.
Los santos de Dios están completamente libres de las miserias del estado caído del hombre, siempre que esto esté en consonancia con ese plan que la sabiduría divina concibió para que el hombre recuperara su estado original. La cruz del Redentor, como el árbol que Moisés echó en las aguas de Mara, vuelve dulces las circunstancias más amargas (cf. Éx. 15:25). No es tocado por males innecesarios, y los males que le tocan generalmente se tornan en bienes por la tendencia que tienen a hacerle bien y transformarle en un hombre mejor. Las reprensiones y las tribulaciones, las enfermedades y la muerte, son la suerte común de todos los hombres, y los que están lejos de Dios las consideran cosas malas, pero son buenas para los que aman a Dios, porque son los valiosos medios que el Señor ha establecido para que sus hijos participen de su santidad (cf. He. 12:10), y además les preparan para ese mundo bendito donde ya no habrá pecado ni dolor (cf. Pr. 4:26-27; 3:7-8; Jn. 8:52).