Dulce para su amigo es el consejo del hombre
George Lawson
El ungüento y el perfume alegran el corazón, y dulce para su amigo es el consejo del hombre (Proverbios 27:9).
Los ungüentos y los perfumes difunden sus aromas fragantes en derredor, y refrescan los espíritus de los hombres y alegran sus corazones; pero la dulzura de un amigo bien escogido alegra el alma mucho más que las flores más dulces o que los aromas más preciados preparados según el arte del perfumador (cf. Éx. 30:35). Las agradables virtudes y el cariño afectuoso que brillan en sus ojos y que rezuman sus palabras y sus actos hacen de él la alegría de nuestros corazones, y difunden por toda nuestra vida las más dulces sensaciones de deleite.
Los amigos son útiles en todo tiempo. Dan sabor a los placeres de la vida, y su compañía hace que los trabajos de la existencia sean deleitosos; pero en los momentos en que necesitamos su consejo, o cuando nos enfrentamos con dificultades, la ventaja de su amistad se entiende mejor que nunca. Otros hombres suelen darnos los consejos según sus intereses o su estado de ánimo; en el mejor de los casos, no pueden ponerse en nuestro lugar y juzgar qué consejo pueda ser el más apropiado para darnos, como hacen los amigos cercanos que conocen nuestros asuntos y nuestros temperamentos, y cuya fidelidad les impulsa a aconsejarnos hasta donde alcanza su entendimiento. En muchos casos necesitamos consejos, como suele decirnos Salomón; porque el hombre aturdido por las dificultades o sorprendido por algún accidente inesperado no está tan bien cualificado para juzgar lo que conviene hacer como la persona que no tiene un grado superior de sabiduría, pero que cuenta con la ventaja de disponer de más calma y sobriedad. En tales momentos, tener un amigo cercano para compartir nuestras penas, encaminar nuestro comportamiento y ayudarnos en nuestros momentos de necesidad es un gran consuelo para la mente y restaura la tranquilidad del corazón atribulado.
Deberíamos valorar a los amigos sabios y fieles más que el oro y la plata; porque estos contribuyen con muy poco para nuestro consuelo en la vida en comparación con los amigos, que tornan en alegría nuestros días de tristeza y aligeran nuestras cargas más pesadas.
Si esperamos gozar de los placeres de la amistad en toda su dimensión, recordemos que nuestros amigos tienen el mismo derecho a reclamar esto de nuestra parte y los mismos motivos para ello que nosotros; por tanto, deberíamos sentir la misma satisfacción tanto a la hora de dar felicidad como a la de recibirla. Con este objetivo en mente, debemos estar dotados no solo de un corazón sincero y sensible, sino también de la medida de sabiduría que nos haga aptos para conversar con nuestros amigos de forma que nos enriquezcamos mutuamente y podamos darles consejo en momentos de aflicción. “El hombre que tiene amigos ha de mostrarse amigo” (Pr. 18:24 RVR 1960) y ha de continuar haciéndolo hasta el fin de sus días.
Extracto de “Comentario a Proverbios” por George Lawson. Reservados todos los derechos.