No te jactes del día de mañana
No te jactes del día de mañana, porque no sabes qué traerá el día (Proverbios 27:1).
“En [Dios] vivimos, nos movemos y existimos” (Hch. 17:28); pero con demasiada frecuencia olvidamos esta importante verdad y hablamos, actuamos y pensamos como si viviéramos, nos moviéramos y existiéramos en nosotros mismos. Nos jactamos de lo que haremos o de lo que vamos a disfrutar dentro de unos días, unos meses y unos años. Esta suposición queda prohibida en este versículo y en muchos otros lugares de la Escritura; y se nos da una razón para ello que todo el mundo debe reconocer como verdadera y buena: que no podemos decir lo que traerá el día; porque cada nuevo día trae el cumplimiento de algún decreto del Altísimo, pero todos ellos están escritos en un libro sellado, y ningún hombre pude desatar los sellos, ni abrir el libro, ni leer lo que está escrito en él (cf. Ap. 5:2-4).
Sabemos que el Sol saldrá mañana; pero no podemos decir si saldrá para nosotros o para las personas que nos sobrevivan. Podemos suponer qué tiempo hará; pero no sabemos si seremos ricos o pobres, si estaremos enfermos o si tendremos salud, si se nos permitirá disfrutar de nuestros amigos o nos veremos privados de nuestros seres más queridos. Por la mañana, Amán salió de su magnífico palacio con la expectativa de saciarse de la sangre de su odiado enemigo antes de que llegara la noche. Esto le habría sabido más dulce que el vino; pero murió colgado como un perro antes de que anocheciera, y fue al lugar que estaba designado para él.
No deberíamos jactarnos de nada; porque ¿qué es nuestra vida sino vapor? ¿Qué son nuestras bolsas de oro más que naderías relucientes (cf. Pr. 23:4)? ¿Qué son nuestros honores más que una ráfaga de viento? ¿O qué son nuestras esperanzas terrenales cuando están fundadas en una sombra que huye y nunca regresa (cf. Job 14:2)? Pero las esperanzas que están fundamentadas sobre la Roca de la eternidad nunca podrán defraudarnos, y el que cree en Cristo tiene motivos para confiar en que va a lograr alcanzar gozos eternos y coronas imperecederas. No se jacta de sí mismo, sino que se gloría en el Señor, cuyas promesas son más firmes que los collados eternos (cf. Gn. 49:26) o que las columnas del cielo (cf. Job 26:11).
La misma razón que debería hacer cesar nuestra jactancia del día de mañana puede guardarnos de tener temores desesperados. Es posible que hoy haya tormenta, pero las tormentas no duran todo el año. Estamos repletos de temores y nos acosa el miedo de algún mal inminente, pero a menudo nos causamos gran dolor con la perspectiva de unas calamidades que la providencia de Dios nunca nos asignó.
Extracto de “Comentario a Proverbios” por George Lawson. Reservados todos los derechos.