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El hombre que no domina su espíritu

man-thinkingGeorge Lawson
Como ciudad invadida y sin murallas es el hombre que no domina su espíritu (Proverbios 25:28).
Para que seamos felices y gocemos de Paz es preciso que tengamos el control de nuestros propios espíritus. El que no se posee a sí mismo no posee nada, aunque sea dueño de todas las demás cosas. Del mismo modo que una “ciudad invadida y sin murallas” está expuesta a la invasión de todos sus enemigos, así también el hombre que no domina sus propios deseos y sentimientos es presa fácil para todos los demonios, y su mente se contamina, sus deseos corrompidos se inflaman y sus facultades activas se apresuran a cometer los excesos más condenables a la más leve tentación. Una ciudad en llamas o un barco gobernado por una tripulación embriagada y amotinada no son espectáculos tan terribles como el alma que ha dejado de lado el juicio y la razón por entregarse a unas pasiones y unos apetitos desenfrenados.
¿Qué males no han hecho y qué ríos de sangre no se han derramado por culpa de la pasión de la ira que no tiene el freno de la conciencia? Cuando Simeón y Leví oyeron las bendiciones finales de su padre sobre el resto de sus hermanos y las severas censuras que les dirigió, ¡cuál no sería el remordimiento que rasgó sus corazones al pensar en aquel día fatal en que, por su furia cruel, mataron a tantos hombres y destruyeron la ciudad de Siquem!
Pongamos freno con mano fuerte y firme a nuestras pasiones desordenadas, puesto que, de lo contrario, ellas nos convertirán en bestias salvajes de una especie más fiera que los lobos y los leopardos; porque nuestras facultades racionales se verán obligadas a obedecerles y no tendrán otro propósito, más que el de hacernos los enemigos más acérrimos y destructivos de la raza humana. Ningún leopardo ni ningún león han destruido jamás hombres o bestias en cantidades tan enormes como todos aquellos tiranos que eran esclavos de sus deseos de gloria y de sus espíritus vengativos.
Es bueno que el cuerpo esté sujeto a la mente, y que la mente tenga profundamente grabado el reconocimiento permanente de la autoridad de Dios. Para hallarnos en este maravilloso estado, debemos entregarnos al Señor y orar para que Él cumpla estas promesas: “‘Pondré dentro de vosotros mi espíritu y haré que andéis en mis estatutos […]” (Ez. 36:27); “El lobo morará con el cordero, y el leopardo se echará con el cabrito […]” (Is. 11:6).
Extracto de “Comentario a Proverbios” por George Lawson. Reservados todos los derechos.

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