Preparación para la muerte
¿Cómo, pues, ve la muerte el cristiano? Aprende a verla desde la perspectiva correcta. No la rechaza sin prestarle importancia, como si fuera algo superficial. Pero tampoco deja que su vida se paralice por miedo a ella. Reconoce que es su enemigo, pero se regocija en la seguridad de que ni siquiera la muerte la puede separar del amor de Cristo (Romanos 8.38), pues en Cristo se le ha quitado su aguijón, y, aunque puede tocarle (y, a menos que el Señor vuelva, le tocará), no puede hacerle daño.
A pesar de esto, ya hemos dicho que hay algo antinatural en la muerte y, por tanto, en cierto sentido, al cristiano instruido en la enseñanza bíblica no le será fácil enfrentarse al asunto. Significa la destrucción temporal de todo lo que aprecia en esta vida, así que no puede simplemente aceptarlo como si fueran buenas noticias. Debe, por tanto, ejercitarse y disciplinarse espiritualmente para poder mantener tranquilo su corazón cuando la muerte se aproxime. Mencionaremos tres de estos ejercicios.
I . Debemos poner nuestros corazones en Cristo y en la gloria de su presencia. Es lo que hizo Pablo. Vio que estar con Cristo es “muchísimo mejor” (Filipenses 1.23). Pues aunque para él el vivir era Cristo, morir era ganancia: la ganancia de un más íntimo y realizado conocimiento de su Señor. Eso sólo es posible para aquellos que aman a Cristo ahora. Si le estimamos más que ninguna otra cosa, y buscamos su Reino y su justicia antes que ninguna otra cosa, la esperanza de verle cara a cara será mucho más que una compensación por lo que vayamos a dejar atrás. Puede que no podamos precisar cómo será esa compensación, pero podemos estar seguros de una cosa: que la presencia del Hijo de Dios no será decepcionante.
También los cristianos sufren tentaciones que les alejan de pensar así. Qué sutil trampa es, por ejemplo, el pensar que nos basta cultivar nuestro servicio cristiano ahora, pues ya tendremos tiempo de sobra para cultivar nuestro amor por Cristo y nuestra comunión con Él en la otra vida. No obstante, nuestra relación con Jesús no puede esperar hasta cuando comience a acercarse el ángel de la muerte. Pues las personas suelen morir igual que han vivido. Lo que tenemos que comprender es que el hábito de vivir con poca devoción a nuestro Señor es un hábito. No puede cambiarse fácilmente por nuestra propia voluntad, ni tampoco se pueden reparar sus efectos fácil y rápidamente. No es imposible, pero es bastante improbable, que seamos mejores cristianos entonces de lo queremos serlo ahora. La preparación para el último día de la experiencia cristiana comienza en realidad el primer día de tal experiencia.
II. Debemos recordar las muchas bendiciones del mundo venidero. Cristo está allí. Allí nos encontraremos además a todos aquellos que están unidos a Cristo. Aquellos que hemos conocido: amigos, pastores, ancianos, y diáconos, padres, madres, hermanos y hermanas. Todos aquellos grandes y pequeños que nos han acompañado en nuestro camino. ¡Qué cosa tan gloriosa será la Iglesia en el Cielo, y qué privilegio entrar a formar parte de esa congregación de santos! (Hebreos 12.23)
Indudablemente, no nos alcanza la imaginación cuando pensamos en estos gozos venideros, y para las muchas preguntas que nos hacemos sólo podemos dar vagas respuestas. ¿Cómo serán nuestras relaciones? ¿Cómo será la vida sin los placeres que hemos conocido en esta Tierra, y sin aquellas viejas amistades que Dios mismo creó en nuestras vidas? ¿Habrán madurado aquellos que se fueron antes de nosotros cuando eran jóvenes, o niños? ¿Tendremos un conocimiento de Dios todo de golpe, o será un entendimiento paulatino y progresivo de su ser? ¿Nos reconoceremos unos a otros? Todas estas preguntas son válidas, pero sólo sabemos con certeza una respuesta: en la gloria ya no habrá más maldición. Todo allí será gozo y satisfacción, porque no dejará de fluir la bendición de Dios para su pueblo. Todo gozo que hayamos conocido en la Tierra se considerará tan sólo la cáscara o la cortez de una bendición aún mayor. ¡Todo será real y duradero! Pero sólo cuando lo experimentemos dejaremos a un lado las preguntas, y nuestros labios dirán: “Ahora comprendo”(véase 1 Corintios 13.12). Si fijamos nuestras mentes en esta seguridad, pensaremos en nuestro viaje de este mundo a aquel que ha de venir desde un nuevo punto de vista.
III. Debemos aprender a vivir ahora en el conocimiento de que este mundo es temporal. En otras palabras, debemos vivir cada día a la luz de aquel día en que seremos separados de este mundo. Ese es el ruego que Pablo hace a los corintios, como ya vimos. “La apariencia de este mundo se pasa,”les dice y, por tanto, “los que disfrutan de este mundo”deberían vivir “como si no lo disfrutasen” (1 Corintios 7.31).
Si aflojamos el nudo con el que nos agarramos a estas cosas y nos aferramos principalmente a Cristo, estaremos más dispuestos a abandonarlas al final de nuestras vidas, llegue cuando llegue dicho final. Al aprender a aferrarnos con fuerza al mundo venidero. Así lo señaló C.H. Spurgeon en un sermón sobre las palabras de Pablo “cada día muero”(1 Corintios 15.31):
A ningún hombre le resultaría difícil morir si muriera cada día. Lo habría hecho tantas veces, que sólo tendría que morir una vez más, como un cantante que ha hecho sus ensayos, y todo ha salido bien, y sólo tiene que cantar una vez más y ya está. Felices aquellos que cada mañana bajan a la orilla del río Jordán y se meten en sus aguas en comunión con Cristo, muriendo en la muerte del Señor, siendo crucificados en su Cruz y levantados de entre los muertos en su resurrección. Cuando cada uno de ellos suba a la cumbre de su particular monte Pisga, no verán sino lo que ya conocen desde hace tiempo, pues han estudiado el mapa de la muerte…Que Dios nos enseñe este arte, y suya será la gloria. Amén”1
Quienes aprenden y alcanzan esta gracia pueden también compartir el gozo de la experiencia de Integridad en el libro de Bunyan:
“Llegado el día señalado, apercibióse para hacer la travesía. El río, en aquel entonces, se había desbordado en algunas partes; pero Integridad, que en vida había apalabrado a un tal Buena-Conciencia para que le auxiliase, encontróle allí, y dándole la mano, y dándose la mano, le ayudó a través de las aguas. Así partió Integridad del mundo, con las palabras “¡la gracia reina!”2
“Entonces veremos cara a cara”(1 Corintios 13.12).
1 C.H. Spurgeon, Metropolitan Tabernacle Pulpit, Pilgrim Publications, Pasadena 1970, vol. XIV, págs. 491-492.
2 J. Bunyan, La peregrina, CLIE 1980, pág. 184.
Tomado de La vida cristiana: una introducción doctrinal por Sinclair Ferguson. Copyright © 1998 por Editorial Peregrino. Todos los derechos reservados. Usado con permiso del editor. Obtenga este libro en Cristianismo Histórico.
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“La doctrina cristiana es importante para la vida cristiana”. Éste es “uno de los más importantes puntos de crecimiento de la vida cristiana”, escribe Sinclair B. Ferguson. Desde este punto de partida, La vida cristiana expone temas bíblicos tales como la gracia, la fe, el arrepentimiento, el nuevo nacimiento y la certeza con claridad y un entusiasmo contagioso. “Las doctrinas cristianas modelan la vida”, explica el autor, porque “nos muestran el Dios a quien adoramos”.
Ampliamente utilizado y apreciado desde su publicación, el libro La vida cristiana no sólo expone la enseñanza de la Escritura, sino que bosqueja su significado para la vida cristiana práctica. Es, como J.I. Packer escribe en el prólogo, una teología “práctica, que aplica la enseñanza bíblica con perspicacia y sabiduría a la condición de personas comunes”.
Los nuevos cristianos se beneficiarán, y las ovejas algo más viejas del Señor, que quizá se hayan vuelto duras y fibrosas, se verán edificadas y puede que enternecidas también.
Índice
Prólogo…………………………………..……….. 7
Introducción………………………………………. 9
1. Conocer para vivir………………………….… 11
2. La imagen quebrantada de Dios………. …. 19
3. El plan de la gracia……………………….….. 27
4. Llamados por Dios…………………………… 37
5. Convicción de pecado……………………….. 47
6. Nacer de nuevo………………………………. 55
7. Fe en Cristo…………………………………… 69
8. Arrepentimiento sincero………………..……. 77
9. Justificación……………………………….….. 87
10. Hijos de Dios……………………………..…. 99
11. Union con Cristo……………………….….. 109
12. Elección…………………………………….. 119
13. El fin del poder del pecado………………. 135
14. Los conflictos del cristiano……………….. 147
15. Crucificar el pecado……………………….. 159
16. Perseverancia…………………………..…. 171
17. Dormidos en Cristo………………..……… 183
18. Glorificación…………………….……….… 193