El poder y la maldad incansable del diablo
J.C. Ryle
Lucas 4:1-13
1Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto 2por cuarenta días, y era tentado por el diablo. Y no comió nada en aquellos días, pasados los cuales, tuvo hambre. 3Entonces el diablo le dijo: Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan. 4Jesús, respondiéndole, dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra de Dios. 5Y le llevó el diablo a un alto monte, y le mostró en un momento todos los reinos de la tierra. 6Y le dijo el diablo: A ti te daré toda esta potestad, y la gloria de ellos; porque a mí me ha sido entregada, y a quien quiero la doy. 7Si tú postrado me adorares, todos serán tuyos. 8Respondiendo Jesús, le dijo: Vete de mí, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás. 9Y le llevó a Jerusalén, y le puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate de aquí abajo; 10porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden; 11y, En las manos te sostendrán, Para que no tropieces con tu pie en piedra. 12Respondiendo Jesús, le dijo: Dicho está: No tentarás al Señor tu Dios. 13Y cuando el diablo hubo acabado toda tentación, se apartó de él por un tiempo.
Aquella serpiente antigua que tentó a Adán para que pecara en el Paraíso no teme atacar al segundo Adán, al Hijo de Dios. Quizá se pueda dudar de si comprendía que Jesús era Dios “manifestado en carne”. Pero es claro y evidente que vio en Jesús a Alguien que había venido al mundo a acabar con su reino. Había visto lo que había ocurrido en el bautismo de nuestro Señor. Había escuchado las maravillosas palabras procedentes del Cielo. Sentía que había llegado el gran Amigo del hombre y que su dominio estaba en peligro. Había llegado el Redentor. Estaba a punto de abrirse la puerta de la prisión. Los cautivos de la Ley iban a ser liberados. Satanás veía todo esto, sin duda, y decidió luchar por su cuenta. El príncipe de este mundo no cedería el paso al Príncipe de paz sin una gran lucha. Había vencido al primer Adán en el huerto del Edén: ¿por qué no iba a vencer al segundo Adán en el desierto? Había echado al hombre una vez del Paraíso:
¿Por qué no iba a arrojarlo del Reino de Dios?
No debe sorprendernos ser tentados por el diablo. Más bien debemos esperarlo, como algo normal, si somos miembros vivos de Cristo. La suerte del Maestro será la de sus discípulos. Aquel espíritu poderoso que no temió atacar a Jesús mismo, “como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” (1 Pedro 5:8). Ese asesino y mentiroso que afligió a Job y derribó a David y a Pedro, aún vive y no ha sido atado. Si bien no puede robarnos el Cielo, por lo menos hará que nuestro camino a él sea doloroso. Si bien no puede destruir nuestras almas, al menos nos herirá en el calcañar (cf. Génesis 3:15). Evitemos despreciarle o tener en poco su poder. Más bien pongámonos la armadura de Dios y pidamos fuerza al que es fuerte. “Resistid al diablo, y huirá de vosotros” (Santiago 4:7).
Extracto de Meditaciones sobre los Evangelios, Lucas 1-10 por J.C. Ryle. Copyright © 2002 por Editorial Peregrino. Todos los derechos reservados. Usado con permiso del editor.
Recomendación
Si el mejor modo de entender la fe cristiana es leer los Evangelios, se deduce que los libros que siguen a estos por orden de importancia habrán de ser aquellos que ayudan a entender mejor esos Evangelios.
Al advertir esta necesidad en su propia congregación, J.C. Ryle escribió sus Meditaciones sobre los Evangelios, que se han extendido por todo el mundo durante más de un siglo sin que haya disminuido su popularidad ni su utilidad.
Las palabras “claras y directas” de Ryle son también un gran estímulo para la lectra de la Biblia. Si bien su objetivo principal es ayudar al lector a conocer a Cristo, tiene además otra idea en mente: escribe de tal manera que su comentarios puedan leerse en voz alta para otros. Al contrario de lo que sucede con muchos autores, su obra es igual de buena escuchada que leída. Hay muchos otros comentarios a los Evangelios más extensos, pero ninguno resulta tan fascinante de escuchar, ya sea en familia, en grupos o a través de la radio, como los de J.C. Ryle.
Disponibles en Cristianismo Histórico.