El tentador
J.C. Ryle
Mateo 4:1-11
¹Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo. ²Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre. ³Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres el Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan. ⁴El respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. ⁵Entonces el diablo le llevó a la santa ciudad, y le puso sobre el pináculo del templo, ⁶y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está:
A sus ángeles mandará acerca de ti, y
En sus manos te sostendrán,
Para que no tropieces con tu pie en piedra.
⁷Jesus le dijo: Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios. ⁸Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, ⁹y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares. ¹⁰Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás. ¹¹El diablo entonces le dejó; y he aquí vinieron ángeles y le servían.
El primer acontecimiento en el ministerio de nuestro Señor que S. Mateo relata después de su bautismo es su tentación. Este es un asunto profundo y misterioso; hay muchas cosas en este suceso que no podemos explicar, pero en la superficie de dicho suceso se hallan lecciones prácticas muy claras, a las cuales haremos bien en prestar atención.
Aprendamos, en primer lugar, qué enemigo tan real y poderoso tenemos en el diablo. No teme asaltar ni aun al mismísimo Señor Jesús. En tres ocasiones ataca al Hijo de Dios: nuestro Salvador fue “tentado por el diablo”.
Fue el diablo quien trajo el pecado al mundo en su comienzo. Él es quien afligió a Job, engañó a David y causó la grave caída de Pedro; él es aquel a quien la Biblia llama “homicida”, “mentiroso”y “león rugiente” (Juan 8:44; 1 Pedro 5:8); él es aquel cuya enemistad con nuestras almas nunca se cansa y nunca duerme; él es quien durante cerca de 6000 años ha estado ocupado con un solo objetivo: ocasionar la ruina de hombres y mujeres y arrastrarlos al Infierno; él es aquel cuya astucia y sutileza sobrepasan el entendimiento del hombre, y quien muchas veces se disfraza como un “ángel de luz” (2 Corintios 11:14).
Velemos y oremos cada día contra sus maquinaciones. No hay un enemigo peor que aquel al que nunca se puede ver y nunca muere, y que se encuentra cerca de nosotros dondequiera que vivamos y va con nosotros dondequiera que vayamos. No menos importante es que nos guardemos de ese hábito de hablar neciamente y bromear respecto al diablo, que por desgracia es tan común. Recordemos que si hemos de ser salvos, no solo debemos crucificar la carne y vencer al mundo, sino también “resistir al diablo”.
Aprendamos, en segundo lugar, que no debemos considerar la tentación como algo extraño. “El discípulo no es más que su maestro, ni el siervo más que su señor”. Si Satanás le hizo esto a Cristo, también se lo hará a los cristianos.
Bueno sería para los creyentes que recordaran esto; lo olvidan con demasiada facilidad. A menudo encuentran que surgen en sus mentes malos pensamientos, que en verdad pueden decir que odian; se les presentan dudas, preguntas y pecaminosas imaginaciones, que todo su ser interior repudia. Pero que estas cosas no destruyan su paz, ni les quiten su reposo. Que recuerden que hay un diablo, y que no se sorprendan de hallarlo cerca de ellos. Ser tentado no es en sí mismo pecado; lo que debemos temer es ceder a la tentación, y hacerle un hueco en nuestros corazones.
Extracto de Meditaciones sobre los Evangelios, Mateo por J.C. Ryle. Copyright © 2001 por Editorial Peregrino. Todos los derechos reservados. Usado con permiso del editor.
Recomendación
Si el mejor modo de entender la fe cristiana es leer los Evangelios, se deduce que los libros que siguen a estos por orden de importancia habrán de ser aquellos que ayudan a entender mejor esos Evangelios.
Al advertir esta necesidad en su propia congregación, J.C. Ryle escribió sus Meditaciones sobre los Evangelios, que se han extendido por todo el mundo durante más de un siglo sin que haya disminuido su popularidad ni su utilidad.
Las palabras “claras y directas” de Ryle son también un gran estímulo para la lectra de la Biblia. Si bien su objetivo principal es ayudar al lector a conocer a Cristo, tiene además otra idea en mente: escribe de tal manera que su comentario a Mateo pueda leerse en voz alta para otros. Al contrario de lo que sucede con muchos autores, su obra es igual de buena escuchada que leída. Hay muchos otros comentarios a los Evangelios más extensos, pero ninguno resulta tan fascinante de escuchar, ya sea en familia, en grupos o a través de la radio, como los de J.C. Ryle.
Obténgalo en Cristianismo Histórico.